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CIUDAD DE MÉXICO, 18 de enero de 2018.- Gael García Bernal está sentado en la sala de una casa de tres niveles en el centro de San Gregorio Atlapulco. Es una madrugada de diciembre y el frío en esta zona de Xochimilco, al sur de la Ciudad de México, cala los huesos. El director de Chicuarotes está vestido con una gruesa chamarra que desborda la silla de manta. Frente a él, una pantalla muestra a un par de ajolotes que roban el primer cuadro de la toma. Los anfibios, endémicos del Valle de México, se mueven lentamente en una pecera hipnotizando a la producción. Hay uno oscuro y uno albino. En la ficción se llaman Tonatiuh y Citlali.
De acuerdo a la información de El País, se menciona que Gael García suelta un par de curiosidades sobre esta especie prehispánica al borde de la extinción. Cuenta que el animal sale en una película de acción de Corea del Sur. Uno de los cuidadores de los ajolotes asegura también que uno aparece en Viaje a la luna, de Georges Méliès. El actor relata la teoría del antropólogo Roger Bartra, que compara al mexicano con esta especie de salamandra que vive una adolescencia perenne porque no termina de evolucionar. Es esta metáfora la que García Bernal quiere resaltar para contar la historia de dos jóvenes que buscan escapar del círculo de pobreza y violencia del extrarradio de la capital mexicana.