Acusa Grupo Elektra a CNBV de desobedecer medida: operación es sólida
Morelia, Mich., 26 de diciembre, 2016.- En un sexenio en el que se ha alentado la corrupción como nunca, contradictoriamente, también como nunca, se han pronunciado cientos de discursos sobre el combate a este lastre. En todos los dimes y diretes, lo único que ha quedado claro es la gravedad del problema, sobre todo en las redes sociales donde han salido a relucir cientos de transas.
“Los funcionarios generalmente no admiten-sobre todo ante extranjeros- que la corrupción es esencial para el funcionamiento y la supervivencia del sistema político, pero, de hecho, el sistema nunca ha vivido sin corrupción y se desintegraría, cambiaría tanto que sería imposible reconocerlo, en caso de que tratara de eliminarla.
“En teoría el dominio de la ley tendría que ocupar el lugar del ejercicio del poder, los privilegios, la influencia y los favores, así como los pilares que los sostienen, a lealtad, la disciplina, la discreción y el silencio. En la práctica el mero intento por redefinir las reglas podría hacer añicos todo el sistema de alanzas.
“Por consiguiente, incluso las buenas intenciones son aplastadas por la realidad; las promesas de los gobiernos entrantes en el sentido de que acabarán con la corrupción, invariablemente resultan ingenuas o cínicas seis años después”. (Vecinos distantes, un retrato de los mexicanos, Alan Riding).
El libro fue publicado por primera vez en 1985, es decir hace 32 años, y las observaciones siguen vigentes. Hay quien asegura que la corrupción es parte de la cultura de los mexicanos, pero en realidad es un vicio del poder, incluso, durante el auge petrolero, se decía que la corrupción era lubricante del sistema. Otra frase de un priista aseguraba que “la corrupción somos todos”.
Varios países del mundo nos han señalado como corruptos. Recuerdo un cartón del fallecido Rogelio Naranjo en el que un gringo, en la zona fronteriza con México, le grita a un connacional: “¡Corrupto!”, y el mexicano responde: “¡Ya cállate pinche mariguano!”.
Parece chiste pero tiene mucho de cierto. Coincido con el que asegura que la corrupción la creó el propio sistema que se afianzó al poder al menos hace 70 años, o como diría Vargas Llosa: “La dictadura perfecta”, disfrazada de una renovada democracia. Lo que si es cierto, es que ahora no solo seguimos inmersos entre la corrupción, sino también ya somos mariguanos.