Inseguridad y violencia no paran
La elección presidencial rumbo al 2024 arrancó “a tambor batiente”.
Arrancó luego que se conocieron los resultados de la elección del pasado 5 de junio, del 2022, en donde el partido oficial se alzó con una victoria de cuatro a dos.
Es decir, que el presidente y su partido, Morena, le arrebataron a los opositores del PRI, PAN y PRD cuatro gobiernos estatales, de seis en disputa; todos mediante elecciones de Estado y narco-elecciones.
Pero la verdadera noticia es que la madre de todas las batallas arrancó en todos los frentes de manera simultánea; una batalla total que confirma que en los próximos 24 meses veremos una carnicería épica.
Y es que al tiempo que se produjo el banderazo de salida en el escenario natural de la batalla por la presidencial del 2024 –en el escenario político–, también se abrió un peligroso frente mediático que ratifica el endurecimiento de la censura oficial –la censura de Palacio abierta y clara–; además de que apareció el frente de las amenazas de prisión y muerte no sólo para los críticos, sino para los disidentes.
En pocas palabras, a partir de hoy veremos a políticos en abierto choque con el gobierno y con el presidente, en tanto que el gobierno de López se volcará en una feroz persecución de opositores, a los que sacará no solo “trapos sucios” sino acusaciones falsas y dolosas para desacreditarlos.
Es decir veremos la guerra total.
Y, por ejemplo, ya empezamos a ver el endurecimiento de la censura dictada desde Palacio, no solo a medios sino a periodistas, articulistas y editorialistas, a quienes abiertamente ya doblaron a favor del presidente, de su partido y de sus candidatos rumbo al 2024.
Pero, sobre todo, veremos el incremento de las amenazas de muerte a políticos y críticos, en medio del alza exponencial de los crímenes políticos, no solo para callar sino para desaparecer adversarios.
En realidad volveremos a los tiempos pre-civiles en donde las batallas políticas se libraban mediante la plata y/o el plomo; con el peso del poder presidencial sometiendo a políticos, medios y doblando a periodistas y, en especial, con los crímenes ejemplares.
Sí, por descabellado que parezca y por absurdo que resulte.
Y, en el primer caso, en el frente político de los opositores, se produjo un peculiar “descontón” al presidente mexicano a quien la Alianza Va Por México declaró una “moratoria constitucional”.
¿Y eso qué significa?
Poca cosa, quiere decir que dirigentes y legisladores del PRI, PAN y PRD no aprobarán en el Congreso de la Unión una sola de las iniciativas enviadas por el presidente, en especial su destructiva Reforma Electoral, que pretende dar el tiro de gracia al INE.
El golpazo, como era de esperar, enfureció a López Obrador, quien acusó a los opositores “de bloquear, no ayudar, estorbar y no proponer nada”; una victimización que desató la furia de las redes sociales, ya que muchos malquerientes de López le respondieron con el clásico: “el burro hablando de orejas”.
¿Por qué?
Porque no se necesita ser analista político y menos tener bola de cristal para entender que el maestro del bloqueo, de la protesta callejera y de estorbar las acciones de gobierno, se llama López Obrador.
¿Olvidó el presidente el bloqueo de Reforma; olvidó los éxodos de Tabasco al entonces DF; olvidó las tomas al Zócalo? ¿Ya olvidó López la quema de pozos petroleros en Tabasco; ya olvidó el no pago a la CFE?
Sí, el cinismo del presidente fue tal que hasta se aventó la puntada de recordar el refranero popular. “mucho ayuda el que no estorba…”, dijo.
Sí, de Risa loca.
Pero la respuesta oficial vendrá de todos los frenes del Estado. Es decir, que pronto veremos que se lanzará todo tipo de acusaciones contra los líderes del PRI, PAN y PRD y contra sus gobernadores, legisladores y hasta contra grupos empresariales preocupados a favor de la defensa de la democracia.
Sí, a la par que veremos escándalos reales de corrupción, también seremos testigos de nuevas campañas presidenciales de difamación y calumnia.
Por lo pronto, el líder del PRI, Alejandro Moreno, ya es víctima de una campaña de descrédito. Y sólo es eso, porque si existieran pruebas reales de corruptelas ya habría sido enviado a la cárcel.
Por su parte, críticos del gobierno de AMLO, como la senadora Lily Téllez y la periodista Anabel Hernández, denunciaron amenazas en su contra a través de plataformas digitales.
En el primer caso, la ex conductora de televisión reveló que en la red social de su principal colaborador se recibió una presunta amenaza de muerte proveniente del grupo criminal motejado como CJNG.
A su vez, poco después de asegurar que existe una alianza entre el presidente López Obrador y el “cártel de Sinaloa”, fue jaqueada una cuenta de la red social de la periodista Anabel Hernández, a quien también amenazaron de muerte. Por esa razón canceló su cuenta del “pájaro azul”.
Apenas el pasado sábado se informó, en Sonora, que el gobierno de Alfonso Durazo decretó la muerte de “la nota roja”. Es decir, los periodistas que informen sobre hechos violentos –en uno de los estados donde reina el crimen organizado–, serán sancionados con hasta 10 años de cárcel. En pocas palabras, la censura total, al mejor estilo de las dictaduras.
Pero el caso más sorprendente es el del periodista Joaquín López Dóriga, quien en sus redes sociales dio a conocer que no entrevistará más a los jefes de los partidos que integran la Alianza Va por México.
¿La razón?
Según el periodista, no entrevistará más a Marko Cortés, líder nacional del PAN y a Alejandro Moreno, jefe del PRI, “¡porque le mintieron a los ciudadanos!”.
López Dóriga dijo que en una reunión editorial con Grupo Fórmula, se acordó no entrevistar a los jefes de esos partidos, “por mentirosos”.
Sin duda una poderosa razón periodística que, sin embargo, no muestra el mismo racero con el presidente mexicano, a su vez el más mentiroso de la historia.
Y si ese fuera el criterio editorial para los medios, recomendado desde Palacio, el primero al que nadie debía darle voz es a López Obrador; un presidente que en 43 meses de gobierno ha formulado poco más de 60 mil mentiras a los mexicanos.
Lo cierto es que desde Palacio salió la orden para que sean callados en todos los medios, tanto conductores de noticias, como opinantes y críticos, de radio, televisión y prensa escrita.
En pocas palabras, en los próximos 24 meses seremos testigos de una de las mayores persecuciones políticas y periodísticos de la historia; una campaña de exterminio de críticos y disidentes, para dejar el camino libre al Maximato de López Obrador.
Al tiempo.