Para Contar/ Arturo Zárate
De manera formal arrancó el proceso de elección presidencial en Estados Unidos para 2024 con una anticipación acreditada a la movilización del expresidente Donald Trump para obtener la candidatura del Partido Republicano, en tanto que el presidente Joseph Biden anunció ayer martes 25 que competiría en las internas demócratas para ser candidato por segunda vez a los 80 años.
Aunque lo más recomendable sea que México se deslindara de esa competencia porque ninguno de los dos aspirantes ha entendido la lógica de los intereses nacionales mexicanos, Trump trae una agenda mexicana que le dio resultados en 2016 y 2020 y que el fracaso migratorio de los presidentes Obama y Biden y la verdadera invasión actual de extranjeros que están reventando las dos fronteras estadounidenses se han convertido en un problema de seguridad nacional para la Casa Blanca.
La migración ilegal, el narcotráfico, la presencia creciente de cárteles criminales mexicanos en Estados Unidos, la pérdida del control de seguridad nacional de la frontera física entre los dos países y las economías de los dos países en proceso de declinación están prefigurando un escenario candente en la competencia presidencial estadounidenses de 2024 y están previendo reacciones mexicanas en los próximos meses por circunstancias de coyuntura y con efectos en el clima electoral americano.
Ni Biden ni Trump tienen posibilidades de presentar alguna estrategia coherente en los temas que involucran a México, con la circunstancia agravante de que el presidente mexicano López Obrador se ha entendido mejor con Trump porque carece de un pensamiento estratégico de presiones y menos con una Casa Blanca de Biden que sigue sin entender la lógica nacionalista coyuntural de la actual administración federal mexicana.
Del lado mexicano, el dato mayor ofrece un panorama de confusión política: un creciente nacionalismo del presidente López Obrador, una diplomacia que no ha podido separar la coyuntura de la estructura, tres precandidatos oficiales morenistas y uno extraoficial rigurosamente controlados y sobre todo la toma de decisiones unilaterales del jefe del Ejecutivo federal que están trastocando las relaciones transexenales entre los dos socios.
A ello se agrega el hecho de que la oposición fragmentada y minoritaria sólo ha podido construir un precario discurso confrontando las decisiones del presidente López Obrador apelando a mayor intervencionismo de la Casa Blanca en asuntos mexicanos para debilitar a Palacio Nacional, aunque a costa de apuntalar enfoques intrusioncitas de Washington.
La posibilidad de que la competencia por la presidencia en EU sea entre Biden y Trump está creando un marco estratégico que influirá en la definición del candidato presidencial mexicano al introducir el factor prioritario de imponer los intereses nacionales mexicanos en la relación bilateral y la decisión oficial del Gobierno de Estados Unidos –demócratas y republicanos– de impedir el crecimiento de las corrientes nacionalistas y populistas dentro de la sociedad mexicana, al mismo tiempo que mandar el mensaje de que el próximo presidente estadounidense –sea Biden o Trump– aumentará las presiones de Washington para subordinar los intereses mexicanos a la prioridad de los intereses estratégicos americanos.
Ninguno de los dos precandidatos presidenciales estadounidenses tiene clara conciencia de una agenda mexicana viable, por la dimensión de los problemas: migración, tráfico de drogas, creciente presencia de cárteles mexicanos dentro de EU y el listado de confrontaciones-paneles de quejas americanas por el nacionalismo estatista mexicano en el Tratado de Comercio Libre es mucho mayor a la capacidad de decisión para buscar un entendimiento bilateral. La Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos quiere imponer los intereses americanos en la agenda de problemas mexicanos, incluyendo la militarización republicana de la política de seguridad estadounidense en México y la imposición unilateraldemócrata desde el enfoque intervencionista que quisiera subordinar de manera pública y directa las políticas del Gobierno mexicano.
Por lo pronto, ninguno de las cuatro corcholatas morenistas garantiza la continuidad del enfoque de nacionalismo defensivo/ofensivo del presidente López Obrador.
Política para dummies: La política es el reino de las desilusiones.