Inseguridad y violencia no paran
Los que con buena fe todavía pensaban que se sostendría la reforma energética, el sábado recibieron un baño de realidad en voz del propio presidente electo, Andrés Manuel López Obrador: fue “un vil engaño”.
Dijo que la reforma fue “un fracaso rotundo” que afectó a la industria petrolera nacional y no logró los objetivos trazados.
Esa reforma está muerta. Se acabó.
Hay quienes pintan de rosa el horizonte con la creencia de que López Obrador cambió. Que ya no es un estatista en lo económico y que se convirtió en demócrata.
Es cierto que como presidente electo ha habido una buena actitud de su parte hacia quienes no piensan como él y los suyos.
Se agradece el esfuerzo, pero no va a durar porque nadie se despoja de su naturaleza de la noche a la mañana.
Y en la naturaleza de nuestro próximo presidente se encuentran el estatismo echeverrista en lo económico y el autoritarismo en lo político.
La semana pasada algunos festejaron que haya anunciado el inicio de perforaciones petroleras a partir del 1 de diciembre, con el concurso del sector privado.
La reforma energética va, dijeron con sano optimismo.
Pero la realidad es otra. Tales inversionistas privados no son otros que los mismos contratistas de siempre que han saqueado a Pemex por décadas, y que alquilan sus servicios a la empresa paraestatal.
Esos concursos son los mismos que ha habido siempre, antes de la reforma energética.
Del erario sale el dinero para las perforaciones, no de empresas privadas.
La realidad la apuntamos en este espacio la semana anterior: al anunciar el presidente electo la cancelación indefinida de las licitaciones de las rondas programadas para febrero del próximo año, frenaba la reforma y ésta no se levantaría.
El pretexto que usó para esa cancelación de las rondas fue que antes debían revisarse los 107 contratos ya asignados en subastas, que habían sido calificadas como “impecables” por su próximo Jefe de Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo.
¿Qué tienen que ver las auditorías a licitaciones pasadas con las licitaciones futuras?
Nada. Absolutamente nada.
Si los concursos en el gobierno de Peña Nieto se hicieron mal, ¿también se tienen hacer mal en la administración de López Obrador?
El problema, seamos sinceros, no son los concursos, sino la reforma energética.
Lo que se pospuso indefinidamente fue la puesta en práctica de la reforma, gracias a la cual ya hay comprometidos alrededor de 200 mil millones de dólares en inversión a largo plazo.
Habrá que ver qué ocurre con las áreas ya adjudicadas para exploración y explotación de yacimientos, pero de que hasta ahí llegó la reforma, no hay duda: hasta ahí llegó.
Con ingenuo entusiasmo el presidente Peña dice que las reformas marcarán el futuro de México y seremos una potencia.
No han entendido, ni él ni muchos que creen que todo seguirá su curso hacia la modernización del país, que las reformas fueron derrotadas en las urnas el 1 de julio.
Eso no se le ha olvidado a López Obrador ni a casi nadie, salvo a los que quieren engañarse con el cuento de que una vez en el poder el nuevo presidente va a reconsiderar su populismo.
Ya se anunció que la reforma educativa va para atrás. Adiós.
Ahora se frenó la reforma energética. Adiós.
AMLO no ha engañado a nadie. Ganó con esas propuestas y es lo que hará cuando esté en Palacio Nacional.
Hay autoengañados, que es diferente.
“Si gana, el mercado no lo dejará cometer errores graves”, me dijo un ex secretario de Hacienda cuando AMLO estaba arriba en las encuestas, antes de que hubiera candidatos oficialmente.
Pues ya hemos visto que no es así.
Como acertadamente se dijo en el Foro Político de El Financiero, los mercados castigan los errores, no los previenen.
Y los castigados seremos todos nosotros por las políticas equivocadas que perfila el próximo presidente.