Una historia de amor, traición y venganza durante el porfiriato
El próximo miércoles se cumplirán ciento once años de la tragedia en la que Jesús García evitó que el pueblo de Nacozari, en Sonora, desapareciera junto con sus entonces casi 10 mil habitantes.
A Jesús García Corona no le correspondía hacer ese viaje el 7 de noviembre de 1907 entre Nacozari y la mina de Pilares, pero el maquinista Alberto Biel se reportó enfermo y Jesús, sin sospechar que esa circunstancia lo colocaría como ejemplo para la posteridad, se hizo cargo del convoy.. Así son las cosas.
Fue el menor de 8 hermanos; había nacido en Hermosillo el 2 de diciembre de 1881 y de su padre aprendió el oficio de mecánico. Cursó la instrucción primaria y más tarde, después de fallecer su progenitor, viajó con su madre y sus siete hermanos al beneficio entonces llamado Placeritos de Nacozari donde obtiene trabajo en la mina operada por la Moctezuma Cooper Company, de capital norteamericano.
Su habilidad y dedicación le valen el aprecio de compañeros y jefes; cuando cumplió veinte años ya era ingeniero de máquinas y la compañía le patrocinó en 1904 un viaje con gastos pagados a San Luis Missouri sede de la matríz de la minera.
En su libro El Tren Pasa Primero Elena Poniatovska narra cómo, a través de su actividad sindical, los ferrocarrileros se convierten en vanguardia de la lucha de la clase trabajadora y –según el texto de contraportada– ponen en jaque al régimen corrupto y sacuden a todo México..
La historia de Jesús García, bastante divulgada en diversos tonos, es más o menos conocida en todo México. Pero en una página perdida de las 553 de que consta el libro de la Poniatovska, figura la crónica, escrita con la emoción y sensibilidad características de la escritora. No le falta una sola coma; ningún adjetivo sale sobrando. Y por la calidad de la escritura, por su pulcritud y esmero en el uso de cada palabra, vale la pena reproducirla:
“ .. .todo estalla, todo vuela por los aires, todo se disloca como en un grabado de Posada; la locomotora se deshace en una lluvia de metal sobre Nacozari, rieles rotos y hechos pedazos hienden el aire convertidos en objetos volantes, agujerean tejados y obligan a hombres y animales a correr en busca de refugio.
“La locomotora hierve; humo y polvo, todo se ha acabado, consumatum est; la explosión es tan fantástica que las góndolas cargadas de pólvora desaparecen por completo. Estalló la dinamita al lado de unas casas junto a la vía y en las ruinas de las viviendas se encontraron 10 muertos entre ancianos, mujeres y niños. Si Jesús García no saca el tren de Nacozari, habrían muerto miles.
“El tren se retuerce sobre la vía, bueno, lo que queda del tren, los carros consumidos, fundidos también; la caseta destruida. La locomotora fuera de la vía ha cavado su propia tumba, un cráter humeante acaba de agujerear la tierra.
“A Jesús García lo identifican por sus zapatos de trenista; zapatos boludos. Empavorecidos, nadie lo recoge, nadie.
“El tren en la vía de Nacozari consistía de cuatro carros, los dos primeros pegados a la locomotora, eran góndolas descubiertas cargadas con 60 cajas de pólvora y los otros dos llenos hasta el tope de pastura. Estaban tan repletos que alguien de la tripulación temió que de la pastura se perdieran algunas pacas y acomodó dos en la carga de pólvora. Una chispa de fuego de la máquina cayó en la pastura y empezó a llamear. Al verlo el maquinista le gritó al fogonero que saltara del tren porque la explosión causaría centenares de muertos. “¡Brinca del tren, brinca del tren, sálvate, salta hacia afuera te digo, salta te ordeno, no quiero que mueras conmigo, la explosión va a ser fenomenal, todos vamos a desaparecer!”. “¡ Brinca, vas a morir si no brincas, brinca tú también, tienes qué salvar el pellejo!”, le rogaron pero Jesús García no obedeció y sacó el tren de Nacozari a todo vapor. El tren se había alejado media milla del pueblo cuando ocurrió la explosión.”
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Los muros y patios tristes del antiguo edificio del Colegio Ignacio Zaragoza, en Saltillo, se alegraban con nuestro griterío, con nuestra algarabía. Éramos niños. En el segundo de primaria escuché yo esta historia contada por señorita Graciela Dávila. (La maestra Graciela, concluido cada junio el curso de diez meses, pasaba en cama los dos meses de vacaciones. Tal era el grado de fatiga y agotamiento en que la dejábamos. No éramos solamente aguerridos; éramos incorregibles.)
Ese pueblo, que originalmente fue llamado Nuestra Señora del Rosario de Nacozari, se llama hoy Nacozari de García. En muchos lugares de México existe una calle, pero en muy pocas su nomenclatura es la de Jesús García. Por lo general solo se llama Héroe de Nacozari. (En Amaxac de Guerrero una de sus calles principales lleva el ostentoso título de “Héroes de Nacozari”. ¿pos cuantos fueron apá?. Y desde 1944, por decreto presidencial, el 7 de noviembre es el Día del Ferrocarrilero.
La historia, narrada de manera magistral por Elena Poniatovska, se convirtió en leyenda. Y la conserva el pueblo a través de la voz recia de uno de los clásicos de la canción norteña: el inolvidable Francisco charro Avitia:
.. .desde ese día inolvidable, tú te has ganado la cruz.
tú te has ganado las palmas, ¡eres un héroe Jesús.!.