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Expulsado del país por Antonio López de Santa Ana, diputado constituyente en 1857 ministro de Justicia e Instrucción Pública, Ministro de Gobernación y de Relaciones Exteriores, a don Juan Antonio de la Fuente le correspondió hacer frente (cara a cara) a Napoleón III (Mostachú) cuando éste, a través de la triple alianza, se disponía a invadir a México.
Juan Antonio de la Fuente Cárdenas nació en 1814 en la todavía Villa de Santiago del Saltillo perteneciente al territorio de Coahuila y Texas. Huérfano a los siete años un tío suyo, sastre, intentó inducirlo a este oficio pero gracias a la influencia de otros parientes pudo cursar, en Guadalajara, las carreras de medicina y abogacía.
Expedida la Constitución de 1857 Ignacio Comonfort lo nombra Ministro de Hacienda y Benito Juárez lo designa Ministro de Justicia e Instrucción Pública en el momento en que se aplicaban las nuevas leyes que reformaban a la sociedad mexicana.
Más tarde, fue Ministro de Relaciones Exteriores expidiendo la Ley Consular, código reconocido por su sabio contenido.
Como jefe político radicado en Parras defendió los territorios de Coahuila y Nuevo León ante la invasión francesa y más tarde, como diputado, fue opositor permanente a los deseos anexionistas del entonces gobernador de Nuevo León, Santiago Vidaurri. En 1864 y en 1867 fue gobernador de Coahuila.
Juan Antonio de la Fuente fue esencialmente un hombre de leyes. Su contribución debe apreciarse más que nada en su obra legislativa y diplomática. La experiencia en el Congreso Constituyente dejó muestra de conciencia y dignidad: se opuso con firmeza al despojo de los derechos de los coahuilenses con la anexión de esa entidad a Nuevo León. Adquirió relevancia al argumentar a favor de la ampliación de las garantías de la libertad individual en la Constitución. Garantías que pasan, nada menos que por la igualdad, la inviolabilidad de la propiedad privada, la seguridad, la libertad de asociación, de prensa, de pensamiento, de circulación, de enseñanza, de ocupación y por el derecho de petición y la garantía de legalidad. Ejemplo del reconocimiento al talento y capacidad de De la Fuente fue la encomienda de Juárez para la elaboración de la Ley sobre Libertad de Cultos, cuando fungía como Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Esta Ley fue clave tanto para el fortalecimiento del sistema constitucional de 1857 como para la orientación de la transformación del país. Los principios secularizadores que la arroparon ponderaban la supremacía de la autoridad civil. La expidió el presidente Juárez en diciembre de 1860, como parte de las Leyes de Reforma y mediante ella quedó asentada la libertad de creencias.
Con el conjunto de estas leyes México se puso a la vanguardia de las libertades cívicas y de la vida civilizada, al establecer un modelo de laicidad que habría de ser emulado por muchas naciones. Por otra parte, la distinción hacia Juan Antonio de la Fuente lo llevó también a incorporarse al ámbito de las relaciones diplomáticas.
En 1861 el presidente Juárez lo designa representante de la República ante el gobierno de Napoleón III en momentos en que éste, aliado con Inglaterra y España se preparaba para, con el pretexto de cobrarse una deuda, invadir a nuestro país y establecer aquí el fallido y trágico imperio de Maximiliano.
Bastan sus propias palabras para entender este destino. Las que pronunció ante el representante de Francia cuando trataba de impedir la intervención por medios diplomáticos: “México podrá ser conquistado, pero no sometido; y no será conquistado sin haber dado pruebas de valor y de las virtudes que se le han negado.”
Como ministro plenipotenciario, de la Fuente expondría luego, en el palacio de las Tullerías su condena a la invasión a México y lo injusto de la triple alianza.
En una brillante pieza oratoria, Juan Antonio de la Fuente expuso las razones jurídicas de nuestro país para condenar la intervención. Y ante el propio Napoleón III planteó su apotegma: No luchéis contra mi patria porque mi patria es invencible.
Viajó luego a Londres donde, en la corte de Saint James expuso las mismas bases jurídica; sus argumentos influyeron para que meses más tarde, los gobiernos británico y español desistieran de su propósito de invasión armada y se retiraran de nuestro territorio, hecho por el cual de la Fuente fue señalado como patriota excepcional.
Mediante el decreto del 11 de enero de 1868 del gobernador Victoriano Cepeda, don Juan Antonio de la Fuente fue declarado Benemérito del Estado; en ese mismo año la villa de Parras logró la categoría de ciudad y desde entonces su nombre es Parras de la Fuente. En su honor la preparatoria Ateneo Fuente de Saltillo también lleva su nombre así como plazas, calles, escuelas y auditorios del estado de Coahuila.
Los alumnos más destacados de las diversas carreras de la Universidad Autónoma de Coahuila son premiados cada año con la medalla Juan Antonio de la Fuente.
Juan Antonio Claudio de la Fuente Cárdenas falleció pobre cuando contaba con 53 años, el 9 de junio de 1867 y fue sepultado en la rotonda de los coahuilenses ilustres en el Panteón de Santiago en su ciudad natal.
(En la próxima entrega a 78 años del asesinato de Trotsky)