Morelia, Mich., 3 de noviembre, 2017.- La desigualdad social es el principal signo de una sociedad disfuncional como la nuestra.
Desde hace siglos ha sido la característica de que los rico muy ricos y los pobres muy pobres. De acuerdo al diario La Jornada, En México, la población infantil y adolescente presentan mayor grado de pobreza que el resto de los habitantes, según estudios realizados entre 2010 y 2014.
Según la Unicef y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en el país 53.9 por ciento de ese sector poblacional, es decir 21.4 millones, viven en pobreza, de los cuales 4.6 millones se encuentran en condiciones de pobreza extrema.
A estos elementos habría que añadir que en las entidades más pobres del país, como Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán la situación se recrudece, el 60 por ciento de la población en general vive en condiciones de marginación y más de 10 por ciento en pobreza extrema.
Antes se creía que los pueblos indígenas eran los más marginados, históricamente lo han sido; pero de acuerdo a las estadísticas en Michoacán hay municipios mestizos que se han caracterizado por concentrar el mayor número de personas que carecen de casi todo, como son el caso de Tzitzio, Churumuco, Susupuato, San Lucas, Epitacio Huerta, entre otros.
De poco sirven las estadísticas sino se utilizan para mejorar la situación. Los programas sociales que ha implementado la federación sólo han sido paliativos, que si bien permiten resolver problemas de momento, cuando se les retira la ayuda a los beneficiados vuelven a vivir en las condiciones de vida anteriores.
Las condiciones económicas del país se perfilan sino al desastre sí a una terrible recesión, lo que implica que se seguirá incrementando el número de pobres, y eso agudizará los problemas sociales, aunque se contraten miles de policías más. Ahora resulta que en la administración de Peña Nieto se han generado millones de empleos, pero el sentir social dice otra cosa, los egresados de universidades e instituciones de educación superior no encuentran empleos; el subempleo cada vez es mayor, y por si fuera poco la inseguridad y la violencia ahuyenta inversiones grandes y pequeñas.