De norte a sur
La cena de anoche en Palacio Nacional que comprometió a empresarios a aportar dos mil millones de pesos para la rifa de una aeronave que no se va a rifar, tiene un solo nombre: extorsión.
En el lugar de cada uno en la cena había una carta-compromiso para comprar entre veinte y 200 millones de pesos en cachitos de Lotería.
Cien empresarios deberán comprarle “voluntariamente” al gobierno boletos por la cantidad mínima de 20 millones de pesos cada uno. Y si diera la casualidad que alguno de ellos tuviera la suerte de ganarse el premio mayor, obtendría… 20 millones de pesos.
Un prominente empresario, nada contento con la invitación a la cena de anoche, le preguntó en la semana a un asesor suyo:
-¿Voy o no voy?
-Si vas, al registrarte en la entrada de Palacio será igual a firmar un pagaré por 20 millones de pesos. Tú sabes.
-Sí, lo sé. Pero ya me dijo Poncho (Romo) que si la cena es un fracaso él ya no tiene nada que hacer ahí.
-¿Y Poncho nos ha ayudado en algo?
Desconozco si ese empresario asistió o no a la cena que convocó el Presidente López Obrador y que operó el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo. Sin embargo la preocupación no era sólo suya, sino de distintos industriales, comerciantes, hombres de negocios, que recibieron la llamada para acudir a la cena de los dos mil millones de pesos en Palacio Nacional.
¿Iban o no iban?
A nadie se la ha olvidado la frase del amigo muy cercano del Presidente y actual director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II:
“Si los empresarios no jalan, ¡exprópialos Andrés Manuel!”.
Esa ala del gobierno está vivita y coleando, cobra fuerza, está en el corazón del Presidente.
Mientras los –por así llamarlos- moderados y con una idea de país totalmente distinta a la del “grupo histórico” de AMLO, sueñan con que su jefe no cometerá demasiados estropicios y les caerá del cielo una candidatura presidencial dentro de tres años.
Los hechos hablan, y hablarán todavía más cuando se presente el plan de infraestructura del sector energético, programado para este fin de semana.
Veremos si la relación AMLO-empresarios tiene o no sustento en la realidad, o es un vínculo basado en la hipocresía entre quienes se repelen pero, por ahora, les conviene aparentar exactamente lo contrario.
El punto es que anoche los empresarios se vieron forzados a ir a Palacio Nacional a cuadrarse con dos mil millones de pesos para la rifa de un avión que no se va a rifar.
La invitación, obviamente, fue planteada como “voluntaria”.
Y si alguien cree que es libre de decir no a esa pantomima, ¿cómo le va a ir con el SAT?
Tal vez no pase nada, pero tal vez sí. ¿Se la juegan? Ahí está la nuez de la extorsión.
Hay una Ley de Extinción de Dominio que les puede quitar todo con la sola acusación y sin la sentencia de un juez.
Al frente de la Unidad de Inteligencia Financiera está una persona que hace lo que le dice el Presidente, como lo aclaró el propio mandatario en una de sus conferencias matutinas, en enero.
Todos saben que es falso aquello de “quien nada debe, nada teme”. Eso no existe en los gobiernos autoritarios, como el que encabeza López Obrador.
A cualquiera le puede caer una auditoría o una investigación de la UIF y ser acusado de “viajar mucho a Guatemala, que es un comportamiento típico de los narcolavadores de dinero”, como señalaron desde Palacio Nacional a un pariente del titular de la (autónoma) Comisión Reguladora de Energía, que después de eso renunció al cargo, aterrado.
Los empresarios dirán si se puede convivir con un gobierno que los extorsiona para financiar una vacilada. Porque después de ésta habrá otras y otras. Así funciona la dinámica de la extorsión.
Tal vez sí, si se entienden para objetivos comunes y las aportaciones sean, efectivamente, voluntarias. No parece ser el caso. Lo veremos en el programa de infraestructura y en el rumbo que tome la embestida contra el INE.