Libros de ayer y hoy
“La ambición de poder es una mala hierba que sólo crece en el solar abandonado de una mente vacía”: Ayn Rand
Hoy más que nunca es necesario que aprendamos a conocer la idoneidad de ciertas personalidades en puestos de poder, urge que en los tiempos pre-electorales de facto seamos razonables y nos dejemos de sentimentalismos, ilusiones y consignas, aunque admito que esto es complejo pues actualmente México vive el último año de un gobierno ficcioso y faccioso.
Y es que cualquier pueblerino –originario de un pueblo, sin uso peyorativo– enloquece cuando logra con decenas de promesas –incumplidas casi todas– disponer de la máxima tribuna de una nación para lucirse, incluido vivir en un Palacio Nacional, histórico, enclavado en el corazón de la capital de una nación con enorme riqueza y rezagos sociales ancestrales, como es México.
La propaganda avasalla a través las grandes cadenas de televisión concesionadas; de las redes sociales con “neoperiodistas”; de los medios de comunicación estatales; fluye dinero público a raudales para hacer realidad obras fastuosas aunque sean improductivas, ecocidas y tiendan a convertirse en elefantes blancos –un lastre oneroso– para un México anclado al pasado, secuestrado por un líder populista rodeado por un ejército de aduladores ambiciosos.
El espíritu fantasioso y narcisista no debe ser una característica que busquemos en nuestros gobernantes. ¿A qué tipo de personaje se le ocurre montar una alegoría paralela a la realidad con el uso de 100 mentiras diarias –documentadas–? No hay justificación válida para que el pueblo crea en cuentos y deje de exigir cuentas a sus gobernantes, ni al líder promisorio ni a sus vacuos “incondicionales”.
Algunos historiadores describen nuestra caracterología sumisa y tolerante como producto de un mestizaje construido a través de siglos de patriarcado colonial y religioso o, en forma más reciente, explican la aceptación del caudillaje como parte del deseo de los mexicanos y de los latinoamericanos de contar con un padre protector que los emancipe de sus miedos a la existencia, a la inseguridad, a la violencia, a la injusticia, al desamor, al desprecio, al fracaso, etcétera.
Quizá algo de ello hubo cuando elegimos en 2018, por mayoría de votos, a un presidente de la República que presumía ser diferente, todopoderoso, pero pese a haber jurado gobernar para todos, cumpliendo la Constitución y las leyes que de ella emanan, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión, no lo ha cumplido, y se acerca el momento de que la nación se lo demande.
Hoy a menos de ocho meses de las elecciones del 2 de junio de 2024, y a 363 días de que concluya el sexenio, el caudillo de Macuspana nos da una muestra más de su comportamiento contrario a su juramento. A pesar de que el Instituto Nacional Electoral (INE) le ordenó quitar una posdata que colocó como cortinilla en su conferencia mañanera por considerarla propaganda electoral, en completo desacato no solo no la removió, la amplió y le agregó su voz.
No reproduciré la propaganda que no debiera emitir un presidente de todos los mexicanos, conocedor de la pluralidad como valor innato, respetuoso de su alta investidura y de las leyes. Es propaganda electoral con los colores de Morena y la firma presidencial que, como siempre, busca dividir a la comunidad nacional entre quienes lo siguen con total obediencia y quienes osan disentir de sus criterios reduccionistas y sectarios. Ahora, según él y su personalísima narrativa, la confrontación es entre “rebeldes y conservadores”.
En su alocución mañanera, dijo hoy: “Ya no podemos llamarlos conservadores, ahora los vamos a llamar reaccionarios… porque lo de reaccionario tiene que ver con el conservadurismo… conservar fueros y privilegios…”. Paradójico, es él quien desea conservar el poder para mantener fueros y privilegios para su autoproclamada 4T, el mismo que ha mantenido intocables a los oligarcas como Carlos Slim Helú, Ricardo Salinas Pliego, Emilio Azcárraga Jean, entre otros.
Ayer exoneró al almirante Rafael Ojeda Durán y al Ejército de responsabilidad en la desaparición de los 43 de Ayotzinapa, lanzándose contra el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI). Arremetió: “Ya basta de estar administrando el dolor de la gente, porque no se debe utilizar el dolor del pueblo, no se puede estar engañando, hay que actuar con la verdad”.
Irónico, fue él quien usó esa dolorosa causa para catapultarse como candidato, pero a estas alturas ya sabemos que entresus cualidades no están la congruencia ni la veracidad. Me sumo a los ciudadanos que claman: ¡Ya basta de demagogia! de esos que hacen falsas promesas, populares pero difíciles de cumplir, sólo para convencer a los ciudadanos y convertirlo en instrumento de su propia ambición política.
Los últimos miembros del GIEI que permanecieron en México, luego de su 6° y último Informe, Carlos Beristaín y Clara Buitrago dejaron claro que la Comisión de la Verdad y Acceso a la Justicia (conformada por el gobierno y encabezada por Alejandro Encinas) obtuvo dos transcripciones con pedazos de conversaciones cuyos complementos permanecían en Estado Mayor Presidencial y el –Centro Militar de Inteligencia (CMI). Estas no han sido entregadas por las fuerzas armadas por “miedo a la verdad”, advirtieron.
Y sobre el conservadurismo, López Obrador lo practicó al imponer como su sucesora a la doctora Claudia Sheinbaum, la destapó a la vieja usanza priísta, bueno ya hasta le entregó su “bastón de mando”, pero Marcelo Ebrad, segundo lugar en la encuesta para elegir “coordinador de la defensa de la 4T”, no ha aceptado los resultados. Está en espera de cómo la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia de Morena responderá su impugnación. Pese a los pataleos, se da como invariable el resultado.
La pretendida sucesión impuesta por López Obrador es un retroceso democrático. Cuando Claudia Sheinbaum habla de dar continuidad a la 4T, ¿estará anunciando la destrucción de todas las instituciones para proteger los derechos ciudadanos y humanos frente a los excesos de los servidores públicos? ¿del fin de los órganos autónomos, de la división de poderes y del sistema de contrapesos al presidencialismo autocrático?
¿Quién desea preservar el acotamiento de las libertades de expresión y pensamiento, del desarrollo científico, del periodismo independiente, de la educación y el conocimiento como crisol de la pluralidad social, étnica y cultural de nuestro país, promovido por el lópezobradorismo? ¿Quién quiere conservar la inoperante política de seguridad pública de “Abrazos no balazos” con casi total impunidad para delincuentes?
¿Quién desea la permanencia de la mañanera como tribunal inquisitorio en contra de sus críticos? ¿Quién quiere un poder legislativo subordinado al Ejecutivo, como actualmente ocurre con la mayoría morenista, que ha dejado inoperantes los órganos encargados de dar transparencia al uso de recursos públicos y proteger derechos ciudadanos, entre otros asuntos regresivos?
Escuchar al doctor Hugo López Gatell, con su consabida perorata cuatroteísta y tono de suficiencia defender a ultranza las medidas anti-humanistarias que se impusieron durante la pandemia y costaron la vida de 800 mil mexicanos y presumir que ante las necesidades de medicamentos y servicios de salud se privilegió el proyecto de AMLO es reconocer que antepuso la politiquería sobre los derechos de la mayoría del pueblo. Esto representa una traición a los ideales de izquierda, a su profesión médica y al derecho a la vida. ¿Quién quiere votar por él?
Se acerca el final del periodo de López Obrador. Habrá que dar nuestra opinión con nuestro voto el próximo 2 de junio. ¿Quién sufragará en conciencia por quienes no han dado buenos resultados? Nuestra lealtad debe estar con quien represente nuestros ideales, cumpla sus promesas y rinda cuentas. No permitamos engaños por parte de quienes no respetan la Constitución ni nuestros derechos humanos ni políticos ni sociales.