Libros de ayer y hoy
Cortejar siempre será de mal gusto y hacerlo desde el poder incomoda y preocupa. A los peores presidentes de México les ha dado por cortejar al pueblo; no suena mal, pero es mejor gobernar bien, aunque implique abandonar la práctica de halagar al respetable.
Esa es una de las querencias de López Obrador, al tiempo que le da por la ofensa y la majadería por igual, a instituciones como la UNAM, CIDE, INE, Corte, Tribunal Electoral, que a quienes las representan o incluso a particulares, empresas o personas.
Elogiar la pobreza y condenar la legítima aspiración de mejorar resultan en cortejo y ofensa, al igual que la austeridad como expresión pública interesada, no como forma de vida, carece de valor.
Para ofender, el Presidente invoca libertad de expresión, sin advertir que es un derecho de los ciudadanos; las autoridades tienen obligaciones, y con relación a la comunicación están sujetas al respeto, a la objetividad informativa y a no emitir juicios de valor, opiniones o señalamientos que puedan afectar a personas.
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