Detienen a 7 personas y aseguran 600 kg de droga en cateos en CDMX
Morelia, Mich., 9 de marzo, 2018.- Este año el líder norcoreano, Kim Jong- un, se ha consolidado como una estratega militar. En 2017 aceleró su programa militar aterrorizando a sus vecinos, en Hawaii y Japón se dieron falsas alarmas sobre un ataque nuclear.
La tensión llevó a los Estados Unidos a amenazar con desatar un conflicto armado a gran escala. Cuando todos se alistaban para el peor escenario, el joven dirigente demostró sus dotes de estadista, enviando a su hermana Kim Yo-jong como emisaria de buena voluntad a los 23º Juegos Olímpicos Invernales celebrados en Pyeongchang, Corea del Sur.
De inmediato hubo consecuencias positivas, las dos Coreas participaron juntas en el evento deportivo que resultó un éxito. En reciprocidad un mes después el gobierno surcoreano mandó a Pyongyang una delegación de 10 personas, encabezada por el jefe de la Oficina Nacional de Seguridad, Chung Eui-yong, entregaron una carta personal del presidente Moon Jae In al mandatario de Corea del Norte quien se mostró dispuesto a discutir con Washington sobre la desnuclearización si se garantiza la permanencia del régimen.
Se comprometió a imponer una moratoria en su proyecto de guerra mientras dure el diálogo. En este contexto, el Pentágono consideró que este viraje de norcorea fue porque han surtido efectos las sanciones económicas. Ven con buenos ojos la posible reunión a finales de abril entre el presidente Moon Jae In con Kim Jong- un.
La comunidad mundial aplaude que la diplomacia se abra paso ante las armas nucleares. En caso de celebrarse el encuentro se trataría de la tercera cumbre entre ambas naciones divididas desde el final de la Guerra de Corea en 1953. Vale la pena recordar el primer encuentro histórico de ambos países que se celebró en Pyongyang del 13 al 15 de junio de 2000, entre el líder norcoreano Kim Jong-il y el entonces presidente surcoreano, Kim Dae-jung.
En esa ocasión se decidió la unión de los dos territorios a través de un tren que atravesó la frontera por primera vez en medio siglo. Los buenos deseos se desbordaron. Propusieron concertar visitas de familiares separados, resolver problemas humanitarios como el de los presos condenados a largos años de prisión. Acordaron desarrollar de manera equilibrada la economía de la península activando el intercambio en todos los sectores: Social, cultural, deportivo, de salud pública y medio ambiente. Como cereza del pastel el presidente surcoreano invitó solemnemente a su homólogo a visitar Seúl y éste aceptó pero esto nunca se llevó a cabo. Tuvieron que pasar siete años antes de que se diera un segundo acercamiento. El presidente Roh Moo-hyun se convirtió en el primer surcoreano que cruzó a pie la línea fronteriza (el paralelo 38) que es uno de los últimos símbolos de la Guerra Fría. La finalidad de este encuentro fue retirar los obstáculos de las pláticas sobre la desnuclearización de Corea del Norte, en las cuales participaron las dos Coreas, Estados Unidos, Rusia, China y Japón. Se les llamó conversaciones a seis bandas. El presidente surcoreano se comprometió a construir una confianza militar entre ambos países y resolver los problemas humanitarios, en referencia a la complicada situación económica de Corea del Norte. Aceptó que había límites en lo que podría lograrse. No se equivocó, no se dieron grandes avances. Kim Jong-il trató de manera calurosa a Roh y a las 300 personas de su comitiva, incluida su esposa, varios ministros, como los de Unificación y Defensa, líderes empresariales y hasta poetas. El camino rumbo a una paz permanente en esa parte del mundo todavía es largo. No obstante, si algo caracteriza al pueblo coreano es que son pacientes.