Y si gana Kamala la pregunta es: ¿A México le irá mejor?
El Ejército, López y su asesor mentiroso
(Con indignación por el crimen de Miroslava Breach en Chihuahua, segunda periodista asesinada en esa entidad en tres meses)
López Obrador quiere meter cizaña en el Ejército con miras a las elecciones del próximo año.
Por eso acusa a los mandos y exime “al pueblo uniformado”.
Juega con fuego.
La respuesta del Ejército a López Obrador y otros actores políticos fue seria, profesional, sin prepotencia y bien documentada.
Ayer AMLO volvió al ataque al acusar a los presidentes Peña y Calderón de haber ordenado acciones militares que acabaron en masacres.
En Washington, donde dijo que “el reclamo (por los 43 normalistas) tiene que ser a Peña, a las Fuerzas Armadas, a quienes intervinieron en ese crimen, no a nosotros”, iba acompañado de un entusiasta personaje en eso de culpar al Ejército por el crimen de Iguala: John M. Ackerman.
AMLO acudió a la sede de la CIDH de la OEA, en Washington, acompañado de Ackerman.
Es el mismo que el 26 de septiembre pasado escribió en La Jornada:
“El comandante del 27 batallón de infantería en Iguala, José Rodríguez Pérez, quien se encontraba festejando con Abarca y Pineda la noche del 26 de septiembre (cuando ocurrió el secuestro y masacre), también ha gozado de absoluta impunidad”.
Ackerman asegura que el comandante del 27 batallón de infantería festejaba con los autores intelectuales de la masacre que estaba en curso. ¿Hay alguna prueba de eso? ¿Una sola? ¿O son ocurrencias de quien quiere, de manera alevosa, acusar al Ejército?
Y López Obrador, ¿por qué lo lleva a Washington si es un mentiroso contumaz?
Dice Ackerman en ese mismo artículo que el secretario de Seguridad Pública de Iguala, Felipe Flores, quien “tendría toda la información sobre las complicidades más altas en el caso, hoy dos años después todavía se encuentra prófugo de la justicia, probablemente resguardado y protegido por las mismas fuerzas federales y militares de quienes recibía órdenes aquella fatídica noche”.
Es decir, la policía de Iguala, que secuestró y entregó a los sicarios de Guerreros Unidos a los 43 normalistas, recibía órdenes de “fuerzas federales y militares”, según Ackerman.
¿Alguna prueba? Ninguna. Y por cierto, Flores ya fue detenido, está preso.
Un año antes, el 24 de septiembre de 2015, Ackerman escribió: “Los expertos internacionales han revelado la abierta complicidad tanto de la Policía Federal como de las fuerzas militares con el crimen de lesa humanidad cometido contra los normalistas”.
Falso. El GIEI en su informe jamás acusa al Ejército. ¿Por qué miente Ackerman? Y AMLO lo llevó a Washington. Comparte sus ideas, de lo contrario no lo lleva.
Afirma Ackerman en ese artículo: “Aquella noche (del secuestro y masacre), los jóvenes primero fueron encerrados, por el chofer, dentro del autobús en que viajaban, y posteriormente acosados durante tres horas por narcopolicías y militares con el fin de dar una lección a los activistas”.
¿De dónde saca esa acusación Ackerman, que no está en ningún expediente? ¿Cómo AMLO lo lleva a la Comisión de Derechos Humanos de la OEA? Lo lleva porque están en la misma sintonía.
Antes (24 de noviembre 2014), también en un artículo referido a los normalistas de Ayotzinapa, Ackerman escribió que “las fuerzas armadas y los aparatos de seguridad han recurrido a las viejas prácticas de represión y de miedo”.
De ahí viene la idea de López Obrador de que no va a usar al Ejército para “reprimir” al pueblo.
¿Dónde ha reprimido el Ejército? Sólo en la mente de López Obrador y de su ayudante Ackerman