Ráfaga
En un salto estratégico del trapecio mediático sin red protectora, el periódico español El País regresa a México después de su fracaso con un socio del grupo político de Enrique Peña Nieto. Y ahora lo hace para confrontar al presidente López Obrador, quien lo ha exhibido en sus conferencias matutinas como un diario con intereses de grupos de poder económico-empresarial.
La nueva etapa de El País en México es más modesta porque se trata sólo de una sección digital en su página web general, junto a la que dedica a América, EE UU y Brasil. No se trata, tampoco, de una novedad: para irrumpir en el debate ha contratado a articulistas mexicanos críticos que ya cuentan con su propio espacio, por lo que no abre ningún nuevo canal y suele ser repetitivo.
En su época anterior, El País tuvo como socio a Roberto Alcántara, uno de los hombres ricos de México y empresario del autotransporte, vinculado al grupo de Peña Nieto en el Estado de México y otros socios menores que recibían contratos del gobierno de Peña sólo por su relación con el presidente de la república. En esos años, El País fue complaciente con el sistema priísta.
El sitio El Español ha revelado los intentos de la Moncloa de tomar el control del periódico en Madrid, aunque en los análisis mexicanos siempre han visto a El País como un vocero de los gobiernos socialistas. El actual presidente de El País es socio de Santander, de Ana Botín, un banco que tiene enormes intereses en México; la propia Botín ya se reunió con López Obrador, pero no pasa semana sin que el presidente mexicano lance algunos dardos envenenados a El País por textos y articulistas. En este sentido, En Palacio Nacional de México se cree que El País está defendiendo intereses de inversionistas españoles hoy repudiados por López Obrador.
El espacio de El País a México no tiene que ver con la comunidad mexicana en España, calculada en casi 50 mil personas entre residentes y descendientes. Por tanto, la política editorial de El País quiere influir en el rumbo político de México, aunque su edición impresa ya cerrada se regalaba en restaurantes y hoteles porque no se vendía y ahora sólo circulan en redes los artículos más críticos.
Ante el deterioro de la prensa mexicana hasta finales del reinado priísta en el 2000, los medios extranjeros comenzaron a descubrir México. Hoy en día hay ediciones en español para México en The New York Times y The Washington Post, pero en el mismo estilo que El País: una redacción con pocos reportes interesantes y sólo contratación de críticos que ya tienen sus espacios locales. Es decir, ya no existe valor agregado. Vía redes y sin respetar derechos de autor, en México circulan las ediciones íntegras de The Economist, The Financial Times, Le Monde, El País y El Mundo, entre otros.
La prensa mexicana Salió del espacio de dominación del PRI después de la crisis política por el movimiento estudiantil del 68 y tuvo cuando menos veinte años de conquista de libertad de crítica. El ciclo neoliberal iniciado en 1982 desdeñó a la prensa. Sin embargo, la prensa mexicana tiene el gravísimo problema del financiamiento de sus ediciones: el principal anunciante es el gobierno y la empresa privada está sometida a los dominios autoritarios del presidencialismo; en 1972 los empresarios boicotearon al periódico Excelsior en su mejor época. Hasta la fecha, los empresarios privados nacionales y extranjeros están sometidos a los hilos autoritarios del Estado y del presidencialismo.
Hasta hoy tres periódicos españoles replican en la prensa mexicana: El País con sus propios espacios, El Mundo con ocho páginas diarias asociado al periódico Milenio de empresarios regiomontanos y una edición impresa de La Razón vinculada a la versión autónoma de Las Razón de México. En redes, sólo los textos críticos de El País tienen circulación, aunque sin reflejar en realidad algún factor de presión real.
El problema radica en que la sociedad mexicana no es muy dada a asumir el papel político de la prensa como un factor de equilibrio. Los medios extranjeros que incursionan en México tienen la expectativa equivocada de que pueden meterse en el debate por la crítica, pero resulta que en México no existe en realidad debate político en la sociedad. La oposición, precaria en su dimensión y en su impacto político, desdeña a la prensa y se queda en sus espacios reducidos del rumor y la insidia.
Con una sociedad desarticulada, sin partidos de oposición fuertes y con una prensa debatiendo sólo con el poder, el escenario mediático mexicano ha perdido sus referentes. Se requiere de una prensa que eduque, que concientice y que le dé al lector herramientas para interpretar su entorno y sus expectativas. Pero todos quieren criticar y debatir de manera directa con el presidente de la república, sin entender que sus destinatarios deben ser los grupos sociales oscurecidos por las redes, el escándalo y la polarización.
Sigue vigente el criterio del Decreto para la Libertad de Imprenta del 10 de noviembre de 1810 emitido por las Cortes de Cádiz con un planteamiento original: “la facultad individual de los ciudadanos de publicar sus pensamientos e ideas políticas es no sólo un freno de la arbitrariedad de los que gobiernan, sino también un medio de Ilustrar a la Nación en general, y el único camino para llevar al conocimiento de la verdadera opinión pública”.
La transición mexicana a la democracia no tuvo su transición de prensa. Y no la tendrá mientras no haya una sociedad que busque ideas, ni una oposición inteligente, ni un empresariado que financie la crítica.
@carlosramirezh