De norte a sur
Luego de que las autoridades de salud se equivocaron y dejaron a la población suelta en el periodo de primeros contagios externos, ahora que comienza la fase de dispersión local del virus la estrategia gubernamental debiera de salirse del cerco de las mañanas en Palacio Nacional y construir un equipo plural de especialistas que tomen el control de las acciones bajo la coordinación ejecutiva del presidente de la República.
La sociedad vive el desconcierto de un presidente que anda suelto por todo el país y órdenes de salud de confinamiento casi total en las casas. Y no puede dar imagen de liderazgo un funcionario de segundo nivel –el subsecretario Hugo López-Gatell– que no es capaz de someter al presidente de la República a los dictámenes que imponen a toda la población.
La explicación de la movilidad presidencial es clara: dar la imagen de menos estridencia y mostrar a un presidente trabajando. Pero la pandemia apenas ha comenzado a causar estragos en la población. España se tardó en imponer decisiones y el presidente Sánchez se la pasó justificando la tardanza y hoy ese país está en segundo lugar de infectados. México puede seguir ese camino: impuso el confinamiento después de un largo periodo de permisibilidad en circulación, lo que ha provocado contagios que hoy están estallando en enfermos y fallecidos.
El escenario previsible tiene dos pistas: las cosas siguen igual y se aguanta por fuerza personal presidencial de miles de infectados y varios cientos de fallecidos o el presidente retoma el control de la pandemia con un gobierno de guerra contra el virus. El actual gabinete es inexistente, el gabinete de salud lo controla un subsecretario que se la pasa explicando lo que el presidente está haciendo. El rostro de angustia de López-Gatell repitiendo tres veces, subiendo la voz en cada un quédense en casa contrasta con el presidente de la República en giras con temas menores.
Viene una crisis de salud, una crisis infecciosa, una afectación de millones de personas enfermas y una recesión que podría llevar al PIB a un sótano de -7% a -10% y la necesidad de una reconstrucción económica total para los próximos diez años, a una situación que sencillamente destruyó el modelo previsto en la campaña y en la toma de posesión.
Lo ideal sería un gobierno de emergencia nacional; pero bastaría con un nuevo gabinete de salud con las figuras experimentadas que están emitiendo llamados de cordura y explicando los efectos de la pandemia, con el presidente de la República coordinando las acciones en Palacio Nacional, sin salir y mostrando que los expertos no sometidos al poder tienen la facultad de encarar la emergencia.
La crisis nacional por la pandemia apenas está llegando, pero nadie y nada garantiza que nos vayamos a salvar. Y vienen tres tiempos previsibles: el efecto destructivo de la crisis de salud, el desplome de la economía productiva y la incertidumbre si el gobierno no lee el colapso de la estructura nacional. El presidente batalla contra molinos de viento, que no son, por cierto, las hojas de los ventiladores creadores de energías, sino los analistas que disfrutan la crítica aprovechando las imágenes presidenciales.
Ahora más que nunca se requiere de un gobierno de unidad nacional al frente de la crisis, con cuando menos tres programas de emergencia: de salud, de recesión y de cohesión nacional. El presidente de la República cuenta con un sólido liderazgo por sus luchas en el pasado, pero no le alcanza para la dimensión de la crisis que está estallando en salud y espacios sociales y la económica inevitable.
El inicio de las cifras de infectados y fallecidos es el momento clave para una propuesta de liderazgo y una recomposición de las tareas ejecutivas del Estado –no sólo del gobierno–. La crisis no se puede encarar un invisible secretario de Salud al frente del Consejo de Salubridad General y subordinado al ejecutivo. Lo que está en riesgo con la actual crisis y que no estuvo con los terremotos y la del H1N1 no es Morena ni el grupo gobernante, sino, como en las crisis de 1981-1982 y de 1994-991, la existencia de México como nación viable.
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Temores infundados. El presidente López Obrador dice que no se va a aislar porque entonces los conservadores tomarían el control del país. El asunto es más simple: el presidente y su partido controlan la Suprema Corte, las dos Cámaras, tienen mayoría en diez de quince gubernaturas del año próximo, la tendencia de votos de Morena es mayoritaria, el gabinete es absolutamente lopezobradorista, las dos armas son leales a las instituciones y desde cualquier confinamiento puede tener el control del país. Así que los conservadores están en minoría y no podrían tomar el poder.
Política para dummies: La política es sinónimo de liderazgo; así de sencillo.