Libros de ayer y hoy
Sin duda que la sociedad mexicana es única en el mundo; una sociedad que premia con votos no sólo la violencia criminal, sino al “narco-partido” en el poder y que celebra una “democracia ejemplar” a pesar del grosero fraude de Estado.
Y es que, les guste o no a los “santones” de la opinión y a los “expertos” de la cosa electora, la anterior parece ser la vergonzosa conclusión de un sucio proceso electoral ya olvidado –a una semana de distancia–, mientras críticos y opositores políticos buscar acomodo en la nueva “dictadura perfecta”.
Es decir, resulta que “somos tan demócratas” que hasta aplaudimos que nos engañen, que nos roben, que nos mientan, que asalten las instituciones, que se venda el árbitro electoral y que el nuevo gobierno se construye sobre miles de cadáveres, en la elección más violenta de la historia.
Algo así como una sociedad entera víctima del Síndrome de Estocolmo; ese padecimiento emocional que lleva a las víctimas de una atrocidad – sea un secuestro, violación o crimen–, a enamorarse de manera irrefrenable de su victimario.
Y es que sólo así se podría explicar que, por ejemplo, 35 millones de ciudadanos hayan votado masivamente por un gobierno, un partido y una candidata que han provocado 200 mil muertes violentas, más de un millón de muertes por pandemia; responsables del terror criminal en el país entero y quienes destruyeron no sólo el sistema de salud, sino que secuestraron los órganos electorales del país, parar avalar el fraude, entre otras atrocidades.
¿O será que somos una sociedad de locos?
No, lo cierto es que muchos dizque expertos y supuestos críticos prefieren no ver la realidad y, en sentido contrario, buscan un lugar seguro en la nueva “dictadura perfecta”; el típico oportunismo de siempre.
¿Pero cuál es la realidad que no quieren ver los santones de la opinión y la crítica?
Que 35 millones de votantes nunca fueron víctimas del Síndrome de Estocolmo, sino que la sociedad mexicana entera fue atrapada un elaborado fraude de Estado en el que participaron, desde el presidente, pasando por buena parte de las instituciones del Estado, como el INE, partidos como Morena y, sobre todo, el crimen organizado.
Un elaborado atraco electoral diseñado desde Palacio y que resultó de tal perfección que hasta enganchó –más que engatusar–, hasta a los más sesudos “expertos” e “intelectuales”.
Pero si aún lo dudan, vamos a los hechos a través del recurso periodístico de las preguntas.
1.- ¿Quién, con dos dedos de frente, cree que López Obrador no fue el jefe de campaña de Claudia y artífice del fraude de Estado? ¿Quién cree que Obrador no metió la mano en la elección, si ha mentido toda la vida, si nunca ha sido un demócrata y traiciona hasta a sus más leales? ¿Por qué hoy López sería distinto?
2.- ¿Por qué hoy sería honesto, si AMLO siempre ha saqueado el dinero público para llegar al poder? ¿De verdad no uso todo el poder de Palacio y todo el dinero público para comprar millones de conciencias y de votos? ¿Por qué hoy sería distinto, si Obrador siempre ha sido un estratega exitoso para colocar al servicio de la política el dinero público?
3.- ¿Dónde están los miles de millones de pesos saqueados durante el sexenio, frente a los millones de pintas, pancartas mantas y propaganda en medios a favor de la candidata de Morena? ¿Qué efecto tuvieron los cientos de mañaneras en las que AMLO violó las leyes electorales y la Constitución?
4.- ¿Ya olvidaron, los santones de la opinión, que desde su llegada al poder, López prometió apoderarse del INE y del Tribunal Electoral? ¿Ya olvidaron que hoy el INE y sus réplicas en los estados se comportaron como árbitros vendidos? ¿Dónde están las sanciones del INE y del Tribunal contra Obrador y contra los gobernadores que hicieron campaña de manera ilegal a favor de la candidata oficial?
5.- ¿No se dieron cuenta, los ciudadanos, de la escandalosa inequidad política, económica, mediática y crítica en la que se llevaron a cabo las campañas? ¿Ya olvidaron que la candidata oficial llegó al extremo de asegurar que la elección era “sólo un tramite”; lo que se confirmó el 2 de junio?
6.- ¿Y dónde quedaron –frente a ese trámite–, las sanciones por los miles o millones de evidencia de votos comprados, boletas adulteradas, boletas zapato, robo de urnas, urnas embarazadas y alteración de sábanas?
7.- ¿Hasta donde llegó la compra de votos, en todos los estados gobernados por Morena, que se denunciaron en cientos de videos e imágenes en las redes sociales? ¿Quién fue sancionado por esa irregularidad?
8.- ¿De verdad tiene sentido que los electores hayan votado de forma masiva por sus victimarios, por Morena, como en el caso del estado de Guerrero, en donde además del impacto del huracán Otis, los ciudadanos están en manos del crimen? ¿O será que el crimen se encargó de rellenar tanto las boletas como las urnas que hicieron el milagro?
9.- ¿No es de locos que Morena y Claudia hayan obtenido el mayor número de votos en las regiones, las entidades y los municipios más violentos del país? ¿Ya olvidaron que la construcción del Partido Morena fue financiada por el crimen organizado? ¿Ya olvidaron que el gobierno de AMLO mantiene una alianza con las bandas criminales?
10.- ¿Por qué tanto la prensa vendida, como los intelectuales y críticos deshonestos, insisten en convencer a la sociedad de que no hubo fraude y que, a pesar del peor sexenio de la historia, la democracia mexicana es ejemplar?
No, 35 millones de ciudadanos no fueron víctimas del Síndrome de Estocolmo, porque no están enamorados de la violencia, del crimen, de la destrucción del sistema de salud y menos de la corrupción.
No, la sociedad mexicana –esa porción de la sociedad mexicana–, está paralizada por el miedo no sólo a la violencia y al crimen, sino por el terror al poder absoluto de esas mafias en que se han convertido el “narco-partido” Morena, los “narco-gobiernos” estatales, los “narco-gobernadores” del partido oficial y el “narco-presidente”.
Por eso sólo resta preguntar: ¿Hasta cuándo?
Al tiempo.