El agua, un derecho del pueblo
Tal y como le sucedió a Josefina Vázquez Mota hace seis años, cuando arrancó su campaña con el fiasco del estadio Azul que se le vació antes de iniciar su discurso, Ricardo Anaya empezó el domingo su campaña con un tropezón de pena ajena en San Juan de los Lagos, Jalisco.
En ese territorio históricamente panista, Anaya congregó a menos de mil personas y su presencia no alteró la pasividad dominical de esa bella ciudad alteña. Dio igual si hubiera ido o no.
Ni a un candidato a presidente municipal le había ido tan mal como a Anaya en San Juan de los Lagos.
A los asistentes al mitin de Josefina hace seis años los corrió el sol que caía inclemente al medio día sobre las gradas del estadio. Pero a los panistas jaliscienses los espantó el respaldo que Anaya ha dado al candidato de otro partido, Enrique Alfaro, de Movimiento Ciudadano.
Luego la suerte se le compuso un poco al abanderado presidencial panista-perredista-emecista, cuando entró a un estadio Miguel Alemán de Celaya lleno, pero donde no esbozó una sola idea.
¿Cómo es posible que un candidato presidencial de la poderosa alianza PAN-PRD-MC no sea capaz de articular una propuesta atractiva o comentable en el día de su arranque de campaña?
¿No que era muy inteligente?
Al revisar los periódicos de ayer lunes, todos daban cuenta en sus portadas del inicio de las campañas presidenciales con lo que al parecer de cada uno era lo más importante que plantearon los candidatos y la candidata.
Del único que no hay registro de algo interesante es de los planteamientos de Anaya.
La coincidencia de los medios sobre el arranque de Margarita fue su compromiso por frenar los feminicidios, dicho en una zona caliente en ese tema: Ecatepec.
López Obrador aprovechó su estancia en la frontera del norte para mostrar músculo donde no lo tenía (todo lo contrario de Anaya en Jalisco), le dijo dos o tres cosas a Trump y subrayó lo que lo identifica: su escepticismo del Tratado de Libre Comercio, el rechazo al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, y en contra de gobiernos que son “una fábrica de nuevos ricos”.
De Meade se destaca su compromiso contra la corrupción y siete propuestas que van desde protección a la mujer, a la primera infancia, combate integral a la inseguridad y que nadie nazca en pobreza extrema.
Y de Anaya sólo es rescatable que va a dar una conferencia de prensa todas las mañanas.
La pobreza programática de ese candidato quedó al descubierto en su arranque de campaña. Va desnudo. No trae nada. Sólo anti priismo, lo cual hace sintonía con un sector importante de la sociedad, pero necesita ofrecer algo más.
No va a poder dar mucho, por lo heterogénea de su alianza.
Él entiende por justicia fiscal bajar IVA en la frontera y precio de gasolinas.
Sus correligionarios ilustrados (panistas) le dicen que es un mal comienzo ofrecer baja de impuestos que no se sabe cómo compensar en el presupuesto.
Desde el flanco izquierdo de esa alianza piensan otra cosa. El coordinador de los senadores del PRD, Luis Sánchez, dijo en entrevista que se iban a aumentar los impuestos al ingreso de los que más tienen para financiar a los que tienen menos. Es decir, subir ISR.
¿Quién entiende? Ni ellos se ponen de acuerdo, porque es una alianza contra natura. Anti PRI, y nada más.
Gobernar un estado lo pueden hacer panistas y perredistas juntos porque es básicamente administrar. Gobernar un país, en cambio, es llevar a cabo un proyecto de nación. PAN y PRD están en las antípodas.
López Obrador expresó ese proyecto en su arranque de campaña. Con todas sus letras (para sorpresa de los que le creyeron lo de una mesa de diálogo sobre el nuevo aeropuerto, que iba a escuchar, y que ya se había “moderado”).
Meade lo dijo en Mérida: voy por estos siete puntos.
¿Y Anaya, qué dijo en su debut como candidato presidencial del PAN-PRD-MC? Que va a dar una conferencia mañanera todos los días.
Cruzazulazo en Lagos de Moreno.