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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 13 de noviembre de 2018.- Sin mayores preámbulos, Ian Gillan lanzó a viva voz las notas de Highway Star en el stage, a velocidad de vértigo, con el acelerador a fondo en la guitarra de Morse, creando la esperada atmósfera morada bajo cielo potosino.
Soberbio espectáculo ofreció la banda inglesa de hard rock, Deep Purple, las estrellas de la carretera llegaron a San Luis para reafirmar que el rock no muere, ya es un clásico, un lugar por el que obligadamente tendrán que transitar quienes pretendan ingresar a la egocéntrica escena musical.
El Humo en el Agua y fuego en el cielo -Smoke on the Water- pareció detener el tiempo, aquel estruendo que estropeó las setenteras emisoras clandestinas de la época, si consideramos que esta expresión musical estaba censurada.
Un parteaguas que separó al rockanrol rosado, ingenuo y quinceañero, para abrir paso al provocador hard rock británico incluyendo el refinado rock sinfónico.
Hush marcó el silencioso comienzo de la banda en el 68, hasta ir in crescendo para ser la más ruidosa del orbe, según Guiness. Junto a Led Zeppelin y Black Sabath, Deep Purple convulsionó al mundo musical en los años 70’s, leyendas vivientes que hicieron un alto en San Luis dentro de su larga despedida musical.
Los Beatles habrían roto vínculos con el pasado, pero Hendrix, Burdon, Clapton, Morrison, Joplin, facilitaron la transición hacia una extraña órbita llamada Heavy Metal, explotada mas adelante en el universo por otras legiones rockeras.
A la escena aparecieron Ian Gillan, Roger Glover, Ian Paice, Don Airey y Steve Morse sustituto de Ritchie Blackmore, El Rey de la Velocidad, electrizante y acrobático en sus recorridos sobre el mástil y diapasón. Provocador con Lazzy al más tradicional y respetable blues estadounidense.
El eterno hombre de negro al que se debe que hoy en día, las nuevas generaciones tengan predilección por la vestimenta oscura. La guitarra llorosa, vidriosa, frágil, indefensa pulsada a púa por Blackmore, se extrañó aunque Morse es un prodigio y da otra tesitura al morado profundo.
Admirador de Johan Sebastian Bach, John Lord inyectó el cálido barroco al rock, Lazzy su gran obra, le extraña desde su muerte, al improvisar, cualquier cosa podía ocurrir con sus geniales dedos sobre el teclado.
En cascada llegaron los demás grandes éxitos, Black Night, Space Truckin, Kind of Woman, Speed King y hasta un popurri de canciones mexicanas revolucionarias como La Cucaracha, entre otras interpretadas a través de un órgano psicodélico.
Deep Purple hizo recordar los toquines universitarios con olor a hierba de Hegamas Hérulos, Navajo, su gran intérprete, Banda Pequeño, Cáncer y Lepra, Bhúo, sólo que en una inédita y auténtica versión, 50 años después.
Un concierto no sólo para cabecitas blancas, rockeros de alma y espíritu, sino para distintas generaciones que van y vienen, en el estadio 20 de Noviembre se pudieron ver personas ya entrando a la tercera edad, con sus chamarras de cuero y camisetas negras, apoyados de un bastón o una silla de ruedas, pero siempre con su alma aventurera, rockera y también chicos millenials hambrientos de conocer sobre los cimientos del rock y sorprendidos por el arte creado mucho antes de la inteligencia artificial.
La profunda noche púrpura dejó una gran lección: el rock nunca muere, sólo se transforma.