De norte a sur
Por casi 20 años, López Obrador recorrió el país con una de las más poderosas proclamas electoreras: “¡primero los pobres!”.
Durante todo ese tiempo y, sobre todo en julio de 2018, muchos millones de los 30 que lo hicieron presidente le creyeron y confiaron en su promesa de gobierno y, sobre todo, pensaron que ahora sí saldrían de la postración.
Sin embargo, a dos años de iniciado el gobierno de AMLO, los pobres no sólo se han multiplicado sino que son el sector más castigado, más abandonado y hasta parece ser la clase social más odiada por el presidente mexicano.
Por eso la pregunta.
¿Puede seguir, el presidente Obrador, pregonando la grosera cantaleta de “¡primero los pobres!”?
Sobre todo cuando mueren niños por falta de medicamentos en el IMSS; cuando medio millón de pobres ya no reciben leche Liconsa; cuando la violencia y la pandemia golpean a los más pobres; cuando cada día son más los pobres, más los desempleados y cuando la inflación y el alza en los combustibles pega más a los que menos tienen.
Lo cierto es que el ”¡primero los pobres!” no fue más que otro de los muchos pronunciamientos mentirosos del candidato López Obrador quién, ya presidente, se burla todos los días de los pobres, a los que multiplica con sus políticas fallidas.
Y si aún lo dudan, basta recordar que Liconsa dejó de repartir leche subsidiada a casi medio millón de mexicanos de escasos recursos, además de que incrementó el precio del producto lácteo en 150 por ciento y eliminó de su padrón de abasto a 67 de los municipios más pobres del país.
Así lo demuestra un estudio de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, el que además revela que al tiempo que deja sin leche a medio millón de mexicanos pobres, Liconsa entregó contratos presuntamente irregulares a Alejandro Puente, por cuatro mil millones de pesos, a pesar de que se trata de un empresario vinculado con actos de corrupción y que no cuenta con experiencia en esa rama industrial.
Pero tampoco es la primera ocasión en que el presidente Obrador ofende a los que menos tienen. En junio pasado, por ejemplo, López sorprendió a propios y extraños con la puntada de que el delito de secuestro sólo afecta a los mexicanos pudientes, no a los pobres.
Se trata, como queda claro, de otra mentira del presidente, ya que los mexicanos pobres son las víctimas más frecuentes no sólo de la violencia en general, sino del secuestro, como lo demuestra un estudio realizado por la reputada organización Alto al Secuestro, de Isabel Miranda de Wallace.
Dice la ONG que “el secuestro es un delito que no distingue clases sociales, edad, género u ocupación”, además de que “el delito de secuestro hoy lo sufren, primordialmente, los trabajadores, los asalariados, estudiantes, comerciantes informales… debido a que los delincuentes obtienen una menor cantidad de dinero, pero en tiempo mucho más corto y con un riesgo menor”.
Peor aún, de enero de 2018 a abril de 2020, se registró el secuestro de cuatro mil 227 personas, de las cuales 828 son mujeres. Eso equivale a que casi el 20 por ciento de los secuestrados en México son contra mujeres; y entre los estados con más mujeres secuestradas están Veracruz y Ciudad de México.
Pero tampoco ahí termina el problema.
Todos los días, en casi todo el país, se llevan a cabo “secuestros exprés” y/o “secuestros virtuales”. El primer caso lo padecen los más pobres, los que viajan en el autobús o “la micro” y que durante dos o tres minutos son secuestrados a bordo del vehículo respectivo, amenazados de muerte y despojados de todo su patrimonio.
El caso de la pandemia de Covid-19 es otro ejemplo de que las políticas equivocadas del gobierno de Obrador han golpeado a los más pobres. Y es que distintas estimaciones sobre el perfil de los 65 mil fallecidos a causa del virus, revelan que casi el 50 por ciento de las víctimas mortales son pobres.
Además, la crisis sanitaria provocada por el gobierno –al desmantelar buena parte del sistema de salud–, dejó sin atención médica precisamente a los más pobres. Y el mejor ejemplo es el de una menor que murió en el IMSS –recientemente–, luego que los médicos argumentaron que no pudieron hacer nada “porque no hay medicamentos oncológicos”.
La violencia criminal, por su parte, atrapa a los más pobres, a quienes se encomiendan las tareas de mayor riesgo –sicarios, orejas, mulas y matarifes–, en las bandas criminales. Por eso, se estima que hasta el 80 por ciento de las víctimas de esa violencia criminal son pobres.
Y, por si fuera poco, muchos de mexicanos indocumentados que trabajan en Estados Unidos, salieron de familias pobres, a las que llegan las remesas que el presidente Obrador alardea como un logro de su gobierno.
¿Qué va a informar López Obrador en su mensaje por el segundo año de gobierno? ¿Se atreverá a aceptar que del potente “¡primero los pobres!” no queda nada? ¿Reconocerá que, en los hechos, “mandó al diablo a los pobres”? ¿O, de plano, volverá a mentir, como es su costumbre?
Al tiempo.