Elección cerrada en EU; de México solo referencias a la violencia
¡AMLO SIN MÁSCARAS!
¡GRACIAS PRESIDENTE!
¡Fuera máscaras…!, parece la consigna presidencial al llegar el octavo mes del fallido gobierno de López Obrador.
Y es que finalmente la terca realidad se encargó de exhibir al verdadero presidente mexicano; intolerante a la crítica y aspirante a una prensa domada; déspota y autoritario ante el reclamo popular y gustoso de los lujos de un Virrey que, a partir de hoy, vivirá en un museo llamado Palacio Nacional.
¡Fuera máscaras…!, pareció decir el presidente mexicano al desechar los modestos y molestos Tsuru y Jetta, para viajar por todo el país en lujosas camionetas blindadas desde donde ya no logra ver y tampoco pulsar al México pobre, porque viaja como “gobierno rico”.
¡Fuera máscaras…!, ordenó el nuevo Virrey mexicano, quien a partir de hoy vive y despacha –simultáneamente–, en Palacio Nacional; Virrey al que le pareció poco la Residencia Oficial de Los Pinos, que olvidó el humilde “depa” de Copilco y hasta se le hizo chiquita la colonial Casa de Campaña.
¡Fuera máscaras…!, porque no habrá más engaños como aquel de que “¡no más gobierno rico y pueblo pobre!”, porque el Virrey mexicano ya vive y duerme en las lujosas habitaciones de Palacio; porque saborea el mondongo y las garnachas en el lujoso comedor de Palacio, bajo los candiles centenarios y porque su sueño se hizo realidad; vivir como nadie en México, como Virrey.
¡Fuera máscaras…!, porque de viva voz, el presidente mexicano derribó “el mito” de que la democracia mexicana es respetuosa de la libertad de expresión y de la prensa libre. Lo cierto es que por mandato del Virrey, en el México de hoy, la expresión libre de las ideas ya no es más la reina de las libertades democráticas, sino la esclava del tirano.
Hoy, en el México del siglo 21 y por orden del Virrey López, los medios deben ser aliados del reino y los periodistas deben “portarse bien” con el Virrey, con su Corte; deben elogiar las políticas de cambio y ay de aquel que se atreva a cuestionar, a criticar al Virrey, porque entonces caerá sobre su cabeza todo el peso del espionaje virreinal.
¡Fuera máscaras…!, porque tanto articulistas, como editorialistas y hasta columnistas de todo el territorio deberán tomar partido a favor del Virrey Andrés; pensar y opinar igual que el tirano mexicano, porque la Pragmática del Virrey ordena que los próceres del periodismo están al servicio de todas las ocurrencias virreinales y, en lugar de opinar, deberán aplaudir; en lugar de criticar, deberán elogiar.
¡Fuera máscaras…!, porque se acabó el molesto cuento de que “primero los pobres”; porque la realidad confirma que los primeros desempleados son los pobres, los más afectados por la falta de guarderías son los pobres, porque la peor educación, la peor salud, los peores servicios, son para los pobres.
¡Fuera máscaras…!, porque cuando los pobres y los desposeídos reclaman y exigen –como exigieron y reclamaron los desempleados en San Luis Potosí–, entonces aparece el verdadero López Obrador; tirano que exige obediencia ciega, que ordena docilidad total, que prohíbe las marchas y las movilizaciones, porque ya no son herramientas válidas; ya no valen porque el Virrey López es el único llamado por la luz divina para protestar, realizar plantones y manifestaciones callejeras.
“¡No merezco ese trato!”, gritó descompuesto, fuera de sí el Virrey a una plebe que, por horas, lo siguió para exponer su desempleo a cuestas; “¡son provocadores y no me dejo chantajear por nadie!”, grita a los desempleados el rey de la provocación, del chantaje; el político que maltrata a todo un país y que destruye toda una democracia, como la mexicana.
En efecto, hoy nadie se puede llamar a engaño, a sorpresa; hoy nadie pude argumentar que no sabía quién es López Obrador.
Y es que el presidente mexicano se quitó las máscaras que por años utilizó como “instrumento engañabobos” y se exhibió tal cual; retrato en sepia y de cuerpo completo.
Y por eso, frente a esa forzada honestidad presidencial, porque al fin podemos ver al presidente de carne y hueso, debemos decir “¡gracias, presidente Obrador!”.
Gracias porque ya no engaña a nadie; gracias porque se quitó la careta de demócrata, de humilde, de amoroso amante de los pobres; gracias porque nos regaló una calca del “no les pago para que me peguen” de López Portillo.
Gracias, porque al exhibir que siempre soñó vivir como Virrey, se ganó a pulso el mote del “Virrey de México”.
Y si, sólo falta confirmar su nuevo nombre; Porfirio Andrés Díaz Obrador.
Al tiempo.