Gobernadora impulsa y promueve la cultura de Tlaxcala
A mediados del Siglo XIX flotaba en el ambiente el deseo de que México, a más de tres décadas de obtenida su independencia tuviese un canto que reflejara su espíritu y su historia: un Himno Nacional.
El gobierno de Antonio López de Santa Ana convocó a un concurso del que resultó ganador de la letra, Francisco González Bocanegra, y de la música Jaime Nunó.
González Bocanegra era hijo de un oficial realista expulsado del país junto con su familia en 1829; había nacido en San Luis Potosí y pasado su juventud en España. Jaime Nunó era español residente en Cuba de donde lo trajo Santa Ana a México como director de bandas y músicas militares.
El himno era la representación de un triunfo simbólico y operístico en el escenario, que servía (escribe Enrique Krauze) para ocultar una derrota política y militar en la realidad. Su tema es la guerra, palabra que aparece siete veces explícitamente en el texto y otras muchas a través de imágenes y sinónimos.
Se trataba de compensar la frustración soterrada de la sociedad por el triste destino de la última guerra (con Estados Unidos) en la cual se perdieron los inmensos territorios del norte con una acentuación de la sonoridad. Las “erres” (también según Krauze) recorren el himno como ráfagas: guerra, guerrero, horrísono, rugido, hórrido, rayo, derrumba, torrente. El destino que Dios deparaba a la patria era la paz pero alertaba a cada mexicano a tomar las armas .. .si osare un extraño enemigo /profanar con sus plantas tu suelo (esto era una cita textual de una proclama de Santa Ana) / piensa ¡oh patria querida! Que el cielo / un soldado en cada hijo te dio.
Así, entre tumbas, sepulcros, aceros, blasones.. .clarines bélicos, fosas y cruces, el himno menciona sólo a dos personajes: Iturbide el de la “sacra bandera” y a Santa Ana, con la referencia implícita del guerrero inmortal de Zempoala.
El himno se estrenó el 15 de septiembre de 1854 y solo unos meses mas tarde una nueva revolución, la de Ayutla, derrocaría a Santa Ana quien, como siempre saldría al exilio, pero esta vez se trató de un destierro de 21 años. Volvió cuando las estrofas del guerrero inmortal de Zempoala ya no figuraban en el himno y con los años desaparecerían por completo.
López de Santa Ana, ya anciano, subió trabajosamente la cuesta del Tepeyac para postrarse ante la Virgen de Guadalupe y recibía en su casa a gente contratada por su esposa para rendirse ante él y pedirle la narración de algunas de sus hazañas. El burlador burlado.
Y al morir en junio de 1876 no recibió ni un recuerdo de gloria ni un sepulcro de honor.
La muerte de Santa Ana significó en los hechos para México la derrota de los criollos; la nación pasaría a partir de entonces a otras manos, mas cercanas al suelo de México, más cercanas a la raíz indígena y a los jóvenes mestizos nacidos durante la insurgencia o poco después, sin recuerdos de la colonia ni ataduras vitales con España.
Indios como Benito Juárez, ó mestizos como Porfirio Díaz serían en el futuro los protagonistas y hacedores de la historia.