La Armada de México es un baluarte de libertad: Claudia Sheinbaum
CDMX, 2 de enero, 2017.- Se cumplió un aniversario más del estallido de la revuelta zapatista, acontecida la madrugada del primero de enero, del ya lejano, año de 1994. Este aniversario tiene una dimensión particular, debido a que además de festejar esta fecha se sumaron las celebraciones del encuentro Los Zapatistas y las ConCiencias por la Humanidad y de la resolución de la consulta que realizó el Congreso Nacional Indígena (CNI). En esta columna subrayaremos puntos que a nuestra consideración son importantes.
Desde su emergencia el zapatismo ha dejado claro que como una entidad estática nunca ha existido.
Ya sea como movimiento armando, político o social el EZLN ha procurado cambios en sus propuestas y estrategias, a pesar de las críticas y los cuestionamientos, a pesar de los errores y de las limitaciones de ciertas apuestas. Quizás aquí existe un puente con la propia lógica de las ciencias, que se caracteriza por el cambio y la renovación de los paradigmas. Tal vez por esto no sea tampoco tan ajeno la realización de este encuentro donde las ciencias ocuparon un lugar principal. Y que para los zapatistas esta ciencia debe ser para la vida. Así lo señaló, en el marco del encuentro Los Zapatistas y las ConCiencias por la Humanidad, la voz del EZ, a través del subcomandante Moisés: “La ciencia que estamos platicando acá, nosotras, nosotros, los zapatistas, queremos ciencia para la vida”. Pero cabe resaltar que esta demanda no es sólo hacia los que tienen su labor como científicos sino que va hacia las propias comunidades zapatistas y demás naciones originarias.
Lo anterior va contra el prejuicio de que la ignorancia y la superstición es lo que marca la explicación de los acontecimientos en la cosmogonía de los pueblos. Quienes han practicado ciencia desde hace milenios y que hoy aún se puede constatar en el manejo de los ciclos de la producción agrícola, el aprovechamiento de los recursos, la medicina denominada “tradicional”, la adaptación de elementos, externos, etc.
Así lo remarca el propio subcomandante Moisés: “La ciencia sí la estudiamos también cuando estábamos, pues en la montaña, la preparación (…).” Esta afirmación se puede extender a toda la vida cotidiana de los pueblos. Sin embargo, aún existe una dinámica que intenta ocultar este saber milenario, para así seguir apostando a una lógica de un discurso civilizatorio o de salvación siempre externo, desde un supuesto saber ajeno a las comunidades y no con las comunidades.
Por eso, los zapatistas no pretenden ser un polo ajeno a la vida pública nacional y desde 1994 han procurado sumar más que dividir, como sí es la definición propia de los partidos: partir. La ciencia y el zapatismo no se pueden construir desde el autismo porque tienen “carencias”, pero no por una condición insuficiencia sino porque toda apuesta política y social, así como saber es incompleto y esta condición es lo que permite el diálogo y el encuentro. Por eso tampoco se puede pensar y sentir que la propuesta de una mujer candidata por parte del CNI y el EZLN, que hoy mismo se puede resolver, sea una iniciativa exclusiva para los pueblos y las naciones originarias sino que se abre a todas y todos quienes quieran construir alternativas otras, otros mundos posibles, nuevos paradigmas.
Un gran abrazo de inicio de año a quienes leen esta columna.