Centro de Aprendizaje de Ocotlán en abandono: urgen rehabilitación
Según los reportes más recientes de la DEA, los dos principales cárteles criminales mexicanos –los de Sinaloa y Jalisco–, tienen presencia y disponen del control en todo el territorio nacional.
Es decir, mantienen la hegemonía de la violencia y el crimen en todo el país, además de compartir “espacio y negocios” con grupos regionales.
Según la misma agencia, esos grupos criminales se han convertido en los más poderosos del mundo y reportan actividades regulares en por lo menos un centenar de países del orbe.
Y de acuerdo con las indagatorias de la misma agencia norteamericana, las mafias familiares, como “los chapitos” –los hijos de Joaquín Guzmán, motejado como “El Chapo”–, hoy tienen más dinero y más poder que todo el dinero y todo el poder que nunca antes habían tenido.
Por eso, ante esa nueva y escalofriante realidad del crimen organizado mexicano, obliga preguntar: ¿Y como fue posible tal crecimiento criminal, en México y en el mundo, en tan poco tiempo?
En realidad, la respuesta la conocen todos, tanto en México como en el mundo. Y es que esa respuesta está a la vista de todos.
Sí, las bandas criminales mexicanas se expandieron como nunca, gracias a una alianza político-criminal entre el líder social y político, López Obrador, con los principales grupos mafiosos del país.
Sí, como nuca, el gobierno federal mexicano estableció un pacto con los barones del crimen; acuerdo que desde 2018 dio lugar al “narco-gobierno” federal, a los “narco-gobiernos” estatales y, sobre todo, a los “narco-municipios”. Claro todos soportados por el “narco-partido” Morena.
Pero también es cierto que para nadie es novedad la naciente “narco-política” mexicana, fenómeno que, por ejemplo, aquí documenté desde 2017.
Pero si lo dudan, por todo el país se ven los resultados de la “narco-violencia” que toleran los “narco-gobiernos” estatales y municipales; violencia inocultable en Guerrero, Morelos, Michoacán, Sinaloa, San Luis Potosí, Zacatecas y muchas otras entidades.
Sí, alianzas que hoy permiten a las mafias del crimen organizado tener presencia política en municipios, congresos locales, gobiernos estatales y, sobre todo, en la federación, cuyo principal representante es nada más y nada menos que el mismísimo presidente mexicano; mandatario que a diario y de manera pública, refrenda su pacto con los barones del crimen.
Y es que tampoco es secreto, para nadie que, a lo largo y ancho del país, los grupos criminales dominantes en cada región financiaron la construcción del Partido Morena y luego se han beneficiado con la complicidad oficial que, a manera de pago, les permite hacer y matar a placer.
Por eso la defensa a ultranza que a todos los días realiza el presidente mexicano desde Palacio; por eso la cómplice y la grosera política pública de abrazar a los criminales, antes que castigar sus fechorías y, por eso, la instrucción presidencial a las instituciones castrenses de “respetar los derechos humanos” de los criminales.
Todo ello a costa del mayor número de vidas perdidas en la historia; del explosivo crecimiento de las masacres, de la ola incontenible de feminicidios, de secuestros y, sobre todo, del crimen de periodistas.
Y no, no es exagerado decir que los mexicanos estamos solos; que el Estado mexicano y sus instituciones han claudicado en su responsabilidad central de velas por la vida, la seguridad y los bienes de los ciudadanos.
Sí, está solo Ciro Gómez Leyva, cuyo atentado no ha sido investigado porque se trata de un atentado de Estado. Y también por eso la Fiscalía General no investigará nada y, en todo caso, inventará un “chivo expiatorio”.
Están solos los familiares de las casi 180 mil victimas de crímenes violentos en los primeros cinco años del gobierno de López Obrador; cifra de escándalo que colocará a López como “el gobierno de la muerte”.
Están solas las madres, padres y familiares de más de 50 mil desaparecidos en el gobierno de AMLO; familiares a los que Obrador ignora y de quienes hasta se mofa.
Están solas las madres, padres y familiares de miles de muertos a causa de las masacres; los miles de menores de edad desaparecidos y miles de víctimas de feminicidios.
Están solas miles de madres de niños y mujeres con cáncer que perdieron la vida por falta de medicamentos.
Sí, están solos los familiares de los 78 periodistas asesinados en el gobierno de Obrador y cuyas muertes no le importan a nadie.
Y están solos millones de mexicanos sin salud pública, sin educación pública, sin seguridad social y a quienes los gobiernos de Morena despojan todos los días no solo de su dinero sino de su dignidad.
Sí, los mexicanos estamos solos mientras que Obrador, su familia y su claque, roban a manos llenas.
¿Sí, hasta cuando pagarán los criminales del Partido Morena y el criminal de Palacio?
Al tiempo.