Ráfaga
Primero dos perlas del refranero popular.
1.- “En política no hay casualidades, en todo caso, sólo existen las causalidades”.
2.- “El que no quiera ver fantasmas, que no salga de noche”.
Viene a cuento el ejercicio memorioso porque la tarde del lunes 1 de abril, del 2024 –a 62 días de la elección federal–, repentinamente muchos se sorprendieron porque, horas después del arranque de su campaña a la alcaldía de Celaya, Guanajuato, fue asesinada Gisela Gaytán, candidata de Morena.
Sin duda que se trata de un crimen condenable, que debe ser reprobado de la forma más enérgica posible y, por supuesto, investigado y sancionado por las autoridades correspondientes, sean municipales, estatales o federales.
Sin embargo, también es cierto que asistimos a la confirmación de la analogía de “la causa y el efecto”. O si se quiere, se cumple a la perfección la lógica que pregonan los citados ejemplos del refranero popular.
Y si lo dudan, vamos a las preguntas.
¿Qué tipo de elección federal podíamos esperar, si hemos vivido bajo el gobierno más violento de la historia –casi 200 mil vidas perdidas a causa del crimen–, con más de 150 mil desaparecidos, miles de feminicidios, masacres y con el mayor número de periodistas asesinados?
¿Qué clase de elección esperamos, luego de seis años de violencia, de 65 meses de la perniciosa alianza de gobiernos –municipales, estatales y el federal de Morena–, con las más poderosas bandas criminales y bajo probados “narco-gobiernos”, como los de Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Tamaulipas y Zacatecas, por citar sólo algunos ejemplos?
Lo cierto es que si, a lo largo del gobierno de AMLO, el presidente sembró vientos de violencia, terror y crimen, en la elección federal más grande de la historia –la del 2024–, sólo cosechará la tempestad de los comicios más violentos, con la mayor intromisión de bandas criminales y más fraudulentos.
Pero esa lógica es apenas el principio. ¿Por qué? Porque el cinismo presidencial llegó a extremos no solo impensables, sino intolerables.
Y es que, al expresar sus condolencias a la candidata asesinada, López exhibió otra aberración que lo retrata como un cínico de cuerpo completo.
Primero dijo que le recomendó al gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue, cambiar al fiscal estatal, “sencillamente porque no hay resultados”.
Luego deslizó la hipótesis de que en Guanajuato manda el crimen organizado y, al final, acusó de ineficiente al mandatario estatal.
Así lo dijo: “En (Guanajuato) hay una relación muy rara, de grupos que tienen el poder…”.
–“¿Es un grupo criminal?”–, le preguntó un reportero.
–“No se, como que el gobernador gobierna, pero no manda, para decirlo claro…”. (Fin de la cita)
Por eso, frente a tal cinismo, volvemos a preguntar: ¿Con qué cara, el presidente más ineficiente, con el mayor número de homicidios dolosos, habla de ineficacia en la fiscalía de Guanajuato? ¿Obrador y su fiscalía federal no han sido totalmente omisos y complaciente con los criminales?
¿De qué tamaño es el cinismo de AMLO, cuando López insinúa que, en Guanajuato, mandan los grupos criminales y no el gobernador, a pesar de que en todo el país los cárteles criminales aliados del presidente, son los mandantes que imponen gobernadores, alcaldes y legisladores de Morena?
Cinismo presidencial que no sólo ofende instituciones, sino que atenta contra la gobernabilidad y el Estado de derecho.
Pero el círculo de ineficacia, indolencia y estulticia oficial no terminan si recordamos los entretelones del crimen de Gisela Gaytán. Como saben, la candidata asesinada era aspirante a una alcaldía, por el partido oficial, Morena.
Es decir, que Morena, no cuida ni a sus propios cuadros, frente a la amenaza de las bandas criminales. Y es que resulta que la candidata a la alcaldía de Celaya no sólo había pedido protección oficial, a través de los mecanismos creados por el INE, sino que sabía que su vida corría peligro.
Aún así, su discurso se centró en la lucha contra las bandas criminales que mantienen el control de Celaya y Guanajuato.
Sí, horas antes de su asesinato, Gisela Gaytán prometió acabar con la violencia y el crimen en Celaya, lo que prendió los focos rojos de la banda dominante, en especial el cártel de Santa Rosa de Lima.
Así, a pesar del riesgo que corría la candidata, ni el INE, ni el municipio, ni el gobierno estatal y menos el federal le dieron protección. Peor aún, en los videos del crimen se ve el momento en que militares y marinos se retiran, para dejar que los sicarios cumplan su orden mortal.
Más aún, en los videos de la escena, ninguna autoridad interviene para evitar el atentado y menos para detener a los criminales. Es decir, todo indica que asistimos a un crimen de Estado, ordenado y ejecutado desde lo más alto del poder, con la clara intención de provoca terror.
Y lo consiguieron. Por eso volvemos a preguntar.
¿Hasta cuando? ¿Quién sigue?
Al tiempo.