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Nezahualcóyotl, 22 de diciembre, 2016.- Hace apenas un año que el Mimos, acicateado por la crisis (volvía nada el salario que percibía lavando papas en el mercado del barrio), decidió establecer un negocito por cuenta propia; habló con el dueño de la bodega donde trabajaba y logró que durante una semana le surtiera mercancía suficiente, a crédito.
Sableó a los cuates más cercanos y reunió lo suficiente para hacerse del equipo necesario: un cazo pequeño, diez litros de aceite, un quemador de gas con su respectivo tanque, salsa, bolsas de papel de estraza y sal; el resto saldría de la cocina familiar y su mujer ayudaría en la mano de obra.
Ocuparon una esquina concurrida al pardear el sol: la de la farmacia. Las papas fritas del Mimos, aderezadas con salsa adobada, pronto fueron famosas; la chiquillada se arremolinaba. —Son más sabrosas y baras que las sabritas —decían.
Mimos ya no se las veía tan negras para completar el gasto en su casa; hasta se dio el lujo de comprar zapatos para Nena y Cabezón, sus hijos mayorcitos (tres y cuatro años, respectivamente; la bebita no camina todavía). Una noche Dinorah, su mujer, lo dejó solo en el puesto para atender a la beba de ocho meses; estaba catarrienta. A duras penas Mimos atendía a la clientela; aún así, no le pasó inadvertida la presencia de Lilia, su ex novia.
—Todavía te la traes de nachas —decía la banda.
—Y bien que le pone —se jactaba Pata de perro—pregúntale a mí-guelito.
El catarro de la niña evolucionó, por una corriente de aire, a bronquitis; Dinorah permaneció una semana en casa; suficiente para que Mimos tanteara el terreno: cuando no había clientela —cosa rara—, preguntaba como al desgaire a Lilia —de repente aficionada a las papas: diario iba dos o tres veces al puesto:
—Qué transa, esa Lilí, ¿hay cariño o no hay cariño? Coqueta, la diecisieteañera respondía, haciéndose la seria pero jugueteando una rebanada de papa en la punta de la lengua y mirándolo a los ojos:
—No, ya no hay…
***
—Luego vengo, voy al billar —dijo Mimos a Dinorah. Se había dado un baño después de la venta; se cambió de ropa —excepto las botas de hule: no las abandonaba, pues aún se metía con ellas a una pila de agua para lavar las papas, como en el mercado— y hasta rasuró los escasos pelos que le salían en el mentón.
***
Claro, bastó que Lilia dijera:
—Mi mamá fue a Tlaxcala y mi papá trabaja hoy doble turno —para que a Mimos se le alborotara la hormona. Por precaución preguntó:
—¿Nos aventamos, mi Lilí, pero con cero broncas?
—Cero broncas —respondió Lilia.
Y Mimos estuvo en el billar. Lo cerraron. Caminó un buen rato por la avenida y, cuando consideró apropiada la hora (dos de la mañana), llegó hasta la vecindad donde vivía ella (atrás de la tortillería del Chaparrín). Había una discreta luz en la planta alta; arrojó una piedrecilla y enseguida asomó Lilí:
—Súbete —susurró; primero al fresno, luego al cuartucho de Chaparrín y su mujer, hasta alcanzar la bardita del segundo piso de la vecindad; después, al pasillo. Lilia esperaba con señas de: “No hagas ruido: mis hermanitos están dormidos.”
Antes de salir, casi al alba, Mimos cubrió los adolescentes pero soberbios senos de Lilia: dormía profundamente. De puntitas — “¡Cómo pesan estas botas!”— llegó al final del pasillo. Se acomodaba en la barda para alcanzar la casa de Chaparrín cuando sintió que se congelaba: su bota derecha huyó.
Afianzó los brazos en la barda para no caer. La bota dio sobre el escandaloso techo de láminas metálicas. Mimos se agachó tras la barda; abrían una puerta —“¡Es el Chaparrín!”—. Escuchó pasos, contuvo la respiración. Transpiraba.
Cinco, diez minutos. Silencio. Soltó un suspiro, se enderezó. Casi desmaya: Chaparrín le apuntaba con la pistola, trepado en una escalera de mano…
—Pendejo, luego hablamos —murmuró Chaparrín y se fue.
Nuevamente el silencio. La bota no apareció.
***
Mimos no ha salido a vender papas fritas: atareada, su mujer ignora la causa del repentino amor patrio por la bebita. Chaparrín no lo ha buscado y Mimos desespera, pues aunque no sale, el murmullo de la voz colectiva lo alcanza:
—¿Ya se saben el chisme del caco con botas?
—Pinche raza —escupe Mimos y prepara un biberón.