Declaraciones de México y Oaxaca
En su momento, el presidente Zedillo llevó a cabo una guerra contra la crisis económica que heredó; batalla motejada como “el error de diciembre”.
A su vez, el presidente Fox encabezó la mayor guerra conocida contra la opacidad y a favor de la transparencia.
En tanto, en su presidencia, Felipe Calderón lanzó una guerra sin tregua contra el crimen organizado; batalla que hoy fue abandonada por el gobierno de AMLO y que empoderó como nunca a los cárteles criminales.
Y Peña Nieto intentó una guerra a favor de la creación de fuentes de trabajo; combate que consiguió dos millones de empleos.
Sin embargo, y por increíble que parezca, la guerra del presidente López Obrador es una guerra contra la verdad.
¿Una guerra contra la verdad?
Sí, López lucha a favor del engaño y la mentira; guerra que llegó al extremo de recurrir al mayor absurdo imaginable; engañar con la verdad.
¿Y cómo se logra el engaña con la verdad?
Elemental, cuando la verdad es la excepción del discurso oficial y cuando la regla es la mentira oficial.
Y el mejor ejemplo es que todos mienten a toda hora en el gobierno de AMLO; desde el presidente, pasando por sus secretarios de Estado, por los gobernadores de Morena, dirigentes del partido y legisladores; todos “mienten como respiran”.
Por eso, mentira y engaño son la principal política pública de Estado en el gobierno de la inexistente “honestidad valiente”.
Incluso, como todos saben, Obrador ya aparece en los compendios de marcas mundiales por haber formulado más de 60 mil mentiras en solo 31 meses de gobierno, lo que significa casi 2 mil mentiras al mes; o si se quiere, 70 mentiras al día, lo que al mismo tiempo se traduce en 3 mentiras cada hora. Un verdadero récord global.
Es decir, el presidente mexicano es el campeón mundial del engaño, la mentira y, sobre todo, campeón en deformar la realidad.
¿Y por qué no pasa nada cuando se comprueba que el presidente Obrador es el más mentiroso del mundo y acaso de la historia?
No pasa nada porque López y sus propagandistas –igual que los propagandistas de Hitler–, consiguieron que el ciudadano promedio viera la mentira como normal y como parte de su vida cotidiana.
En pocas palabras, resulta que muchos millones de mexicanos ven como algo normal que el presidente los engañe. Peor aún, el día que muchos de esos ciudadanos no son engañados, piensan que algo malo está pasando en México y hasta llegan al extremo de reclamar su dosis mañanera de mentiras.
Y si lo dudan, vale recurrir a Fernando Savater, el autor español que, por ejemplo, dice en su clásico “Ética para Amador”, que, si los potenciales electores escucharan la verdad de los aspirantes a un cargo público, nadie votaría por tal político.
¿Por qué?
Porque según Savater, los votantes esperan su dosis diaria de mentiras para creer en las promesas de un político.
Pero también es cierto que AMLO no es el único presidente, dictador y/o político mentiroso y hasta “engañabobos”.
Por ejemplo, la historia registra al ruso, Joseph Stalin, no sólo como uno de los tiranos más crueles, sino como aquel que –con mayor eficacia–, consiguió ganar “la guerra contra la verdad”.
Es decir, Stalin fue un dictador no solo capaz de esconder a los ojos del mundo atrocidades que se vivieron bajo su tiranía, sino que a través de la mentira y el engaño logró imponer su versión y su realidad no sólo a millones de soviéticos sino al mundo entero, que por décadas no vio las atrocidades del estalinismo.
Por ejemplo, en su momento, Stalin fue capaz de modificar la realidad de la hambruna y la muerte de miles de croatas, por inanición, en una supuesta prosperidad que engañosamente fue exhibida en reputados diarios, como el New York Times.
En el México de hoy, igual que en el estalinismo, la realidad no sólo ha sido trastocada sino sustituida por la verdad oficial; por la verdad del tirano López Obrador, quien todas las mañanas le dice a sus creyentes y al mundo que es lo que deben creer y qué deben rechazar, cual es la verdad oficial y cual la realidad alterna.
Y lo peor del caso es que el tirano López parece que día a día gana terreno en la guerra contra la verdad.
¿Por qué?
Porque cada hora sus mentiras son mayores, más escandalosas, pero menos cuestionadas. Cada día los ciudadanos mexicanos se acostumbran a ser engañados con la verdad y cada hora se tragan miles de mentiras del tirano de Palacio.
¿Quién será capaz de poner alto?
¿Hasta cuándo?
Al tiempo.