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Don Gilberto Bosques
(mexicano universal)
Humberto López-Torres
Fue cónsul de México en Francia; pero no un cónsul cualquiera; se trataba de un representante personal del entonces presidente Lázaro Cárdenas. Y le tocó el aspecto más complicado de atender pues Europa vivía la II Guerra Mundial y Francia estaba ocupada por los nazis.
Don Gilberto Bosques Saldívar, había nacido en 1892 en Chiautla de Tapia, poblado del municipio de Texmelucan, Puebla. Combatió en grupos irregulares contra la invasión norteamericana de 1914 en el puerto de Veracruz. Como profesor normalista puso en marcha con el presidente Carranza la Nueva Escuela de la Revolución en 1916 y es el organizador, también en ese año, del Primer Congreso Pedagógico Nacional en Santa Ana Chiautempan, Tlaxcala.
Fue dos veces diputado federal; en la primera se unió a la rebelión de Adolfo de la Huerta: a sus 29 años fue Secretario General de Gobierno en Puebla y luego, de nuevo como diputado, junto con Luis Enrique Erro es determinante en la reforma al Artículo 3º constitucional que incluyó la educación socialista.
En 1939, cuando cae la República Española y la guerra se cernía sobre Europa el presidente Lázaro Cárdenas lo nombra cónsul general en Paris aunque en los hechos era enviado especial del presidente de México.
Con Francia bajo la ocupación nazi, Bosques establece el consulado primero en Bayona y luego en Marsella y su primera misión fue la de defender a los mexicanos residentes en la Francia no ocupada pero luego, con mucha inteligencia, tacto y valor, logró salvar la vida a miles de españoles, alemanes y judíos así como a mexicanos de origen libanés que buscaban huir de los nazis y del régimen franquista.
En algunos casos, arriesgando su propia vida, acompañó a refugiados seriamente amenazados hasta la barandilla de acceso al barco que los traería a México.
Fue don Gilberto Bosques quien convenció al presidente Lázaro Cárdenas de abrir las puertas de México a los republicanos españoles en 1937. Y era tan grande la afluencia de refugiados que buscaban una visa mexicana que Bosques tuvo que alquilar dos castillos, el de Reynarde y el de Montgrand para alojarlos mientras tramitaba los salvoconductos para su salida hacia México.
También estableció una oficina jurídica donde abogados franceses y españoles trabajaban para defender a los republicanos cuya extradición exigía Franco al gobierno de Petain, en Vichy. Un 95 por ciento de los casos fueron ganados por esa oficina. El consulado también ocultó, documentó y les dio visas a numerosos judíos que afrontaban serias dificultades para salir de Francia, pero salieron.
Así, durante el verano de 1940 y la primavera del 42 cientos de alemanes, austríacos y checoslovacos pudieron viajar a México. No todos los que con documentos válidos arribaron a nuestro pais decidieron quedarse aquí; y el gobierno les otorgó visas de tránsito para que se establecieran en el país que quisieran.
Desde Marsella don Gilberto Bosques también tuvo qué hacer frente al hostigamiento de las autoridades francesas pro alemanas; al espionaje de la Gestapo, al gobierno de Franco y a la representación japonesa que tenía su oficina en el mismo edificio de la delegación mexicana.
Refugiados antinazis y antifascistas pudieron viajar a México al entregárseles visa mexicana;
Gilberto Bosques firmó más de cuarenta mil visas a perseguidos por el fascismo y protegió de la Gestapo a miles de refugiados españoles. “No fui yo, fue México” decía el cónsul.
Cuando México rompió relaciones con el gobierno de Vichy fue Gilberto Bosques quien presentó la nota de ruptura. Dias después el consulado fue tomado por la Gestapo que confiscó el dinero habido allí y detuvo a Bosques, a su esposa María Luisa Manjarréz, a sus hijos Laura María, María Teresa y Gilberto Froylán, de 17, 16 y 14 años y a los 43 empleados de la embajada. Se les condujo a la comunidad de Amélie-les-Bains para mas tarde recluirlos en un pequeño hotel en el pueblo alemán de Bad Godesberg donde después de un año fueron canjeados por prisioneros alemanes.
Don Gilberto Bosques ha sido llamado “el Schlinder mexicano” al comparársele con Oskar Schindler, un judío-alemán, miembro activo del partido nazi, espía y colaborador del Tercer Reich denunciando a partisanos en la Checoslovaquia ocupada y luego en Polonia. Cierto que salvó de los campos de concentración a alrededor de mil doscientos judíos pero lo que ocurrió fue que negoció con la Gestapo que los enviaran a sus fábricas de menaje de cocinas que abastecían al ejército nazi. Y mantuvo a esos judíos “salvados por él” en condiciones de esclavitud. Lo que hizo por ellos fue, en los hechos un muy lucrativo y perverso negocio.
En cambio Bosques Saldivar, considerado uno de los hombres más brillantes y orgullo de la diplomacia mexicana, firmó 40 mil visas a los perseguidos por el fascismo y sufrió prisión él mismo, con su familia.
Junto con su familia don Gilberto Bosques regresó a México en abril de 1944. Miles de refugiados españoles y judíos lo esperaban en el propio andén de la estación de ferrocarril entre un júbilo desbordante; lo cargaron en hombros: Era el México generoso y libre que ellos exaltaban en Gilberto Bosques.
Bosques Saldívar fue luego designado embajador de México en Portugal, Finlandia, Suecia y de 1953 a 1964 lo fue en Cuba donde vivió el triunfo de la guerrilla encabezada por Fidel Castro y la postura inflexible de México ante el intervencionismo norteamericano contra el nuevo gobierno de la isla.
Don Gilberto Bosques falleció en la Ciudad de México el 4 de julio de 1995 cuando estaba por cumplir 103 años de edad.