Poder y dinero
Le ceden país al narco
El mismo día que en Los Pinos se desarrollaba el show político de rematar vehículos blindados propiedad del gobierno federal, la ciudad de Zamora era tomada por hombres armados a bordo de decenas de camionetas, último modelo, con el logo del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Mientras en la capital del país se quiere dar la imagen de que ya no se necesitan vehículos blindados y eran lujos neoliberales, en Michoacán los narcos asesinan a policías municipales y exhiben armamento de alto poder en camionetas rotuladas con la misma naturalidad con que se trae el logo de CFE o de Conagua.
Ojo, se le está entregando parte el país al narco.
También en Michoacán y ese mismo día, en La Huacana, un grupo retuvo a militares y negoció que les devolvieran armamento incautado, incluido un fusil Barret, con capacidad de atravesar blindajes y tirar helicópteros.
¿Y quiénes eran los secuestradores de militares?
“El pueblo”, “tú mándalas (las armas y una camioneta) a nombre del pueblo”, le dijo uno de los secuestradores, vía telefónica, al teniente coronel con que negoció el canje.
Cero respeto por las Fuerzas Armadas.
¿Para qué meten al Ejército a zonas conflictivas si tienen orden de no responder a los ataques?
¿Por qué se permite que bandidos humillen así a nuestro Ejército?
“Es mejor la prudencia que el autoritarismo”, dijo ayer el presidente al referirse a este caso.
Vivimos en el mundo al revés: el monopolio del uso de la fuerza lo tiene el narco, y el Estado obedece.
El Cártel Jalisco Nueva Generación toma Zamora, mata policías municipales, exhibe una impunidad asombrosa y la federación no reacciona.
Otro contingente armado aprehende a militares y los canjea por armas y una camioneta.
Pregunto: ¿para eso queremos una Guardia Nacional? ¿Para que observe cómo el narco toma el control del país?
Es de una ingenuidad pasmosa creer que con programas sociales el CJNG va a dejar las armas, devolver sus camionetas blindadas y se va a poner a sembrar arbolitos.
Al narco se le combate, no hay de otra. Y a eso ha renunciado el actual gobierno, lo dice y lo confirma.
Con la pasividad federal ante la embestida de los grupos criminales, sólo se logra que éstos incrementen su poder. No olvidar, son bandas asesinas.
Los crímenes -que en este arranque de sexenio superan a cualquier otro año en nuestra historia posrevolucionaria-, no son cometidos por el Ejército ni por el gobierno, sino por los cárteles que cada día son más poderosos debido a la indecisión de los gobernantes.
Con la estrategia de la pasividad y “la prudencia”, hay más muertos y el narco gana terreno en el territorio nacional.
El acuerdo para pacificar al país no funciona con la permisividad a las bandas criminales.
La pax narca la pagaremos todos.
Además, no hay tal paz.
Dijo ayer el Papa Francisco, refiriéndose a México, que pactar con el narco es pactar con el diablo. Tiene razón.
Los grupos criminales le pierden el respeto a nuestras Fuerzas Armadas, y la ciudadanía deje de confiar en ellas como garantía de orden y autoridad.
El Ejército es nuestra última barrera de contención frente a la barbarie de los grupos criminales, y se está permitiendo que lo humillen.
Lo que sucede es peligroso en extremo, para la población y para nuestra soberanía.
El día en que nuestras Fuerzas Armadas estén completamente rebasadas por los grupos criminales como los que vimos en acción el domingo en Zamora, ¿quién va a frenar los crímenes de los narcos? ¿Quién va a poner orden?
Los vacíos siempre se llenan, especialmente si somos vecinos de la primera potencia militar del mundo.
A eso nos arriesgamos al contemplar, impávidos, cómo los ejércitos irregulares se apropian de regiones del territorio, secuestran militares, canjean armamento por soldados, exhiben un poderío que deslumbra a la población, y aumenta el número de asesinados por ellos con absoluta impunidad.
El Estado mexicano parece borrado en algunas regiones del país.
Y se dedica al show político de subastar coches blindados en Los Pinos, como si no se necesitaran.