Historias Surrealistas/Javier Velázquez Flores
El jueves en Guadalajara comenzó la descomposición violenta del país. Violencia política y criminal. No va a ser nada fácil para la oposición quitarle el poder a la 4T.
Obviamente coordinadas por manos obscuras del poder estuvieron el asalto al Palacio de Gobierno en Jalisco y la agresión a edificios particulares, coches y tiendas en Polanco, en la Ciudad de México.
Se les va a salir de las manos el clima de violencia que de manera verbal y física alientan el Presidente de la República y los operadores de Morena.
La muerte de Giovanni López fue un crimen perpetrado por policías municipales se Ixtlahuacán de los Membrillos hace poco más de un mes, y sus autores están siendo detenidos y procesados.
Pero el gobierno federal, su partido y su maquinaria de propaganda han hecho una campaña para desestabilizar con violencia al más importante líder de oposición, que podría unir al PAN, al PRI y demás fuerzas contrarias al gobierno de López Obrador.
Había otro antes que él, pero ya no está: Rafael Moreno Valle.
Manos de Morena y sus peligrosos aliados están en lo ocurrido en Guadalajara y en Polanco. Jueves y viernes.
Esas coincidencias en política no existen. Además, por las fotos, pintas, videos y declaraciones públicas se les reconoce.
Hoy en El Financiero se publican algunos nombres y grupos. Faltan los aliados criminales, pero son del dominio público.
A Enrique Alfaro le mandaron agitadores profesionales a incendiar la calle, que lo mismo aparecen en la capital jalisciense por “la muerte Giovanni”, que organizan mítines en Mexicali para cerrar una fábrica de cerveza a punto de inaugurarse.
¿A poco ellos se pagan el boleto de un lugar a otro, estancia, alimentos y movilización?
Y gastan sus ahorros porque creen que el gobernador Alfaro es culpable de un crimen cometido por agentes municipales de Ixtlahuacán de los Membrillos.
¿Van espontáneamente a Baja California a agitar porque piensan que Constellations Brands puede limitar el flujo de agua a algunas colonias de Mexicali?
No señor, así no es.
México es empujado hacia una inmensa efusión de odio alentada por López Obrador con su golpeteo cotidiano a “los ricos”, “los conservadores”, algunos medios, y a periodistas que son “voceros de los privilegiados”.
Si la economía, la salud y la seguridad van en picada, es culpa de los malvados que señala el Presidente.
Ese odio que comienza a derivar en violencia política, se promueve y potencializa desde las sofisticadas estructuras en redes sociales armadas en el entorno presidencial (ver reportaje de Neldy San Martín en Proceso de esta semana).
Como el gobierno no sabe qué hacer con el país que se le desbarata entre las manos, a pesar de tener todo el poder y el apoyo para hacer los cambios anhelados por la mayoría, recurren a la promoción de la violencia.
AMLO lo hace con agresividad verbal, lo que se traduce en violencia.
¿Vieron las pintas en Polanco, cuando los encapuchados rompieron cristales, coches y fachadas de casas y edificios?
Eran contra “los blancos” de esos barrios. Odio a “la burguesía”. “Para que haya un rico se necesitan mil pobres”. Mueran los ricos. El Presidente dice que no sabe qué hacer con ellos.
Como dijo Héctor Aguilar Camín, a los “ricos” ya les debería caer el veinte que primero los van a usar, luego los van a expropiar y después los van a desaparecer.
Pero antes, agrego yo, los van insultar y agredir sus domicilios y propiedades. Están siendo apestados en su propia tierra.
Es la “revolución” de la que habla el Presidente en su entrevista con Epigmenio Ibarra. Ya empezamos a ver que “México habrá de vivir días y meses estremecedores y luminosos, en que los ojos del mundo voltearán a vernos”, como dijo el director de Argos, al cabo de la conversación en Palacio.
Ante el fracaso de su gobierno, consciente o inconscientemente AMLO nos empuja a la violencia.
No corrige nada y sus radicales, apóstoles de la moral pública, juegan con bombas y queman policías, destazan en cartones la honorabilidad de un líder opositor (Alfaro), mueven a sus camisas pardas para amedrentar a los “blanquitos” con una tarde de cristales rotos en Polanco.
La descomposición se da en medio de una pandemia en que el gobierno ha mentido hasta la saciedad. Primero dijo que no iba a pasar nada porque no llegaba ni a influenza. Luego que morirían entre cinco mil y máximo seis mil personas. Después, que treinta mil. Dos días después, 35 mil. El reciente jueves, que 60 mil.
No tienen la menor idea.
Estamos absolutamente desamparados.
Igual que en economía. Cero. No dan una.
Culpan de los malos servicios de salud al doctor José Narro, un brillante médico, honesto, un lujo de servidor público al que la SFP pidió auditar sus cuentas y bienes, así como los de su esposa.
Además de ineptos, son gente mala.
Culpan al doctor Julio Frenk, autoridad mundial en su área de conocimiento, creador del Seguro Popular, perfeccionado luego por la doctora Mercedes Juan, que cerró las rendijas a la corrupción. Por eso no han encontrado nada qué castigar.
Ahora empezamos a ver violencia inducida, controlada, pero se les saldrá de las manos cuando se le acaben los ahorros a los 12 millones 500 mil mexicanos que perdieron sus trabajos y sus ingresos en abril (INEGI).
Y cuando llegue el hambre a 10 millones de personas que pasarán a pobreza alimentaria este año (Coneval), por culpa del gobierno que no hizo ningún plan de defensa del empleo.
Había mil alternativas. La propuesta más reciente: que el gobierno ponga un tercio del sueldo, el empleador otro tercio, y el trabajador acepte una reducción de un tercio de sus ingresos. Nada. El dinero se va al tren, a Pemex, la refinería.
La frustración por las expectativas no cumplidas por un candidato que prometió bienestar para todos y provoca muerte, desempleo y hambre en amplios segmentos de la población, que no la conocían, harán que se desborde en brotes de violencia.
Y no necesariamente contra el gobierno, sino hacia quien se ponga enfrente. Los “ricos”, los “conservadores”, y los periodistas “voceros de la mafia” primero.
No hay escapatoria a las penurias que nos esperan. En esa espiral entramos el jueves en Guadalajara.
El peor error y el más dañino para México sería que algunos respondieran con violencia a la violencia.
Frente a ello las únicas herramientas son la democracia y la palabra.