Presidenta hágase cargo/Alejandro Moreno
En su más reciente número: 2433 del 18 de junio del 2023, el semanario Proceso anunció que, a partir del 1 de julio próximo, su edición impresa sólo verá la luz una vez al mes. ¿La razón?
Sí, una quiebra largamente anunciada catalizada por la conversión tecnológica. Es decir, que el auge de las plataformas digitales que provocó la muerte de no pocos medios impresos en el mundo entero, también llevó a la quiebra al semanario emblema en México, durante las últimas décadas del siglo pasado.
Lo cierto, sin embargo, es que más allá del cambio tecnológica y que sus directivos se quejan del daño financiero por el plagio y la gratuidad del fenómeno digital, el semanario otrora ejemplo de la prensa independiente y crítica, también sucumbió a causa de una vulgar venganzas ordenada desde el poder presidencial.
Sí, Proceso fue víctima de la respuesta vengativa de un demencial y delirante López Obrador, quien a partir del 2022 ordenó cancelar todo pago publicitario oficial, una vez que el semanario intentó retomar su carácter crítico frente al gobierno federal.
Es decir, con AMLO se reeditó el viejo apotegma de otro López; el autoritario López Portillo, quien acuñó el histórico: “no te pago para que me pegues”, al que hoy se debe agregar una segunda parte no menos dictatorial: “Sólo te pago si me defiendes y me elogias a diario”; mensaje enviado desde Palacio, en el 2023 mexicano, a todos los medios nacionales.
Pero acaso la mayor paradoja –y la mayor aberración oficial–, se localiza en la repetición de la historia de censura y venganza oficial en los casos del diario Excélsior, en 1976, y del semanario Proceso, a partir de 2022.
Es decir, si acudimos al siempre saludable ejercicio memorioso, muchos recordarán que en 1976, durante el gobierno de Echeverría, el entonces presidente lanzó todo el peso de su poder sobre el diario Excélsior, dirigido en aquella época por Julio Scherer García.
En respuesta, “Don Julio” –como se referían a Scherer sus cercanos–, abandonó el diario acompañado de un ejército de periodistas y articulistas para dar vida a una nueva aventura mediática; la fundación del semanario Proceso, que desde su nacimiento se propuso reivindicar el periodismo crítico e independiente.
Sin embargo, Proceso pronto abandonó el periodismo y la imparcialidad y se convirtió en un medio militante; en instrumento ideológico de propaganda a favor de una rancia izquierda mexicana, que no fue más que un feo remedo del viejo PRI.
Y ese remedo arropó a un priista de ultraderecha como López Obrador, al extremo de que el semanario Proceso fue por décadas el principal foro de expresión del llamado “lopez-obradorismo”.
Y la mejor prueba es que muchos de sus “periodistas”, directivos e “intelectuales orgánicos” hoy son los más rabiosos defensores de esa tara política que destruye la democracia mexicana; un enfermo mental que impuso la militarización del país, que fomentó la perversa alianza con del Estado con el crimen organizado, que estimuló la mayor matanza de periodistas y que, al final, defiende todo aquello contra lo que lucho.
Hoy Morena y AMLO son el peor PRI de la historia.
Pero la “joya de la corona” es que el hijo del fundador de Proceso, “julito” Scherer Ibarra fue el brazo derecho de AMLO en los dos primeros años de la gestión de López.
Y gracias a eso, proceso recibió una tajada publicitaria de más de 70 millones de pesos entre 2019 y 2021; dinero que en su gran mayoría nunca apareció en los documentos oficiales.
De esa manera, una vez convertido en presidente, Obrador pagó con dinero público la lealtad de Proceso.
Pero rompió el patrocinio, una vez que en el semanario algunas voces entendieron que se habían convertido en el “diario oficial” del dictador de Palacio, de AMLO.
Y cuando se acabó el dinero oficial para Proceso, se acabó el amor de proceso hacia López Obrador. Sí, Amor con amor se paga. Claro amor con signo de pesos.
Por eso hoy se repite la historia y Proceso está al borde de la quiebra económica, una vez que el político y líder social que encumbró la revista actúa igual que Echeverría.
Pero la historia es la misma que en el diario La Jornada.
Sí, La Jornada también nació como resultado de la represión oficial contra los medios.
La diferencia es que los dizques “periodistas”, “articulistas” y “directivos” de La Jornada fueron y son más cínicos que los de Proceso.
Sí, entre 2015 y 2016, el diario La Jornada llegó al punto de declararse en quiebra. Sus ventas se desplomaron, su publicidad cayó a cero y sus costos lo colocaron en mora de impuestos.
La solución fue una doble traición.
Por iniciativa de Carlos Payán y de Carmen Lira –el ex director y la dueña actual–, La Jornada se vendió al gobierno priísta de Ernesto Zedillo y al “líder social”, López Obrador.
A reserva de platicar la historia completa –en un libro de próxima aparición–, hoy solo damos pinceladas de la forma en que La Jornada se vendió a AMLO y se enriqueció con dinero público.
Sí, no pocos reporteros, directivos, cartonistas, editorialistas e integrantes del Consejo de Administración de La Jornada ocupan importantes cargos en el gobierno de AMLO, en el Poder Judicial y en instituciones electorales.
Y según el gasto público entre 2019 y 2023, La Jornada ha recibido más de mil millones de pesos por patrocinio oficial, del gobierno de AMLO.
Sí, el diario que ya no vende ni 10 por ciento de sus ejemplares y cuyas vivistas en plataformas digitales están cerca de cero, es la tercera empresa mediática en recibir patrocinio oficial del gobierno de Obrador, luego de Televisa y Tv Azteca.
SÍ, La Jornada y Proceso cometieron el pecado de la sumisión.
Al tiempo.