Gobernadora impulsa y promueve la cultura de Tlaxcala
Así llegó a ser llamado por sus contemporáneos durante la Guerra de Reforma. Perteneció a aquella generación de brillantes intelectuales que lo mismo empuñaban la espada que la pluma. Además de militar y político se dedicó a la geografía, filosofía, física, gramática, matemáticas, jurisprudencia, historia universal y teología.
En su obra Siglo de Caudillos, el historiador Enrique Krauze dice de él que entre todos los soldados liberales destacaba este personaje “tan notable como extraño, una nueva encarnación del religioso en armas, y que en su nombre mismo llevaba el estigma del martirio”: Santos Degollado.
Acumuló muchas más derrotas que victorias. Justo Sierra por su parte afirmó que si como general no sabía más que dejarse vencer “como hombre era invencible”. Y llegó a ser el comandante en jefe de las fuerzas liberales durante casi todo el período de la lucha en la guerra de reforma. Degollado levantaba ejércitos, los perdía y volvía a levantarlos.
Nació en Guanajuato en 1811, bautizado como José Nemesio Francisco Degollado Sánchez pero al serlo el 1º de noviembre dia de Todos los Santos, se le conoció siempre como Santos Degollado, o Don Santos como todos le llamaron. Sus padres, María Sánchez y Francisco Degollado, partidarios del movimiento insurgente sufrieron la confiscación de sus bienes por el gobierno virreinal español.
Huérfano desde los seis años Santos Degollado fue adoptado por el cura de Cucupao (hoy Quiroga, Michoacán) donde cursó la enseñanza primaria; luego, en Morelia trabajó en una escribanía y en la haceduría de la catedral para ingresar en 1835 a la actividad política bajo la tutela de don Melchor Ocampo.
Excelente espadachín y jinete se sumó a la revolución de Ayutla en 1854; derrotó a los santanistas en Puruandiro, en La Piedad, Zapotlán y Guadalajara. Al triunfo de los liberales fue designado gobernador de Jalisco en 1857 y después de la derrota sufrida en Salamanca el presidente Benito Juárez lo designó Secretario de Guerra y general en jefe del ejército federal.
Aunque derrotado en Atenquique por Miguel Miramón recuperó luego Guadalajara; volvió a perder en San Joaquín cerca de Colima y marchó sobre la Ciudad de México donde es derrotado por Leonardo Márquez en Tacubaya; allí cincuenta y tres de sus hombres fueron hechos prisioneros y, sin juicio de por medio, fusilados (conocidos como los Mártires de Tacubaya).
Con sorprendente movilidad Degollado reaparece en Colima donde forma una tropa al frente de la cual atraviesa el país y se reúne en Veracruz con Benito Juárez, con quien participa en la preparación de las Leyes de Reforma. Organiza en San Luis Potosí un ejército de seis mil hombres pero llamado al puerto por Juárez asume la cartera de Relaciones Exteriores y vuelve a encargarse de la jefatura del ejército.
Santos Degollado había sido, según escribe Francisco Zarco, el organizador de las fuerzas de la Reforma, el crisol militar por tres años, el jefe con más batallas libradas, el caudillo más constante.
De nada le valió su entrega en cuerpo y alma a la causa liberal cuando a finales de 1860 (casi al concluir la llamada guerra de tres años), se manifiesta públicamente por una solución negociada en la guerra civil con lo cual se gana el repudio de los liberales y del propio Benito Juárez quien lo destituye.
Finalizada la guerra de reforma en enero los liberales triunfantes actuaron como auténticos jacobinos. Y México vivió escenas calcadas de la revolución francesa: fueron destruidos altares, portadas, púlpitos y confesionarios; hubo santos decapitados, balaceados, quemados en público, saqueo de joyas; tesoros, archivos, pinacotecas y varias bibliotecas eclesiásticas se perdieron.
El gobierno deportó a todos los obispos del país y decretó la exclaustración de las monjas de los conventos.
Asi los liberales triunfantes satisficieron su sed de venganza; pero los conservadores optaron por el asesinato selectivo. Melchor Ocampo es aprehendido en su hacienda de Pomoca, perteneciente a Pateo, en Michoacán. Varios hombres pagados por Leonardo Márquez y Félix Zuloaga lo fusilan sin más trámite. Santos Degollado, al enterarse sale de la ciudad de México para cobrar venganza pero sorprendido en el Monte de las Cruces cayó muerto –dice Bulnes– con la cabeza agujereada, un pulmón vaciado de un lanzazo y perfectamente picado a bayonetazos.
Fue enterrado en Huixquilucan. Mas tarde, absuelto por el Congreso de la Unión de las acusaciones que se le habían hecho y declarado “Benemérito de la Patria”. Sus restos se trasladaron a la Rotonda de las Personas Ilustres el 26 de noviembre de 1936.
El Municipio de Huixquilucan de Degollado en el Estado de México, el teatro Degollado de la ciudad de Guadalajara, y el municipio de Degollado en los Altos de Jalisco llevan su nombre como reconocimiento. Existen calles, colonias y monumentos en su memoria, en varias ciudades de México.