Declaraciones de México y Oaxaca
Los bucaneros
La expropiación de la industria petrolera del 18 de marzo de 1938, asestada por el gobierno de un país periférico y dependiente en contra de las naves insignia del imperialismo planetario, desencadenó una onda expansiva que alborotó mercados financieros, círculos diplomáticos y medios de comunicación de un mundo que se aprestaba a la guerra.
Los medios de Estados Unidos y de Gran Bretaña dedicaron amplios espacios al lance. Reseñaron puntualmente el insólito espectáculo de una nación tercermundista enfrentada con agallas al poder de los consorcios petroleros. Muchos periódicos fueron la artillería pesada en la guerra de propaganda contra el gobierno de Lázaro Cárdenas.
El grueso de la información se originaba en Nueva York, Washington, Chicago, Los Ángeles y Londres, con datos servidos por la Standard Oil y demás empresas expropiadas. El diario yanqui que cubrió el evento de manera más directa, consistente y sistemática fue The New York Times a través de su corresponsal Frank L. Kluckhohn, y sus notas eran frecuentemente retomadas por otros medios.
No faltaron los “enviados especiales” a la escena del crimen. Anita Brenner, del New York Times Magazine, Betty Kirk, del Christian Science Monitor, Adamatios Theophilus Polyzoides, de The Los Angeles Times, entre otros, desembarcaron en el Valle del Anáhuac.
El 28 de marzo, diez días después de la expropiación, The New York Times publicó una nota de seis párrafos dando cuenta de la visita de 118 representantes de la California Press Association a México y su recorrido de dos semanas por el país. La nota fue: “El misterio de la expropiación es saber si México va a conseguir el dinero para pagar por las propiedades confiscadas”.
Si bien no se registraron casos de violencia física durante la recuperación de las instalaciones petroleras, algunos incidentes se desproporcionaron para dar la idea de una persecución como la que sufrieron los extranjeros durante el alzamiento de los bóxers en China a principios de siglo.
El 22 de marzo, el New York Times publicó una nota de primera plana, firmada por Kluckhohn, con la cabeza: “35 americanos huyen de la zona petrolera mexicana; británicos en éxodo – Salen apresuradamente del Istmo de Tehuantepec luego de amenazas de muerte a extranjeros – Se reporta la detención de un ciudadano – Se dice que un ejecutivo de una subsidiaria de la Standard fue detenido por trabajadores en Tampico”.
El supuesto incidente fue reproducido por otros diarios y se generó un ambiente de alarma. Pero en los informes de la Embajada gringa el hecho se consigna como una fricción pasajera y los involucrados aclararon que el “enfrentamiento” había sido una discusión sobre los tiempos y la forma en que las oficinas debían ser entregadas a los representantes del sindicato. Ni el New York Times ni Kluckhohn aclararon posteriormente la información.
Otro tema inducido para alarmar a los públicos anglosajones fue la venta de petróleo mexicano al Eje, a la que Cárdenas se vio obligado por el boicot de las petroleras al aceite mexicano después de la expropiación. No se aludía a los negocios de la Standard Oil con esos mismos países, pues eran los mexicanos quienes habían gravitado a la esfera de influencia del fascismo. Fue hasta después del ataque a Pearl Harbor cuando Washington tomó acciones contra la Standard por escamotear carburantes a las fuerzas armadas de su país mientras entregaba combustible a los submarinos y aviones alemanes.
Otro tema que no fue incorporado con el valor informativo que sin duda tenía, fue la reiterada promesa del gobierno cardenista de que las empresas serían compensadas de manera justa y equitativa conforme a la ley mexicana. Lo que se publicaba eran informaciones sesgadas. Las empresas tasaban en 450 millones de dólares instalaciones cuyo valor desde 1935 el Departamento de Comercio de Estados Unidos había estimado en 69 millones de dólares y el gobierno de México en 64 millones.
Como dato interesante, los hábitos personales de austeridad, trabajo y honradez del presidente Cárdenas sí encontraron espacio en muchas de las informaciones… pero al lado de sus simpatías “procomunistas” y “prosocialistas”. Se le describía como un hombre de buena voluntad que conducía al país hacia un “Estado totalitario”.
Aunque la mayoría de los editoriales, como las noticias, atacaban al cardenismo, hubo excepciones. El 10 de abril, Bertram D. Hulen en el New York Times se congratuló de que las relaciones entre México y Estados Unidos hubiesen salido airosas de la tormenta ocasionada por la expropiación.
Polyzoides, enviado de The Los Angeles Times, reportó que entre los mexicanos privaba una fuerte corriente de simpatía hacia Estados Unidos, que Japón y Alemania tenían poca estima, que los principales diarios coincidían en que México pagaría su deuda petrolera y que la expropiación era un asunto doméstico y no internacional.
En el New York Times Magazine, Anita Brenner elogió los programas sociales del presidente Cárdenas que permitieron que muchos mexicanos “comprendieran por primera vez que eran ciudadanos con derechos” y dieron a los campesinos la esperanza de una vida segura y con comodidades.
Bruce Rae, editor adjunto del New York Times, entrevistó al presidente Cárdenas y recogió la invitación personal del Primer Mandatario a las empresas para buscar en forma conjunta un arreglo.
Randall Pond escribió en la revista católica Commonweal: “Cualquier estadounidense que haya conocido aunque superficialmente los métodos de las empresas petroleras en su propio país, bien puede imaginarse lo que una llamada ‘nación atrasada’ debe sufrir cuando uno de los más poderosos monopolios internacionales deja caer todo su peso para obtener el oro negro”.
Hugh Morgan juzgó que “La prensa estadounidense examinó a la presidencia de Lázaro Cárdenas a partir de sus propios prejuicios y sus informaciones raramente fueron nutridas por el entendimiento de la dinámica de la sociedad mexicana o por el conocimiento de la historia de México”.
En aquel clima antimexicano destacó el caso de The Atlantic, la revista liberal fundada en 1857 por Ralph Waldo Emerson, Henry Wadsworth Longfellow, James Russell Lowell y Oliver Wendell Holmes.
Su director en 1938, Edward Weeks, vendió a la Estándar Oil el prestigio labrado durante 81 años a cambio de un plato no de lentejas, sino de petróleo. De sus prensas y con su pie de imprenta apareció una execrable pieza de propaganda antimexicana: The Atlantic Presents. Trouble Below the Border. Why the Mexican Struggle is Important to You *. A juicio de personajes de la época, esta fue una de las más extremas muestras de villanía y deshonestidad periodística jamás documentada.
Un funcionario del Departamento de Estado en Washington le confirmó al embajador Josephus Daniels la prostitución de la revista. Sin sutilezas el diplomático expresó su indignación: “Lo más bajo a que llegó la propaganda en contra de México fue de la revista Atlantic, una de mis favoritas a lo largo de mi vida hasta que se degradó entregándose a los intereses petroleros. Cayó de las alturas al más profundo abismo y se ganó el desprecio de todos quienes vieron que una revista que durante mucho tiempo gozó de la confianza popular había perdido la decencia, como lo fue, cuando abrazó la campaña de las compañías de petróleo que deseaban que Estados Unidos le declarara la guerra a México”.
Otra revista, The Nation (que acusó a la prensa gringa de cubrir la expropiación “con la eficacia de un Estado totalitario”), analizó el caso de The Atlantic Presents… Descubrió que el impreso no fue enviado a los suscriptores normales de la revista y que utilizó para su distribución las listas de correos de un frente de propaganda de la Standard Oil, el llamado “Comité de relaciones mexicanas”,
“Así -dijo la revista- una publicación que se presenta como fuente de información indispensable sobre la crisis mexicana, depende principalmente de la buena voluntad del más activo enemigo de México”.
En términos semejantes se expresó Jesús Silva Herzog, para quien la publicación trataba de crear una psicosis en el pueblo estadounidense a fin de que apoyara la petición hecha en repetidas ocasiones por los representantes de las empresas ante el Departamento de Estado para mandar a los marines a México.
Al igual que los gatos, The Atlantic echó arena para tapar su vergüenza y nunca se refirió públicamente al episodio que denigró los ideales establecidos por los fundadores en la Casa Parker de Boston: “Una publicación de ideas, ajena a toda camarilla o partido”.
Busqué a los directivos de la revista en busca de mas información sobre el episodio. Una vocera primero negó la existencia de un folleto titulado The Atlantic Presents… Insistí. Me aseguró que nada parecido se encontraba en el archivo histórico. Pero confrontada con una copia de la portada del suplemento, respondió lacónicamente que era política de la empresa “no comentar lo publicado” por sus predecesores editoriales.
Ochenta y tres años no han sido suficientes para que los bucaneros estén dispuestos a revisar su historia.
21 de marzo de 2021
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