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CIUDAD DE MÉXICO, 17 de agosto de 2018.- La mañana del 20 de agosto está muy cerca. Más de 25 millones de despertadores en el país marcarán el fin del periodo vacacional de igual número de niños y sus familias. Para que el inicio sea amable y haya infantes sanos y con buen aprovechamiento, es recomendable que tres horas antes de dormir estén alejados del celular, de la televisión, de los videojuegos y de todo lo que tenga pantalla.
Rafael Santana Miranda, responsable médico de la Clínica de Trastornos del Sueño de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, en el Hospital General de México, indicó que “las vacaciones son un periodo especial y necesario. Todos hemos escuchado decir: ‘su hijo creció en estas vacaciones’, y es verdad porque duermen más, no se tienen que levantar temprano y entonces la hormona de crecimiento se libera”.
A través de la máxima casa de estudios, el especialista explicó que, aunque el descanso es fundamental, vivimos en una sociedad restringida de sueño: los adultos dormimos cada vez menos y nuestros hijos no lo hacen las horas que requieren de acuerdo con su edad, y eso se refleja en su crecimiento y desarrollo.
Dormir, como política pública
Por ello, Santana Miranda hizo un llamado a respetar el sueño de los niños: no es malo que duerman más tiempo en vacaciones, posteriormente se adaptarán de nuevo al horario escolar. “Es una manifestación de su organismo, estamos equivocados al exigirles que vayan contra su naturaleza”.
El universitario recomendó vigilar que los niños se acuesten temprano, porque no hay medicamento o terapia que logre los efectos que tiene el dormir. “Se relaciona con el sistema inmunológico, cómo se comportan las defensas, con cosas tan específicas como el control de los vasos sanguíneos en el cerebro; es indispensable para el funcionamiento del organismo”.
Robarnos sueño es robarnos calidad de vida y salud. No dormir es la base de trastornos metabólicos, cardiovasculares, de bajo rendimiento y falta de crecimiento; incluso, incide a la postre en el abuso de sustancias. Es un fenómeno que requiere atención y necesita políticas públicas de salud, educación y laborales.
“Se debe hablar de nuevo de jornadas de trabajo de ocho horas para tener tiempo de atender a la familia, tener horas de esparcimiento y hacer ejercicio”, resaltó.
Además, prosiguió, tener el primer lugar global en obesidad infantil tiene que ver directamente con falta de sueño: cuando se duerme poco y mal se activa el área del apetito en el cerebro, con predilección por los carbohidratos.
En edad escolar, la restricción de sueño puede incrementar parasomnias como sonambulismo, terrores nocturnos, despertares confusos y pesadillas. Aunque son hasta cierto punto “normales”, no deben ser recurrentes, y si lo son, deben ser atendidas a fin de descartar un foco epileptógeno (epilepsia).
Los adolescentes, indicó, suelen tener su ciclo circadiano trastornado, es decir, tienen fase retrasada de sueño porque se acuestan muy tarde, a veces en la madrugada, y se roban horas de descanso por estar atentos al celular.
El sueño es un fenómeno neurológico complejo. Hay cambios en función de la edad y necesidades diferentes; por ejemplo, los recién nacidos duermen entre 16 y 18 horas; los niños en edad escolar (entre seis y 12 años) deben dormir 10 horas; los adolescentes, nueve; y los adultos ocho horas.
No obstante, aclaró, hay variaciones genéticas, por lo que “no se debe considerar que una persona es más floja sólo porque requiere dormir más”.
Finalmente, el maestro en Rehabilitación Neurológica recomendó que los niños eviten antes de acostarse el consumo de sustancias activadoras como azúcar y chocolate. Si hay una charla con los padres debe hacerse con luz tenue y definitivamente no exponerse al televisor, pues un monitor encendido perjudica incluso a las mascotas.
La Clínica de Trastornos del Sueño de la FM cuenta con dos sedes: una dentro del campus de Ciudad Universitaria y la otra al interior de la Unidad de Medicina Experimental del Hospital General de México; tan solo en esta última se atendió, de enero a julio del presente año, a 825 paciente pediátricos.