Libros de ayer y hoy
“Es hablándonos y no matándonos como habremos de entendernos”
Melchor Ocampo (1814-1861)
Históricamente, septiembre constituye un mes muy importante en la génesis, consumación y consolidación de nuestra patria. Movimientos conspiraciones, declaraciones de independencia, batallas y el fin formal de la dependencia de España se dieron en un mes como el presente.
Mucho se ha debatido respecto a los logros alcanzados por nuestra nación a prácticamente 214 años de inicio de la guerra de independencia y a 203 años de su consumación. Pero, definitivamente, asegurar los derechos educativos de las generaciones en formación es un paso ineludible si realmente se busca garantizar la independencia nacional y, con ello, honrar el legado de miles de personas quienes precedieron estos esfuerzos en aras de conformar a la nación mexicana.
La educación pública, con sus atributos de laicidad, universalidad, gratuidad, inclusividad y excelencia, para que todos estén, aprendan y participen en las escuelas en las mejores condiciones posibles potencia el desarrollo nacional por múltiples razones. Veamos:
Fomenta el pensamiento crítico, ya que ayuda a los ciudadanos a analizar y cuestionar su realidad y la información que les rodea, promoviendo la construcción de una sociedad más autodeterminada y menos manipulable.
Promueve la igualdad de oportunidades, ya que reduce las desigualdades sociales al ofrecer acceso a la educación a todos, independientemente de su origen socioeconómico, posibilitando que el origen no constituya destino.
Desarrolla habilidades cívicas, porque inculca a los estudiantes sus derechos y deberes, fomentando su formación y participación en la democracia nacional.
Fortalece la identidad nacional, mediante el conocimiento de la historia y la cultura del país, lo cual refuerza el sentido de pertenencia y el orgullo nacional, discerniendo entre la realidad y los ideales por alcanzarse.
Impulsa el desarrollo económico, porque una población educada es más productiva, genera mayor valor agregado en su mano de obra, tiene más elementos para la generación de innovaciones disruptivas y, por ende, puede contribuir de manera más efectiva al crecimiento económico mexicano.
Reduce la pobreza, ya que, la educación es una herramienta clave para acceder a mejores oportunidades laborales o construirlas mediante emprendimientos propios.
Promueve la innovación, porque en su nicho se encuna y fomenta la investigación, así como el desarrollo de nuevas tecnologías, que posibilitan la construcción de soluciones a problemas nacionales, ya sean gubernamentales, económicos o sociales.
Mejora la salud pública, porque la educación en salud y bienestar contribuye a que la población sea más consciente de su salud y mejore sus hábitos para preservarla, contribuyendo a elevar la esperanza de vida, así como la disminución de enfermedades metabólicas y el gasto en salud, permitiendo que la riqueza que se genera en la nación rinda más y se destine a inversión productiva.
Fomenta la cohesión social, ya que, al reunir a personas de diferentes orígenes, la educación pública promueve la convivencia y el entendimiento mutuo, impulsando la construcción de confianza, el desarrollo de acciones piloto, la conformación de redes comunitarias y el robustecimiento del tejido social.
Desarrolla liderazgos, ya que forma y desarrolla competencias para que surjan personas que tengan capacidades para llevar al país hacia un futuro más próspero y justo.
Promueve la justicia social, porque en las comunidades escolares se inculcan valores de equidad y justicia, fundamentales para una sociedad más justa, aprendiendo a practicarlos desde la más tierna infancia.
Fortalece la democracia, porque una ciudadanía educada es más capaz de participar en procesos democráticos y tomar decisiones informadas, ya que, desde la elección de jefes de grupo y consejos estudiantiles, la toma de decisiones colectivas y la práctica de los valores democráticos en las comunidades escolares se forma a los futuros ciudadanos en el ejercicio pleno de la democracia.
Fomenta la paz, ya que la educación provee de competencias para el diálogo, la mediación, la conciliación y la resolución de conflictos, así como informa sobre los derechos humanos de todos, lo cual contribuye al desarrollo de una sociedad más pacífica.
Desarrolla habilidades técnicas, que permiten realizar transferencia de tecnología e innovación, así como brinda formación en habilidades profesionales necesarias para elevar el valor agregado de la producción y con ello incrementar la competitividad y el desarrollo de México.
Reduce la criminalidad, porque la educación ofrece alternativas y oportunidades para el digno sostenimiento de cada persona, reduciendo la propensión a actividades delictivas, al liberar al ser humano de la necesidad de arrebatar, rapiñar o mendigar.
Fomenta la creatividad, ya que en las comunidades escolares se estimula el pensamiento creativo y la innovación, esenciales para el progreso, a la par que se fomenta la capacidad de enfrentar y superar desafíos, tanto personales como colectivos.
Promueve la inclusión y la igualdad, porque, en el deber ser asegura que todos los estudiantes, incluidos aquellos pertenecientes a minorías, etnias, grupos vulnerados y con discapacidades tengan acceso a una educación de excelencia, al brindárseles condiciones para que pasen por encima de las barreras de aprendizaje y participación escolares.
Fortalece la infraestructura pública y promueve círculos virtuosos en el sector de la construcción, ya que, la inversión en educación pública debidamente orientada también debe reflejar mejoras en la infraestructura física educativa, beneficiando a la comunidad en general, porque los planteles educativos constituyen polos de reunión de la ciudadanía, casillas electorales, refugios ante fenómenos naturales, etcétera, a la par que su construcción y mantenimiento generan derrama económica que beneficia a las comunidades aledañas.
Desarrolla habilidades de comunicación, esenciales para el éxito personal y profesional, tanto en lo individual como en lo colectivo, así como para el desarrollo civilizado y democrático de las naciones, tal y como lo mencionó Melchor Ocampo en el epígrafe de esta entrega.
Fomenta el pensamiento global, la interculturalidad y la cooperación internacional, ya que, la educación pública puede incluir, a la vez que historia universal, el conocimiento de otras culturas, llegando incluso a establecer programas de intercambio y cooperación internacional, enriqueciendo la perspectiva global de los estudiantes.
Forma en materia cultural y artística, ya que promueve el aprecio por la cultura y las artes, esenciales para una sociedad rica y diversa, respetuosa, tolerante y humana, que a través de la experiencia estética vislumbra mejores porvenires para la nación.
Sin embargo, los múltiples beneficios que brinda la educación a la independencia, soberanía y desarrollo de nuestra nación se ven francamente amenazados por la oleada de inseguridad que se vive en muchas comunidades del país y de Michoacán en particular. Coloca en altísimo riesgo a las comunidades escolares, infligiendo severos daños al ejercicio pleno de los derechos educativos de las niñas, niños y jóvenes. Es prácticamente imposible pensar en una nación independiente que tenga las escuelas cerradas o en zozobra por el miedo a ser víctimas de la violencia.
Como ejemplo local, en situaciones como la que se vive esta semana en Cotija, donde incluso el presidente municipal se encuentra ausente de sus funciones, resultaría impensable que los padres de familia, los maestros y estudiantes decidieran continuar normalmente las actividades educativas.
Así como sucedió en Culiacán, Elota y otros municipios, donde el Gobierno del Estado de Sinaloa salió públicamente a declarar que no habría clases por las situaciones de inseguridad, a la par que, a suspender los festejos patrios, se esperaría que se actuara por parte del gobierno de Michoacán, en aras de salvaguardar la integridad de todas las comunidades educativas en riesgo, por encontrarse en zonas con violencia desbordada
Es impostergable que el gobierno de México actúe coordinadamente y restablezca el estado de derecho en todos los municipios de la nación, para que a su vez se puedan ejercer derechos elementales como los de estar, aprender y participar en las escuelas.
No se debe seguir soslayando lo que ocurre, ya que cada vez que se suspenden clases en las comunidades más insertas en fenómenos de violencia se les suprime en cierto grado a los estudiantes de la posibilidad de generar trayectorias educativas completas que les permitan alcanzar la independencia económica, generar los recursos para su subsistencia y construir círculos virtuosos en torno a sí y sus familias, en pro de su bienestar, desarrollo humano y movilidad social, alejándolos de la pobreza y rompiendo fuerzas centrífugas que les atraen a vincularse con las actividades delictivas. Es decir, la violencia delincuencial termina por arrastrar a los más vulnerables y a los más marginados, ya que sus mecanismos de lucro se benefician ampliamente de la niñez y la juventud, tanto en la infamante cadena de producción, distribución y consumo como para conformar las gavillas de sicarios que afianzan las actividades depredadoras e ilegales.
La violencia delincuencial y el narcotráfico tienen un impacto profundo y multifacético en las escuelas de Michoacán. Como ejemplos, suceden la interrupción de clases, porque los tiroteos y enfrentamientos causan constantemente la suspensión de actividades escolares; el desplazamiento de estudiantes, ya que familias enteras se ven obligadas a huir de sus hogares, afectando la continuidad educativa de los niños; la extorsión a docentes, porque muchos maestros son víctimas de extorsión, lo que genera miedo y afecta su desempeño, impulsándolos a renunciar o a trasladarse a lugares más seguros; también, se genera el riesgo de secuestro de estudiantes y docentes, creando un ambiente de terror; el abandono escolar, ya que por miedo y la inseguridad muchos estudiantes se ven forzados a abandonar la escuela, en aras de no arriesgar su integridad física; el reclutamiento forzado, porque los cárteles reclutan a jóvenes estudiantes, alejándolos de la educación; el daño a la infraestructura, ya que las escuelas pueden ser dañadas durante los enfrentamientos, afectando el entorno de aprendizaje; la falta de recursos, originada por la violencia, porque se gastan recursos que deberían destinarse a la educación; los problemas de salud mental, como el estrés postraumático, la ansiedad, el miedo y la depresión afectan la salud mental de estudiantes y docentes y con ello su rendimiento académico, el cual se ve disminuido por el ambiente de inseguridad; la violencia externa se refleja en el comportamiento de los estudiantes dentro de la escuela, propiciándose violencia escolar; la limitación de actividades extracurriculares, porque la inseguridad limita la realización de actividades fuera del horario escolar; la normalización de la violencia afecta la moral de las comunidades escolares e incide en la pérdida de valores; crece la desconfianza en las autoridades por la inacción y falta de soluciones al clima de violencia, entre muchas otras maneras más en las cuales incide la violencia sistémicamente en el proceso educativo.
En síntesis, hemos visto algunas de las muchas formas en las cuales la educación contribuye a la independencia y al desarrollo nacionales, mientras que también hemos subrayado decenas de maneras en las cuales la violencia delincuencial afecta a las escuelas en Michoacán y socava la independencia presente y futura de nuestra nación, amenazando el futuro de las niñas, niños y jóvenes. ¡Porque sin educación no hay verdadera independencia, merecemos un gobierno educador!