Muere hombre calcinado al quemar pastizales en Santa Cruz Quilehtla
PATZCUARO, Mich., 2 de noviembre de 2020.- En medio de la pandemia y con estrictas medidas sanitarias de usar cubrebocas y gel antibacterial para evitar contagios de Covid 19, en la región del Lago de Pátzcuaro ni el coronavirus, ni el intenso frío, ni la pobreza en que viven impidieron a los indígenas purépechas acudir a los cementerios a venerar a sus fieles difuntos, en un reencuentro con los que ya no están, mediante ceremonias de velación que surgieron hace 499 años.
Acompañados por sus familiares y en un ambiente de magia, colorido y rezos ante altares adornados con flores de cempasúchil y velas, centenares de nativos de la zona lacustre, fieles a sus tradiciones y costumbres revivieron con devoción y fe el ritual de velación pagano-religioso de la tradicional Noche de Muertos, cuyas ceremonias han perdurado dentro del marco de su genuina naturaleza e identidad.
A pesar de la crisis económica, en la zona lacustre que incluye los municipios de Tzintzuntzan, Quiroga, Erongarícuaro y Pátzcuaro, sobrevive esta tradición desde su surgimiento en la época prehispánica.
La singular e impresionante ceremonia de velación conocida en purépecha como Animecha Kejtzitakua, se llevó a cabo en los 25 cementerios de la región, entre los que están los de de Pátzcuaro, Cuanajo, Tupátaro, Tzintzuntzan, Jarácuaro, Huecorio, Tzurumútaro, San Pedro Cucuchucho, Ihuatzio, Arócutin, Santa Fé de la Laguna y Erongarícuaro, así como en las islas de Janitzio, Yunuén, La Pacanda y Urandén.
Con el aroma de las flores de las ofrendas, la espectacularidad de las celebraciones pagano-religiosas de la Noche de Muertos en la zona del Lago de Pátzcuaro en Michoacán ha cobrado ya renombre internacional.
Movidos por la fe, muchos de los indígenas pidieron dinero prestado para adquirir las flores, panes, frutas y los alimentos que les gustaban en vida a sus familiares fallecidos, para instalar sobre los sepulcros sus altares en los panteones, frente a donde los velaron y recordaron con la mirada triste y prudente satisfacción.
Con sus ropas humildes y algunos con gastadas suelas en sus zapatos y otros con sus huaraches viejitos, los purépechas mujeres y hombres, jóvenes, adultos y ancianos con sus hijos y nietos no faltaron a su compromiso de acudir a los panteones. Cerraron el panteón de Tzurumútaro En Tzurumútaro, municipio de Pátzcuaro, el panteón estuvo abierto por la tarde y después de las veinte horas cerraron sus puertas y sólo se permitieron entrar a familiares de los indígenas purépechas a sus ceremonias de velación.
Incluso, no dejaron pasar a la secretaria de turismo del gobierno michoacano, Claudia Chávez López.
Mientras, en Tzintzuntzan, donde mucha gente que hasta bandas musicales llevó al interior del panteón, ante lo cual la autoridad municipal amagó con cerrarlo para evitar un descontrol, lo cual no ocurrió.
Sin embargo, llevó a cabo labores de sanitización en las cercanías del cementerio.
En tanto, en Santa Fe de la Laguna, municipio de Quiroga, hubo muchos visitantes y personas de la localidad sin cubrebocas ni gel antibacterial.
Asimismo, el presidente municipal de Pátzcuaro, Víctor Báez Ceja expresó su respeto a las costumbres y tradiciones de los indígenas purépechas y señaló que las autoridades privilegiaron garantizar la salud de los visitantes.
La Secretaría de Seguridad Pública reportó saldo blanco durante la celebración de Noche de Muertos en la zona lacustre en donde sin importar las restricciones por la pandemia del Covid, los turistas visitaron varios lugares de la región, donde se implementó un operativo de seguridad para los visitantes.
En Janitzio repican las campanas
El ambiente de Janitzio y de las demás islas y poblados en la víspera del día de muertos es de gran fiesta, hasta que empieza el lúgubre tañer de las campanas.
Al conjuro mágico de los sonoros bronces, las almas de ultratumba se presentan y los vivos, mujeres y niños, como fantasmagóricas figuras, van llegando silenciosas al panteón para buscar las tumbas de sus deudos.
Negras siluetas van apareciendo por doquier.
Llenas de amor van llegando almas piadosas con las ofrendas, cortan flores, llevan dulces, consagran alimentos como panes y frutos que tanto deleite causaron en vida al difunto.
Con ellas erigen un altar sobre la tumba y se sientan resignadas y llorosas a contemplar las llamas de los cirios y hacen oraciones por sus muertos.
Las velas y cirios van encendiéndose y de pronto el camposanto iluminado parece una ascua de luces misteriosas.
A intervalos se arrodillan ante la cruz que indefectiblemente preside el rito, y quedan pensativas como evocando a los difuntos añorando su presencia.
Una campana colgante del arco que da acceso al cementerio, discreta y tristemente tañe toda la noche llamando a las ánimas a que se presenten a la gran ceremonia.
El cementerio se inunda con el eco de los cantos en purépecha, llenos de suaves cadencias que imploran el descanso para las almas de los ausentes y la felicidad de los que quedan en la tierra.
Los hombres, desde las afueras del camposanto, contemplan atentos lo que ocurre dentro del panteón.
Un deber sagrado para con los difuntos Para los indígenas de la isla, participar en este tradicional ritual, es un deber sagrado para con los difuntos.
Janitzio es una de las bellas islas del Lago de Pátzcuaro que impresiona por la forma y belleza de sus construcciones, donde sobresalen las blancas paredes con techos de madera y teja, diseminadas en forma disímbola por la isla.
Tiene además Janitzio, un nombre y celebridad debidamente conquistados por la celebración de la “Noche de Muertos”, el día 1 y 2 de noviembre.
Aunque las celebraciones son las mismas en toda la región lacustre, se le han otorgado a esta isla como ejemplo.
Toda la vida de la isla vibra en torno a la ceremonia de velación.
La leyenda en la isla de Janitzio De acuerdo a la leyenda, en esta noche, al ocultarse el astro brillante surgen las sombras de Mintzita, hija del Rey Tizintzicha y de Itzihuapa, hijo de Taré y Príncipe heredero de Janitzio.
Locamente enamorados, Mintzita y Itzihuapa no pudieron desposarse por la inesperada llegada de los conquistadores.
Preso ya el Rey padre de Mintzita, por Nuño de Guzmán, quiso la Princesa rescatarlo ofreciéndole un tesoro que se encontraba bajo las aguas, entre las islas de Janitzio y La Pacanda.
Y cuando el esforzado Itzihuapa se aprestaba a extraerlo, se vio atrapado por veinte sombras de los remeros que lo escondieron bajo las aguas y que fueron sumergidos con él. Itzhihuapa quedó convertido en el vigésimo primer guardián de la riqueza.
Empero, en la noche del día de muertos, al lúgubre tañer de los bronces de Janitzio, despiertan todos los guardianes del tesoro y suben la empinada cuesta de la isla.
Los dos príncipes, Mintzita e Itzihuapa, se dirigen al panteón para recibir la ofrenda de los vivos a las luces plateadas de la luna.
Ahí, ambos espectros se musitan al oído palabras cariñosas y ante las llamas inciertas de los cirios, se confunden y ocultan de las miradas indiscretas de los vivos.
En tanto, las estrellas fulguran intensamente, las campanas repican y abajo, las aguas del lago gimen como un alma en pena.
UBICACIÓN
El Lago de Pátzcuaro y su isla de Janitzio, cerca de donde también se encuentra Tzintzuntzan, la otrora capital del imperio purépecha, se ubican a 60 kilómetros de Morelia, capital del estado de Michoacán, que se comunica por dos carreteras, una que parte de la federal 15 en Quiroga y otras dos modernas de cuatro carriles por Tiripetío y Cuitzeo.