Libros de ayer y hoy
Sólo una lectura insensata del reclamo del general Salvador Cienfuegos, puede llevar a la conclusión de que se trata de un “autogolpe” o amenaza de motín militar.
Pide darle a las Fuerzas Armadas un marco jurídico para actuar en seguridad interior cuando la autoridad civil se lo demande.
Hace diez años se le ordenó a las Fuerzas Armadas combatir a la delincuencia organizada porque las policías de diversos estados no podían contra los criminales o estaban coludidas con ellos.
No había de otra. Prueba de ello es que ningún gobierno estatal, del partido que sea, ha pedido que salga el Ejército de su entidad.
Tiene que regresar a sus cuarteles, sí, y con una fecha perentoria para que los gobernadores hagan la tarea de fortalecer sus policías con buen adiestramiento, armas y controles de confianza.
Pero hace diez años el Estado mexicano no tenía más recurso que las Fuerzas Armadas para hacer frente a ejércitos irregulares de narcotraficantes.
Es una perversidad culpar a un Presidente (o a dos) de miles de muertes, como si éste lo hubiera hecho por una necesidad de “legitimación política”.
Teníamos estados enteros en manos del narco, y aún persiste esa situación en algunas zonas.
Pregunto: ¿estaríamos mejor si no hubiéramos enfrentado al narco?
¿Estaríamos mejor con el Z-40, el pozolero, el Lazca, los Arellano, la Tuta, la Barbie, El Chapo, los Beltrán Leyva, etcétera, etcétera, sueltos?
¿Estaríamos mejor si el Estado no hubiera metido las manos?
Dicen que al combatir al narco con las Fuerzas Armadas se dio “un garrotazo a lo tonto al avispero” (López Obrador).
Pregunto: ¿estaríamos mejor sin tocar el avispero, en convivencia y connivencia con las avispas?
En sus 50 puntos de estrategia de gobierno, López Obrador no tiene uno sólo que explique cuál va a ser su estrategia para enfrentar el problema del narcotráfico.
Dice que cambiará la estrategia. Ok. ¿Por cuál? Ni una palabra.
En sus discursos dice que la inseguridad y la violencia se combaten con la reactivación de la economía, empleos y “garantizar el bienestar del pueblo”.
Tiene razón, pero de mientras se logra ese estado ideal, ¿qué?
Todo Presidente se propone crecer y crear empleos, pero el problema sigue y seguirá mientras estructuras criminales se dediquen al negocio del narcotráfico.
Y si baja el narcotráfico las bandas se dedicarán al secuestro, a la extorsión y otros delitos como el asalto en carreteras, en microbuses, en casas habitación.
Ese combate no lo puede seguir dando el Ejército, como expuso Catalina Pérez Correa en el espléndido artículo “10 años de guerra: ¿qué hacer?”
Dice que “cualquier propuesta de regulación del Ejército debe ir orientada a regresarlo a sus cuarteles, responsablemente”.
Ahí está el camino. Poner plazos perentorios a los gobiernos estatales, y dotarlos de recursos para que tengan policías de alto nivel.
Esa era la idea desde hace diez años y los gobernadores, en su mayoría, no han cumplido. Hay que obligarlos a actuar.
Mientras eso sucede, ¿qué hacemos? No hay de otra: combatir con todo a las bandas criminales, dentro de la ley.
Y dejar de lado la demagogia, hacer propuestas concretas y no inventar pretensiones golpistas donde sólo hay una llamada al Poder Legislativo para dotar de un marco jurídico a la actuación militar, que se pidió por la incompetencia de la autoridad civil