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IRLANDA, 25 de agosto de 2018.- En su primer día de viaje apostólico a Irlanda, el Papa Francisco aseguró un “mayor empeño” que lleve a eliminar de la Iglesia católica el flagelo de los abusos sexuales contra menores, “a cualquier costo, moral y de sufrimiento”.
En un discurso pronunciado ante líderes políticos, sociales y diplomáticos en el Dublin Castle de la capital irlandesa, el pontífice abordó el tema más espinoso de su visita de dos días a ese país con motivo del IX Encuentro Mundial de las Familias.
“Considerando la realidad de los más vulnerables, no puedo dejar de reconocer el grave escándalo causado en Irlanda por los abusos a menores por parte de miembros de la Iglesia encargados de protegerlos y educarlos”, dijo.
Reconoció que el “fracaso” de las autoridades eclesiásticas como los obispos, los superiores religiosos, sacerdotes y otros, al afrontar de manera adecuada estos “crímenes repugnantes”, ha suscitado “justa indignación”, y sigue siendo “causa de sufrimiento y vergüenza para la comunidad católica”.
Aseguró que él mismo vive el sufrimiento y la vergüenza antes de recordar que ya su predecesor, Benedicto XVI, no escatimó palabras para reconocer la gravedad de la situación y solicitar que fueran tomadas medidas “verdaderamente evangélicas, justas y eficaces” en respuesta a esta “traición de confianza”.
Con esas palabras se refirió a la carta de Benedicto XVI a los católicos en Irlanda, escrita en 2010 y la cual se convirtió en el primer documento público de un pontífice en abordar de manera abierta el problema de los abusos sexuales en la Iglesia católica.
Ello luego que, más de una década antes, dos informes independientes sacaron a la luz miles de abusos cometidos por sacerdotes en instituciones católicas como escuelas y orfanatos de diversas diócesis del país y a lo largo de varias décadas.
Aunque Benedicto XVI intervino directamente ordenando investigaciones eclesiásticas internas, obligó a la renuncia de más de una decena de obispos y empujó una purificación espiritual de largo alcance, la Iglesia irlandesa aún sufre las consecuencias de esa grave crisis.
Al respecto, Francisco reconoció que la intervención “franca y decidida” de Joseph Ratzinger sirve todavía hoy de incentivo a los esfuerzos de las autoridades eclesiales para remediar los errores pasados y adoptar normas severas para asegurarse de que no vuelvan a suceder.
“Cada niño es, en efecto, un regalo precioso de Dios que hay que custodiar, animar para que despliegue sus cualidades y llevar a la madurez espiritual y a la plenitud humana. La Iglesia en Irlanda ha tenido, en el pasado y en el presente, un papel de promoción del bien de los niños que no puede ser ocultado”, abundó.
“Deseo que la gravedad de los escándalos de los abusos, que han hecho emerger las faltas de muchos, sirva para recalcar la importancia de la protección de los menores y de los adultos vulnerables por parte de toda la sociedad”, ponderó.
En su primer mensaje en Irlanda, el Papa argentino recordó la turbulenta historia de este país, su camino a la independencia y la paz, además de evocar su participación en el Encuentro Mundial de las Familias, que cerrará mañana domingo con una misa masiva.
Antes, en el vuelo de Roma a Dublín la mañana de este sábado, Jorge Mario Bergoglio dijo sentirse contento de regresar a Irlanda 38 años después de su primera visita, cuando pasó tres meses allí con el objetivo de hablar inglés.
Tras su recepción en el aeropuerto internacional de la capital, se trasladó hasta el Palacio Presidencial de Áras an Uachtaráin, donde sostuvo una audiencia privada con el presidente Michael Higgins y, junto a él, plantó un árbol en el jardín.
Luego se dirigió a Dublin Castle, donde defendió a la familia porque, aseguró, en ella todos los seres humanos aprenden a convivir en armonía, a controlar los propios instintos egoístas, a reconciliar las diferencias y a buscar los valores que dan plenitud a la vida.
“Si hablamos del mundo entero como de una única familia, es porque justamente reconocemos los nexos de la humanidad que nos unen e intuimos la llamada a la unidad y a la solidaridad, especialmente con respecto a los hermanos y hermanas más débiles”, siguió.
“Sin embargo, nos sentimos a menudo impotentes ante el mal persistente del odio racial y étnico, ante los conflictos y violencias intrincadas, ante el desprecio por la dignidad humana y los derechos humanos fundamentales y ante la diferencia cada vez mayor entre ricos y pobres”, agregó el pontífice.
Por eso, afirmó, es urgente recobrar el sentido de ser una “verdadera familia de pueblos”, en el ámbito de la vida política y social, no perdiendo nunca la esperanza y el ánimo de perseverar en ser constructores de paz, reconciliadores y protectores los unos de los otros.
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