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CIUDAD DE MÉXICO, 14 de marzo de 2018.- De jóvenes todos tenemos corazones muy variables, pero los hombres rápido comienzan a regularizarse y las mujeres se mantienen durante más tiempo fluctuantes.
El corazón es complejo y el de la mujer más que el del hombre, aseguró Alejandro Frank, coordinador general del Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM, para luego añadir: “Y ojalá esto no se tome como un comentario sexista, sino todo lo contrario”, según indica un comunicado.
Para demostrarlo, el investigador analizó cardiogramas de personas de múltiples edades y de ambos sexos a fin de entender cómo se da este vaivén entre la sístole a la diástole, todo ello como parte de un proyecto que, por hacer confluir disciplinas en ámbitos donde tradicionalmente no tienen presencia, empuja los límites de la ciencia y, por ende, sus alcances.
De hecho, en más de una ocasión el académico se ha descrito como “un físico nuclear que ha incursionado en la biología y la medicina, así como un aspirante a biólogo”, y esta mezcla de intereses lo ha llevado a colaborar con diversas entidades, como el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMSZ), donde él y un equipo de colegas se sumaron a los médicos del lugar para estudiar los intervalos entre un latido y otro.
“A fin de evitar malentendidos, primero aclararemos que, aunque suelen tomarse por sinónimos, complejidad y complicado son cosas distintas, pues el primer término viene de la palabra latina plexus, que alude a la idea de entrelazar, trenzar e imbricar, es decir, a algo con muchas componentes, y si atendemos a todas estas características es indudable que el corazón es un órgano sumamente complejo”.
Para describir el terreno en que desarrolló estos estudios y para entender por qué alguien con su formación se ha adentrado en temas que se supondrían más bien propios de un fisiólogo, Frank expuso que todo físico sabe que hay sistemas deterministas, como el vuelo de un proyectil, capaz de ser predicho, y otros desordenados, como el movimiento de las moléculas de gas, que sólo puede entenderse con cálculos probabilísticos. “De alguna manera la vida yace a la mitad de estos dos caminos, entre la frontera del caos y del orden”.
Muchos de quienes nos dedicamos a la física —y no exclusivamente, porque también hay matemáticos y computólogos, entre otros— nos hemos interesado en el estudio de sistemas poseedores de muchas interacciones y varias propiedades, y el corazón y su comportamiento tienen todo esto, dijo en El Colegio Nacional.
Mucho más que un reloj suizo
Como una suerte de experimento, Alejandro Frank proyectó dos cardiogramas ante especialistas del Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez: uno con crestas y valles muy regulares y otro con frecuencias desordenadas, y de inmediato planteó un acertijo: “Una de estas gráficas pertenece a un individuo sano y el otro a alguien severamente enfermo, ¿Cuál pertenece a cada cual?”. Todos los especialistas dijeron que la primera era la del individuo sano.
“Y era al revés, ese latir periódico y uniforme pertenecía al de un señor con una insuficiencia periódica muy grave, mientras que el fluctuante y variado era el de la persona saludable, algo que los expertos ahí reunidos no pudieron distinguir y esto es la mejor evidencia de aquello que señalé al principio: el corazón es complejo”.
Al respecto, el académico señaló que todos sabemos que el pulso promedio del humano es de un latido por segundo o 60 por minuto, “lo que podría hacernos pensar que este órgano funciona con la precisión de un reloj suizo, pero no es así pues, aunque a veces palpita de manera constante, también puede hacerlo de manera desaforada si nos persigue un león o con tan sólo ver al ser amado”.
Escribía Gustavo Adolfo Becquer en su rima LXXVII: “Dices que tienes corazón, y sólo/ lo dices porque sientes sus latidos;/ eso no es corazón…, es una máquina/ que al compás que se mueve hace ruido”, y ésta es una idea que Frank Hoeflich comparte hasta cierto punto ya que, debido a su complejidad, sería difícil imaginar que este órgano funciona con la constancia artificial de una maquinaria.
No obstante, advirtió el físico, a medida que entramos en años y decaemos físicamente los latidos comienzan a adquirir cierta regularidad de relojería, “pues así como con el pasar de los años nos hacemos más rígidos al andar e incluso en nuestras ideas y pensamientos, cuando envejecemos —o al enfermamos— pasa lo mismo con nuestros latidos”.
Y sin embargo, al comparar estás gráficas y poner en un lado a los hombres y en el otro a las mujeres salta algo que en principio no se esperaba. De jóvenes todos tenemos corazones muy variables, pero los hombres rápido comienzan a regularizarse y las mujeres se mantienen durante más tiempo fluctuantes; por eso digo que el corazón femenino es más complejo que el masculino. Como se ve dicha afirmación tiene más que ver con observaciones a detalle; no se relacionaba en nada con el sexismo.