Morelia, Mich., 11 de agosto, 2017.-No debemos adelantarnos a los hechos en torno a las acusaciones que hay en contra del futbolista mexicano Rafael Márquez y el artista grupero Julión Álvarez. Pero en un país en seria descomposición social no debe extrañarnos.
A menos a nivel rumor se ha dicho que importantes políticos de nuestro país han estado involucrados en actividades ilícitas. Ambos personajes están presuntamente vinculados con el narcotraficante Raúl Flores Hernández, “han actuado como testaferros para él y su organización, y tienen bienes en su nombre, de acuerdo con una investigación de la Oficina de Control de Bienes de Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos” (La Jornada).
El escándalo está hecho, como ha ocurrido antes, cuando muchas personas han sido juzgadas mediáticamente antes de llegar a los tribunales. Pero también es verdad que personajes de la política, la empresa y de otros sectores sociales han sido cuestiones por haberse involucrado en actividades ilícitas.
México se ha consolidado como el país de la corrupción, en los grupos que son factores reales de poder hay personas que están involucradas en graves ilícitos, pero la gente sólo supone porque se mencionan muchos nombres, pero no hay elementos para fundamentar tales acusaciones.
La degradación social se ve reflejada con mayor magnitud en los grupos más vulnerables porque no sólo aportan la mano de obra barata, si también son los peones de actividades ilícitas, y los que han muerto por miles. Nada es aislado, todo se relaciona, y México vive uno de sus peores momentos porque la delgada línea entre política y delito, cada vez es más invisible.