Ráfaga
La base electoral real de Marcelo Ebrard Casaubón, que representa el punto central de su rebeldía, estará en el fondo de la respuesta de Morena y el presidente López Obrador al juego de “te traigo finto” que está enredando el excanciller con el propósito de conseguir un boleto que valga la pena para la elección presidencial de junio de 2024.
En los sectores estratégicos políticos todo gira en torno a una pregunta: ¿cuántos votos vale Ebrard?, con evaluaciones de si se trataría de seguidores leales que pudieran constituir como mínimo el 5% de las tendencias electorales y como máximo el 50%, como para generar preocupación en el cuarto de guerra de Palacio Nacional.
El primer dato es el más importante: Ebrard no representa votos constantes ni sonantes propios, en la medida en que carece de una estructura política, operativa y masiva de seguidores, sino que constituye una figura política que pudiera construir una base electoral en alguna organización partidista ya formada: Morena, el Frente Amplio PRIANREDE, Movimiento Ciudadano o inclusive el Verde, los cuales pudieran obtener más votos con Ebrard que con sus actuales precandidatos.
¿Tiene Ebrard garantizados treinta millones de votos propios como para preocupar a Morena? ¿Podría asegurar veinte millones de votos para llegar al Frente Amplio y pedir el lugar de Xóchitl Gálvez Ruiz? ¿Puede acumular constantes y sonantes cinco millones de votos por su sola figura como para arribar de manera contundente a Movimiento Ciudadano?
La única elección real que ha ganado Ebrard fue la de la Jefatura de gobierno capitalino en el 2006 y todos los votos fueron heredados de manera directa por el exjefe de gobierno López Obrador, quien había impuesto por dedazo la candidatura de Ebrard con una afirmación hecha en una entrevista en su autobús de campaña presidencial: “yo creo que el candidato debe ser Marcelo”, y con esa frase destruyó el proceso político del PRD que tenía apuntados para el cargo de jefe de gobierno a figuras importantes como Pablo Gómez Alvarez y Jesús Ortega Martínez.
Hasta ahora, como Camacho en 1994, Ebrard es solamente una figura mediática, con importantes espacios especulativos en medios y a través de la asistencia nutrida a conferencias de prensa, pero detrásde esa estructura operativa existen diputados, senadores y militantes de Morena en cantidad muy insuficiente como para preocupar a Palacio Nacional o como para sacudir la base política de Morena y Claudia Sheinbaum Pardo.
Los espacios para la candidatura presidencial del 2024 son muy estrechos para Ebrard: de entrada, es imposible que el bloque de poder conservador PRIANREDE, la derecha-ultraderecha empresarial y los destripados de los partidos que se esconden detrás de organizaciones ciudadanas pueden siquiera sentarse a comentar –ya no se diga a discutir– la posibilidad de que Ebrard desplace a la senadora Gálvez Ruiz; Dante Delgado Rannauro tiene su propio juego para Movimiento Ciudadano y no va a entregarle su partido –que ya sobrevivió a la rebelión del jalisciense Enrique Alfaro– en charola de plata a Ebrard y convertirlo en el gran líder de la organización; y en el Verde no hay posibilidad de fractura que saque el partido del bloque con Morena.
La única salida que tiene Ebrard y la más racional es fundar su propio partido y comenzar desde abajo a construir una base organizativa que le dé sustancia y estructura a su imagen política y lo convierta en una fuerza dentro del sistema de partidos. Sin embargo, el Partido del Centro Democrático que fundó con Camacho nació muerto porque Ebrard negoció en secreto la declinación de su candidatura capitalina simbólica a favor de López Obrador y un cargo en el gobierno capitalino y desde entonces toda su fuerza política quedó asociada al tabasqueño.
A partir de la contabilidad de los presuntos votos que vale Ebrard se podrá llegar a una evaluación del futuro político del excanciller en el contexto del proceso presidencial del 2024. El porcentaje de votos en la elección interna de Morena dependían de Morena y un poco de la figura de Ebrard. Pero para negociar una posición de poder, necesita poner en cualquier mesa un número garantizado de votantes que pudiera convertirse en su verdadera base electoral.
En las elecciones lo que cuentan son los votos, no las expectativas.
Política para dummies: La política se basa en la militancia garantizable.