Inseguridad y violencia no paran
Es contundente el ejemplo de dignidad, coraje y organización de varios millones de mujeres norteamericanas –a quienes apoyaron mujeres de todo el mundo–, que salieron a la calle para decir “no” al sátrapa Trump.
No a la discriminación, al insulto y a la denigración de las mujeres de Estados Unidos y del mundo, que en todos los tonos y todo los días expresó el nuevo presidente de la potencia global, durante su campaña.
Y es que si bien para Trump las mujeres y la palabra “mujer” no existieron en su discurso inaugural, lo cierto es que la manifestación de ayer sábado frente y detrás del Capitolio –y de muchos kilómetros a la redonda–, confirma que las mujeres ya son la pesadilla principal del déspota que despacha en la Casa Blanca.
Las mujeres pasaron de ser para Trum un número y un objeto incómodo y discriminado, a ser la mayor de las mayorías movilizadas contra su cuestionada presidencia. La primera protesta contra su gobierno; una de las más grandes concentraciones de la historia de Estados Unidos –más incluso que las de rechazo a la guerra de Vietnam–, y el mensaje que más ha impactado al mundo a horas de la llegada de Trum a la Casa Blanca.
Y la protesta es ejemplar, no sólo por el número de asistentes -calculada en más de tres millones de personas–, y tampoco por los certeros discursos de las mujeres que de suyo acaparan los reflectores, sino porque la mayor de las mayorías de Estados Unidos y del mundo –las mujeres–, son las primeras en entender la necesidad de la protesta organizada y pacífica contra la mas peligrosa amenaza del mundo, el presidente Trump.
Es ejemplar porque en su primera expresión organizada y callejera, la manifestación de las mujeres contra Trump consiguió lo que no logró toda la prensa norteamericana en meses de campaña; exhibir el retrato de cuerpo completo del enojo y el rechazo social de un sector de norteamericanos –mujeres–, que no está dispuesto a permanecer callado y menos paralizado.
Es ejemplar la manifestación porque se produce a horas –apenas más de 24 horas–, de la toma de posesión de un presidente que asume el cargo sin la legitimidad de la aprobación ciudadana. Trum llega con el rechazo de casi dos de cada tres norteamericanos, a pesar de ganar una elección en donde no se cuenta la mayoría de votos, sino los colegios ganados.
Es ejemplar porque confirma que están vivos los anticuerpos sociales de los norteamericanos –o las norteamericanas–; la capacidad de enojo, asombro,
indignación, organización y protesta, que surgió de un sector que muchos suponían desmovilizado y poco concientizado; el de las mujeres.
Y es ejemplar porque confirma que el más importante sector de toda sociedad –y de la sociedad norteamericana–, las mujeres, no fue atrapado por el populismo, las mentiras, el engaño y la “posverdad” de Trump.
Están vivos y vigentes los anticuerpos de una sociedad que –a pesar de la llegada de Trump al poder–, no será derrotada fácilmente por un sátrapa.
Al tiempo.