Libros de ayer y hoy
Alguien le está informando mal al presidente, porque los datos que usó para condenar al libre mercado -que él llama neoliberalismo- no son reales.
Dijo que el campo que está “abandonado” y las políticas “neoliberales” lo “despoblaron”.
Peor aún: en su toma de posesión planteó, ante el Congreso y el país: “Aquí agrego otros saldos de la política neoliberal o neoporfirista. De México es originario el maíz, esa planta bendita, y somos la nación que más importa maíz en el mundo”.
Quien le haya dado esos datos al presidente merece ser cesado, porque son falsos.
México es autosuficiente en maíz blanco, que es el de consumo humano, con el que se hacen las tortillas.
Se importa, eso sí, el maíz amarillo que es para consumo animal. Es el que le dan a los puercos y a las gallinas. Forraje, pues.
Se compra fuera porque es mucho más económico que producirlo aquí. Se llama globalización.
En maíz para consumo de los mexicanos no sólo somos autosuficientes, sino que tenemos excedentes y se exportan.
Tan sólo en 2016 (dato que tengo a la mano), se exportaron 478 millones de dólares de maíz blanco.
A partir de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, México exporta exitosamente maíz, azúcar, trigo duro, aguacate, carne y centenares de productos agropecuarios de los que somos autosuficientes.
No hay tal crimen de las políticas “neoliberales” con respecto al maíz ni con otros productos de consumo humano.
La pobreza en el campo es resultado del populismo agrario que admira el presidente.
Es más, la herencia de los gobiernos populistas fue un déficit de la balanza comercial del campo mexicano de cuatro mil millones de dólares.
Luego de la firma del TLC ese déficit desapareció y ahora tenemos un superávit de cinco mil 400 millones de dólares.
Al cierre de este año, llegaremos a 35 mil millones de dólares en exportaciones del campo mexicano.
Sí hubo un crimen, y se cometió en los gobiernos que alaba el presidente, basado en la
información errónea que le entregan sus asesores.
Los gobiernos populistas repartieron tierras que no sirven para cultivar y dejaron a los campesinos como carne de cañón para elecciones y respaldo político.
Ahí floreció la corrupción, con la demagogia agrarista. Los apoyos que nunca llegaron: miles y miles de millones de pesos iban a parar a la bolsa de políticos, líderes agrarios, caciques, y a redes de control político y social.
Las unidades que sí producían, como en Sonora y Sinaloa, se las arrebataron a sus dueños con invasiones patrocinadas desde el gobierno.
Desde luego que hay pobreza en el campo. Y pobreza extrema.
Pero no ha sido culpa de los gobiernos a partir de 1983, como dice el presidente, sino herencia de la demagogia de los gobiernos que él quiere emular.
Falso que el campo se haya “despoblado” a partir del fin del reparto agrario. Al contrario de lo que dice el presidente, el campo se repobló.
En aquel entonces -fin del reparto agrario-, había cinco millones 300 mil personas ocupadas en el campo. En 2016 eran siete millones.
¿De cuál despoblamiento hablan?
A partir de esa fecha -1994, entrada en vigor del TLC y ya con el fin del reparto agrario-, el volumen de la producción agrícola creció 74.5 por ciento, por alza en la productividad.
Así lo expuso hace algunos meses Sergio Sarmiento en su columna Jaque Mate, y agregó otro dato: “El volumen de la producción de maíz aumentó 54.9 por ciento, a pesar de que la superficie de cultivo bajó en 1.4 millones de hectáreas”.
Claro que hay campo abandonado que atender. Sobre todo el que dejó la demagogia de los gobiernos populistas.
Entregaban tierra salitrosa, desiertos, páramos. (Sugiero, a los asesores del presidente en materia agraria, leer “Nos han dado la Tierra”, un breve cuento de Juan Rulfo, para que entiendan el daño que hicieron sus héroes del pasado).
Pero no sólo sobre el campo le informaron mal al presidente.
También respecto a la reforma energética. Y sobre la pobreza. Sobre la economía y todos los indicadores de bienestar. (Eso lo veremos la próxima semana)