Historias Surrealistas/Javier Velázquez Flores
Desde el inicio del fin de semana previo al primero de junio, fecha en la que inicia el desconfinamiento, la población salió a la calle sin precaución ni protecciones. Desde la ventana se ven rostros sin cubrebocas ni caretas, la mayoría sonríen y son muy pocos los que caminan, manejan o se trasladan en algún transporte con alguna medida de defensa contra el virus que ya cobró la vida de casi 10 mil personas y no menos de 90 mil están contagiados, aunque haya “otros datos”.
Este lunes, dicen las autoridades, inicia la “nueva realidad”.
La economía se reabre para el respiro del 60 por ciento de las familias que sobreviven en la informalidad y no sobre la base de una plataforma planeada y estructurada en la suficiencia de datos que permitan a los ciudadanos comprender el desafío que representará convivir con un violento virus contra el que no hay vacuna ni tratamiento eficaz y de una estructura productiva que debe despertar de un estado de coma inducido globalmente.
Nadie duda que dejar atrás las actividades suspendidas durante largas semanas descubrirá un panorama diferente al que se vivió antes de la cuarentena, porque ahora las condiciones de salud son incompatibles con la producción y porque no se observan esquemas de política pública capaces de resolver eventuales rebrotes del COVID-19 con cuerpos sanitarios suficientemente protegidos y que, al mismo tiempo, la reactivación económica sea segura para los trabajadores.
La duda y la inseguridad acompañan el arranque de esta etapa porque, de acuerdo con los criterios oficiales, salvo el estado de Zacatecas el país no logra niveles de control de la enfermedad de coronavirus.
México está atrapado por decisiones frívolas, a pesar de las señales de máxima alerta sanitaria y crisis económica.
No hay certidumbre de que las unidades hospitalarias cuenten con la capacidad para detectar o atender casos nuevos, que las empresas dispongan de la capacidad suficiente para replantear su producción ni que existan planes alternativos o datos suficientes del gobierno federal y de los estados para reorientar la reactivación económica ante una nueva emergencia.
Lo que determinó el final de la cuarentena bautizada como “Susana Distancia” es el capricho por retomar las giras presidenciales para promover proyectos y programas alejados de las urgentes necesidades y problemas creados por la emergencia sanitaria. Las soluciones económicas que se lanzarán durante esta semana serán de empleos temporales con baja remuneración y carentes de aportaciones tecnológicos que promuevan bienestar, además de que son zonas con baja capacidad sanitaria no solo para enfrentar al COVID-19 sino para resolver sus problemas endémicos.
Por el lado económico, no hay información suficiente para emprender la reapertura sin que se propague el virus porque la misma autoridad federal ha desestimado la importancia que ha mostrado el distanciamiento, el aseo personal y el uso de cubrebocas como medida preventivas, además de que no existen brigadas gubernamentales para monitorear a las cadenas de valor para alertar de desviaciones sanitarias o para modelar con los empresarios las nuevas rutinas productivas.
El objetivo real del tramo que inicia es de preparación para que el primero de julio entre en funcionamiento el Tratado Económico México, Estados Unidos y Canadá, el TMEC.
No en balde, el sector automotor retoma desde ahora sus labores, al igual que la minería y de las cerveceras, pero es marginal lo que se hace en favor del sector de los servicios cuando es aquí donde se concentra la mayor parte de los empleos del país, ya sea en los ramos turístico, restaurantero o comercial, tanto formal como informal que seguirán deambulando en la incertidumbre y sin medidas de protección.
Lo más cercano a lo que viene es lo que se escuchó de una pareja de novios mientras se despedían de besito al pie del microbús:
−Pero mañana si te pones el cubrebocas desde la mañana, no te vayas a contagiar. Acuérdate que tienes problemas de azúcar− dijo la muchacha con seriedad.
−No te preocupes, acá traigo a mi virgencita y, como sea, mañana ya es… la nueva realidad.
El microbús arrancó con el estruendo del escape roto y, desde el estribo, él coquetamente le hizo un guiño ladeando ligeramente la cabeza.