El agua, un derecho del pueblo
ORDEN, ONRADEZ, ORNATO
El título de esta columna es un homenaje al gran Palomo, que durante años iluminó con su humor las páginas del viejo unomásuno, porque ese lema, con la obligada errata de onradez, era el del dictador de su tira cómica llamada El Cuarto Reich. Lo que hoy vivimos, y su similitud con nuestra 4T, la trajo a mi anquilosada memoria. Para los muy jóvenes estoy seguro que no dice nada, pero para los que vivíamos aquella epopeya periodística que abría una ventana al enrarecido clima de opresión que sufríamos los periodistas jóvenes de entonces, tenía un gran significado.
Resumía, por decirlo así, el clima de amenazas que se cernían sobre un continente amenazado por tiranías de distinto signo. Estamos hablando de inicios de los años 80 del siglo pasado. Ahora vivimos, no sólo en México, una amenaza similar.
Todas las dictaduras intentan empezar de cero, borrar la historia para plantarse como el hito que permitirá refundar la historia. Lo hicieron Hitler, Mussolini, Stalin; en América, ya en este siglo, Hugo Chávez y su Revolución Bolivariana, cómo no, igual que antes Roosevelt y su New Deal, que tanto nos recuerda el MAGA trumpiano (Make America Great Again). En este cuadro de honor se inscribe la 4T, con su planoplia multicolor incapaz de definirse, y que igual reclama un antes y un después, porque como repite hasta la saciedad el Gran Líder, “no somos iguales”, por más que lo parezcan y que las pruebas de la corrupción en que viven, y de la que la mayoría viene, muestre lo contrario. Son los mismos priistas (o panistas, o sinarquistas) vergonzantes, intolerantes, represores, mochos, conservadores, de esos que sufríamos los mexicanos hasta que logramos echar al PRI del poder; o renegados de una izquierda elemental, de los que se quedaron con las tesis del XVIII Brumario, es decir en la repetición de la historia como farsa (Marx dixit); pero son, sobre todo, ricos vergonzantes.
Viene todo esto a colación en estos momentos cuando los pleitos de la Nomenklatura, también Nueva) deja que se muestren los surcidos, los pespuntes, de esa vestimenta que soñaron cota de malla inexpugnable, la de la onradez al estilo del Cuarto Reich, aunque también podría considerársele del Tercero.
Los miembros de esta cofradía quisieran que no se notaran los relojes de 15 mil dólares, ni las multimillonarias cuentas bancarias, y mucho menos las propiedades que acumulan sin recato y tratan de esconder mediante maromas legales. Ahí está el imperio inmobiliario de Bartlett, los departamentos de lujo en Houston de los secretarios Sánchez Cordero y Jiménez Espriú, los cobros por “asesorías” por más de siete millones de pesos en el último año del secretario Durazo, cantidad que casi triplica la que obtiene como florero en la dependencia que jura encabezar; los negocios sucios de Polevnsky, Ana Gabriela Guevara o el presidente del Senado, y desde luego de la más reciente revelación periodística de las casas y terrenos de Irma Eréndira Sandoval, de la Función Pública, que ha superado ya la imagen de su antecesor, Virgilio Andrade, el amigo de Peña que los exoneró a él y a Videragaray. Ella se exonera a sí misma.
Hablamos no sólo de fraudes o fortunas adquiridas, para decir lo menos, de manera poco transparente. Lo que es relevante es que todos parecen avergonzarse de ella, por más que la disfruten, y que deja ver en ellos una contradicción que nos remite a los tiempos del ex regente de la Ciudad de México, quien aseguraba que “un político pobre es un pobre político”. Los de la 4T, puede usted jurarlo, no están en esa condición.