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CDMX, 14 de julio, 2017.- En el periodo 1950-1980, México pasó de ser un Estado “benefactor” a un Estado “neoliberal”. El Estado benefactor del periodo 1950- 1980 desempeñó una función muy específica, la industrialización del país. La intervención del Estado en México en los años cincuenta y sesenta satisfacía demandas sociales.
En el aspecto económico, el Estado creó condiciones que redujeron los costos de producción de la naciente industria nacional y le aseguró un mercado cautivo. En términos sociales fue promotor de una política social, distribuyó beneficios mínimos entre obreros, campesinos y clases medias. El Estado benefactor mexicano en ningún momento se planteó un objetivo redistribuidor del ingreso.
La estrategia neoliberal ha privatizado la producción y el acceso al bienestar, la reforma educativa ha limitado el acceso a la educación superior, la reforma a las instituciones de salud prácticamente ha significado su desmantelamiento.
La creación de empleos no ha logrado recuperar la pérdida de éstos, en los periodos de crisis, el mercado laboral no ofrece oportunidades a los jóvenes y en general los puestos de trabajo tienen baja remuneración e incertidumbre laboral. Los logros en materia de combate a la pobreza se han reducido a trasladar a los pobres extremos a la línea de pobreza.
La perspectiva de un Estado con funciones mínimas, ya no garantiza la defensa de los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad, así como el cumplimiento de contratos. A mediados de los años setenta del siglo pasado el Estado benefactor experimentó una crisis que puso en tela de juicio su viabilidad histórica. Como respuesta a la creciente intervención del Estado, surge el neoliberalismo, ideología y doctrina que reivindica la mínima intervención del Estado.
La estrategia neoliberal ha perdido en su intento de generar un ciclo largo de crecimiento alto y sostenido, también se percibe entrampada en el mantenimiento de la estabilidad social e incapaz de aminorar los bajos niveles de ingreso y patrimonio de la población.
Esta situación de desesperanza económica se ha articulado con la percepción de atrofia en el sistema político y de justicia. La experiencia internacional parece mostrar que los individuos se adaptan a cualquier formato de Estado siempre que la organización económica les permita satisfacer sus aspiraciones. En México se pueden observar señales de que la población ha dejado de creer en las posibilidades de la estrategia privatizadora.