Presidenta hágase cargo/Alejandro Moreno
Ante la habilidad comunicativa del presidente López Obrador y la apropiación del discurso sucesorio de Morena y también de la elección presidencial, la oposición dilapidó su capital político de la alianza en posiciones legislativas de 2021 y se hundió en el pantano de la elección mexiquense. Un escenario opositor debe analizarse: no acudir a la elección presidencial como en 1976 alegando irregularidades, pero en realidad reflejando la incapacidad de unidad política.
Otro escenario también tiene viabilidad: la imposibilidad de un candidato único de toda la oposición y que el PRI, el PAN, el Partido de los Chuchos, Movimiento Ciudadano y alguna figura de la sociedad civil presente en cada uno su propio candidato y se reproduzca el escenario de 1994 cuando la oposición no tuvo tiempo ni astucia política para capitalizar la crisis zapatista y asistió con nueve candidatos presidenciales.
En algunos sectores políticos han comenzado a revisar lo ocurrido en 1976: el PAN tuvo una fractura histórica por la llegada de empresarios y no pudo definir un candidato presidencial, dejando a José López Portillo como candidato único, un hecho histórico que nunca había ocurrido en el ciclo revolucionario-posrevolucionario ni después.
La única experiencia histórica que se le presenta a la oposición es la de 1988, cuando Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano desfondó el PRI al salirse del partido y lanzó su candidatura presidencial desde el fantasmal PARM, y poco a
poco fue construyendo y tejiendo alianzas con todos los partidos de la oposición centro-izquierda. La clave de este modelo fue en la figura política e histórica de Cárdenas. Si en 1988 se hubiera articulado una coalición opositora con el PAN –entonces bajo control del grupo empresarial radical de Manuel J. Clouthier y su rabiosa agenda antilopezportillista por la banca–, Salinas no hubiera tenido más escenario que la derrota y no su victoria apretada y fraudulenta.
La coalición opositora actual viene de la victoria de López Obrador en 2018 y la unidad orgánica en candidaturas PRI-PAN-PRD en 2021, pero la ausencia de madurez estratégica en los dirigentes partidistas, la ambición de quienes no han podido construir un pensamiento coalicionista y el escenario que alguien les vendió de que sí se juntan todos –aunque incluyendo a Movimiento Ciudadano– el candidato de López Obrador y de morena sería derrotado.
Los primeros indicios al interior de la coalición revelan más posibilidades de no conjuntar intereses y entonces cada partido tendría que definir a su candidato presidencial. Por lo pronto, el PAN estaría empujando a Santiago Creel Miranda como el candidato coalicionista, pero en las élites del PRI e inclusive en la base militante están buscando a un priista como candidato propio; y en el Partido de los Chuchos su prioridad no es la coalición, sino el objetivo de mínimo 3% de votos para mantener el registro.
El presidente López Obrador, Morena y, de manera paradójica, la prensa opositora han caído en el juego político presidencial de centrar toda la información en el candidato oficial, e inclusive están construyendo el ambiente para una ruptura interna si Marcelo Ebrard no resulta candidato en las encuestas de nominación, pero con indicios de que hasta ese ambiente de incertidumbre le sigue beneficiando al presidente López Obrador para definir a su candidato que garantice la continuidad de la 4T.
De ahí que todo análisis estratégico debe incluir cada vez con mayor intensidad la posibilidad de que no haya candidato presidencial opositor y se cree un ambiente de falta de garantías, pero tampoco descarta que cada partido se ve obligado a definir su propio candidato y se logren algunos acuerdos en un paquete menor de nominaciones legislativas.
Como está a la vista, ninguno de los candidatos de la oposición por sí mismo o en conjunto podrían repetir el fenómeno Vicente Fox Quesada, porque los hechos históricos se repiten como farsa, si acaso supone la oposición panista que la senadora Lilly Téllez pudieran ser Fox reciclado.