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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 14 de marzo de 2019.- El maestro en criminología y delincuencia juvenil de la universidad, Alejandro Romero Miranda, impartió la conferencia “Detenciones ciudadanas, golpizas y linchamientos: Análisis del fenómeno a partir de los intersticios de inacción del Estado”, en la que la violencia prosocial permite que la sociedad funcione y, sucesos como los linchamientos, son validados por la sociedad.
El maestro Romero Miranda indicó que es necesario contextualizar el ambiente en el que se dan las detenciones ciudadanas, es decir los linchamientos, y según el sociólogo Ulrich Beck, en las sociedades postindustriales los individuos se agrupan por temas de protección, en el que la participación social que tienen los sujetos se da en torno a la autoprotección.
Señaló que la delincuencia tiene un rol social, que permite que las sociedades funcionen y que va de la objetivación del peligro, “les muestra a los ciudadanos en quien pueden y en quien no pueden confiar.
Por lo tanto, la delincuencia lo que hace es brindar seguridad social; se puede plantear como una disfunción que permite que los sujetos podamos examinar nuestra confianza en la estructura social”.
Para poder entender las detenciones ciudadanas, se tiene que entender que existe una diferencia entre agresividad y violencia; la primera es un rasgo de la personalidad, mientras que la segunda es un fenómeno social, que se divide en dos categorías: antisocial y prosocial.
La violencia antisocial puede definirse como todo aquel comportamiento que atenta contra la sana convivencia y que detona relaciones sociales.
La violencia prosocial permite que la sociedad funcione, además de que “siempre será de carácter vertical y descendente.
Toda aquella violencia que sirva para reforzar las motivaciones sociales siempre tendrá que bajar del Estado hacia el sujeto y que es validada”.
Esta última surge cuando tiende a horizontalizarse o va de la base a la estructura, “se produce cuando el que ejerce la violencia no es el estado, sino que son los propios sujetos, un individuo frente a otro, o bien, cuando la masa organizada quiere realizarla frente al estado”.
Bajo esta lógica, el maestro Romero Miranda, explicó que cuando se rompe la idea de la justicia platónica —para Platón, una sociedad justa, estaba compuesta por sujetos justos que eran producto de gobernantes justos, por lo que la justicia esta relacionado con el devenir del gobernante hacía el ciudadano— se pone en tela de juicio al accionar del estado, “en las sociedades modernas se empieza a generar este sentimiento de que el estado no presenta soluciones a las necesidades que los sujetos tienen.
Sus respuestas no permiten descomplejizar los problemas; los ciudadanos no esperan cualquier respuesta, esperan una en particular que sea funcional”.
Cuando el estado no logra hacerse presente en ciertos espacios, le da la posibilidad a la comunidad de que interprete la normativa o llene dichos espacios con prácticas propias y “así es como surge el concepto de victigresor, es aquel sujeto, ciudadano normal que siempre ha cumplido con lo que estado plantea, es un sujeto de buen vivir, pero por efecto visceral, frente al sentimiento de desprotección del Estado, toma un rol activo frente al acto delictivo”.
El maestro señaló que la detención ciudadana es una forma de interacción social, en el que la violencia parte siendo visceral, pero en la medida en la que avanza el daño se hace sistemático, y se da en cuatro momentos.
El primero, lo denomina Orquestación, es decir, el momento en el que el sujeto es sorprendido en el acto delictivo, mientras que la víctima y los espectadores se vuelven sujetos activos, “existe este ambiente que genera, que es plausible, que el sujeto sea castigado. Para que se desarrolle un linchamiento, lo primero que tiene que haber es esta etapa que es la orquestación; no es la simple reprimenda, es el sentimiento que genera en el acto, en todos aquellos que participa, en el que el sujeto es merecedor de castigo”.
El segundo momento corresponde a la Degradación, cuando más allá de los golpes los sujetos justifican que el sujeto no es igual a ellos, “el agresor se plantea como algo distinto al resto de los espectadores que sufrieron el delito.
Es un acto de deshumanización, una vez que se golpea al sujeto y se quiere seguir con la lógica del linchamiento, lo que permite seguir avanzado es plantear al sujeto no como alguien igual, ese concepto de no humano permite seguir dañando”.
La tercera etapa, después de que se plantea al sujeto como alguien no igual, se da el Valor del daño, cuando más allá del daño visceral se da un daño premeditado e intelectualizado, “la acción sobre el sujeto es racional, no basta con golpearlo, sino también es humillarlo, degradarlo.
Lo que actúa son las sanciones para-penales, aquellas acciones que existían antes de los códigos donde los sujetos eran castigados frente a la sociedad mediante la infamia, con la finalidad de que todos supiesen que ese sujeto no era igual al resto”.
La última etapa, la denomina la Apertura, cuando los espectadores que evidencian un linchamiento son quienes ponen el alto a la cuota de violencia, “es infamia o la evidencia que los espectadores aceptan hasta que esta es catalogada como prosocial a efecto que no pase a ser antisocial”.