Preservan música sacra de Tetlatlahuca; presentan Himno a Santa Isabel
Por hambre, para contribuir al gasto doméstico, trabajó desde que tenía ocho años, como recolector de huesos y vidrios, como cerillo en un automercado, panadero, carnicero, cargador de canastos en un mercado y lavador de automóviles. Gabriel Siria Levario había nacido el uno de septiembre de 1931. Su madre Juana Levario Plata, abandonada por su marido cuando Gabriel no había cumplido un año, vivía de lo obtenido de un puesto de legumbres en un mercado público. Sin esposo y por el tiempo que le demandaba su trabajo, Juana decidió dejar al pequeño en casa de uno de sus hermanos, de nombre Valentín, casado con Ángela López Martínez quienes a partir de entonces fueron, de hecho, sus padres.
En el mismo barrio de Tacubaya, donde nació y creció, Gabriel Siria Levario fue inscrito en una escuela pública donde con trabajos logró llegar hasta el quinto año. Fue aficionado al boxeo, al beisbol, futbol y lucha libre, hizo amistad con El Santo.
Pero lo suyo, desde niño era el canto; y ya de muchacho interpretó tangos en carpas de barriada, participó en concursos de aficionados donde llegó a ganar un par de zapatos, que era el premio que ofrecía una zapatería de Tacubaya al triunfador. Uno de sus patrones, el carnicero, David Lara Ríos, al ver las aptitudes del joven decidió pagarle clases de canto con un maestro de vocalización de cantantes reconocidos de la época.
A principios de 1948, alternaba su oficio de carnicero con cantadas en bares y restaurantes, en la plaza Garibaldi y llegó actuar, como parte de un trío y luego de mariachis en El Tenampa y en Guadalajara de Noche. No tenía contratos formales y sólo vivía de propinas. Y a fines del mismo 48, el general Rafael Ávila Camacho, muy afecto a la parranda lo escuchó cantar y lo contrató junto con el mariachi Metepec para actuar durante un año en Atlixco, Puebla. Su nombre artístico era Javier Luquín.
Al finalizar el contrato trabajó en un cabaret como cantante y animador y mientras tanto pudo estudiar canto durante un año. Durante algún tiempo se le consideró un imitador de Pedro Infante pero gradualmente fue reconocido como un talento con identidad propia e incluso con mas facultades vocales que las del ídolo de Guamuchil.
Para 1955 actuaba en el cabaret Azteca y allí, gracias a la sugerencia de su amigo Manuel Garay, cambió su seudónimo de Javier Luquín por uno más: Y así, por una simple recomendación nació Javier Solís. Julito Rodríguez, en ese entonces guitarrista de Los Panchos, lo recomendó para una audición con Felipe Valdés Leal, director artístico de Discos Columbia. Aprobado en su audición pudo ser contratado para grabar su primer sencillo que incluyó los temas Qué te importa y Por qué negar. Gracias al éxito obtenido por el sencillo en todo el país obtuvo espacios en la XEW
Un hecho inesperado vino a acelerar su aceptación y acrecentar su popularidad: La muerte de Pedro Infante en 1957. El día del sepelio del ídolo, Javier Solís subió a la cripta y desde allí cantó la ranchera Grito prisionero. imitando la voz del fallecido.
Las disqueras y los productores del cine (por cierto en su peor época este último), necesitaban de otro ídolo. Y pensaron que Javier Solís podría serlo. A sí comenzaron a promoverlo en grande como el sucesor de Pedro Infante.
La radio comercial se unió a la campaña reproduciendo ad nauseam sus interpretaciones como Llorarás, llorarás, Amigo Organillero, Sombras, Las Rejas no Matan y En mi viejo San Juan, con relativo y fácil éxito entre las clases bajas y medias de la sociedad. Al mismo tiempo el cine mexicano lo tomaba como prototipo del hombre pobre y sencillo, que va creciendo gracias a su talento; el mujeriego y llorón, tipo Pedro Infante. Las películas que protagonizó, sin tener gracia histriónica, talento ni estudios de actuación, también pegaron entre los estratos bajos.
Los nostálgicos de Pedro Infante poco a poco se convencían de que era muy difícil tener el arrastre y cautivar con su sola presencia como lo hacía el carpintero sinaloense.
Pero Javier Solís era escuchado por la radio, por sus películas y por la naciente televisión en todos lados. Ganaba mucho dinero.
Por las altas ventas de su primer sencillo Javier Solís recibió su primer Disco de Plata el 5 de septiembre de 1957; grabó su primer álbum: Javier Solís Volumen I. Felipe Valdés Leal se convirtió en su asesor y logró que el cantante abandonara su estilo imitador y consolidara su estilo propio. Su consagración definitiva vino en 1959 cuando inicia una carrera meteórica pues en siete años grabó 379 canciones y se convirtió en uno de los cantantes más famosos del país. Hizo dos giras por Estados Unidos y en los temas grabados deja atrás los sones y la temática ranchera para incorporar la lírica urbana y las adaptaciones de canciones latinoamericanas.
Las disqueras y los empresaurios cinematográficos lo hicieron figura principal en 31 películas malísimas a cual mas, y en dos más tuvo actuaciones especiales. Dos de ellas se rodaron en Puerto Rico, otra en Venezuela. La mejorcita de ellas podría calificarse de pésima ¿cómo estarían las demás? Si alguien tiene dudas sobre la calidad (¿?) de esas cintas (y de su actuación), aquí les van algunos títulos: Sangre en la barranca, Fuerte, audaz y valiente, Campeón del barrio, Agarrando Parejo, Los hermanos Muerte, Rateros último modelo, Los Sánchez deben morir, Amor a ritmo de go-go, Juan pistolas.. .
Recién había cumplido los treinta y cinco años cuando, el 12 de abril de 1966 fue hospitalizado para una operación de vesícula. Una semana después, el día 19, falleció por paro cardíaco a consecuencia de desequilibrio electrolítico producido por la colecistectomía; fueron siete días de agonía; nunca se recuperó. Su viuda Blanca Estela Solís narró a Juan Cervera Sánchez, del semanario cultural La Voz del Norte, de Sinaloa, que Javier comenzó a sentir dolores agudos en el vientre a consecuencia de cálculos biliares durante la filmación de la película Juan Pistolas. Pese a ello siguió trabajando, incluso en la filmación tuvo qué cargar a un supuesto muerto a pesar de que el médico le había recomendado no hacer esfuerzos.
De la muerte de Javier Solís hay cuatro versiones diferentes, ninguna de ellas confirmada, pero igualmente ninguna desmentida.
Al cumplirse diez años de su deceso se le organizó un homenaje en el lote de actores del Panteón Jardín, en la ciudad de México El excelente periodista Miguel Reyes Razo, quien entonces laboraba para Canal 8 de Televisión Independiente de México, cubrió el acto y me comentó que allí se encontró ¡con ocho viudas! del cantante; y que todas le aseguraron ¡ser la única!.