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Fray Juan de Zumárraga no menciona el milagro de la aparición de la virgen de Guadalupe en su bitácora ni en sus cartas, Fray Bernanrdino de Sahagún señala la adoración de una madre de los dioses en el cerro del Tepeyac, y Fray Servando Teresa de Mier pone en entredicho la leyenda en 1794
Hoy es 12 de diciembre y como cada año miles de peregrinos avanzan hacia la basílica de Guadalupe en la Ciudad de México para adorar la imagen que en 1531 se le apareciera al indio Juan Diego de 57 años, a quien le encargó recoger en su tilma las rosas de castilla que habían florecido en el árido terreno del cerro del Tepeyac y se las entregara a Fray Juan de Zumárraga como prueba irrefutable de su aparición.
Cuando Juan Diego hizo lo indicado, según cuenta la historia, y desplegó su tilma con rosas delante del obispo, apareció impresa la imagen de Nuestra señora de Guadalupe, a lo que los 7 años siguientes más de nueve millones de indígenas se convirtieron al cristianismo.
Sin embargo, pese a que muchos estudiosos de la tilma de Juan Diego que hoy se exhibe en la Basílica señalan que no hay ningún tipo de preparación en la imagen plasmada en una tela de fibra de maguey, muchos escritores refieren que no se trata de la virgen sino de la diosa Tonantzin.
Fray Bernardino de Sahagún, que fue uno de los principales cronistas de la conquista y que ademas cuyo trabajo antropológico trascendió en la recopilación de toda la información posible sobre las costumbres de mesoamérica, en el apéndice XI de su “Historia general de las cosas de la Nueva España” (1575-1577) y el “Kalendario mexicano latino y castellano (ca. 1585), el franciscano ya hacia referencia a la diosa Tonantzin (madre de los dioses o nuestra madre) que se adoraba en el Tepeyac.
Más no solo a los estudiosos de los documentos de la Nueva España surge la duda, también Fray Antonio de Ciudad Real, en su Tratado curioso y docto de las grandezas de la Nueva España de 1585, confirma que en el Tepeyac se rendía culto a Ixpuchtli o Ixpochtli que significa virgen o doncella, además de Jacinto de la Serna, que es uno de los escritores novohispanos que describe de una forma más detallada en torno al rito en el Tepeyac, donde cuenta que en el lugar que hoy es el santuario de la Virgen Santísima de Guadalupe tenían una diosa llamada Ilamatecuhtli (La jefa anciana), Cuzcamiauh (Espiga de maíz) o Tonan, a quien celebraban en el mes llamado “tititl” (Contracción) diez y siete de un calendario y diez y seis de otro (del 19 de diciembre al 7 de enero), y, entonces decian que iban a la fiesta de Totlazonantzin no a la virgen santísima, o ambas, al que también alude Sahagún en otro periodo del 30 de diciembre al 18 de enero.
También Fray Servando Teresa de Mier, eclesiástico dominico, escritor y político mexicano que lucho por la causa independentista pone en duda el milagro un 12 de diciembre de 1794 en el sermón que predicó en la Colegiata de Guadalupe:
“La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe no está pintada en la tilma de Juan Diego, sino en la capa de Santo Tomás apóstol de este reino. Mil setecientos cincuenta años antes del presente, la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe ya era muy célebre y adorada por los indios ya cristianos, en la cima de Tenayuca, donde le erigió templo y colocó Santo Tomás. Apóstatas los indios de nuestra religión maltrataron la imagen que seguramente no pudieron borrar, y Santo Tomás la escondió, hasta que diez años después de la conquista apareció la Reina de los Cielos a Juan Diego pidiendo un templo y le entregó la última vez su imagen para que la llevara a la presencia del señor Zumárraga. La imagen de Nuestra Señora es pintura de los principios del siglo primero de la Iglesia, pero así como su conservación su pincel es superior a toda humana industria, como que la misma Virgen María se estampó naturalmente en el lienzo viviendo de carne mortal”.
Y no obstante a este sermón que le costó un destierro de 20 años, en que reapareció en 1817 con Francisco Javier Mina, agregó:
“Lo confieso son extrañas e inauditas; pero a mí me parecen muy probables; y a lo menos, si me engaño, habré excitado la desidia de mis paisanos para que probándomelo aclaren mejor la verdad de esta historia”.
Mito o no queda al criterio del lector, pero muchos señalamientos apuntan a la falsedad de la leyenda de Guadalupe, pese a los estudios que al no poder explicar su origen lo califican como un milagro.