La Armada de México es un baluarte de libertad: Claudia Sheinbaum
Morelia, Mich., 7 de junio, 2017.-En lo que va de este año han sido deportados de Estados Unidos aproximadamente 100 mexicanos, tomando en cuenta que de enero a marzo sumaban 62 mil, según cifras oficiales. Son 10 por ciento menos de lo que Obama sacó de su país en 2016, en ese mismo periodo. Sin embargo, la diferencia es que en la era Trump va acompañada de odio y racismo.
Para muestra basta un botón:
La primera vez que partió a Estados Unidos como mojado fue en 1989. Iba y venía hasta 2001, cuando se estableció definitivamente. En marzo de este año, José Maldonado López fue deportado por el gobierno de Donald Trump. “Nunca antes me había sentido tan humillado, las autoridades migratorias del vecino país del norte me detuvieron cuando intentaba arreglar mis papeles. No me dejaron ni siquiera avisarle a mi familia, allá se quedaron mis cuatro hijos y mi esposa”.
Ahora está en Apatzingán, y para poder vivir, en lo que busca la forma de regresar a San José California, Estados Unidos, donde está su familia, abrió una pequeña tienda de abarrotes en la periferia de Apatzingán, a uno metros de la carretera a Tepalcatepec. A unos 300 metros de su negocio vive su mamá y su hermana.
José Maldonado recuerda que se presentó en las oficinas de migración de San Francisco, California, el pasado 28 de marzo. “Pero ya no me dejaron salir, el agente de migración me dijo que mi caso estaba perdido. Era un tipo racista que me trató como si fuera delincuente, como si hubiera matado a una persona. Me esposaron y me encerraron durante dos días”.
Le dijeron que en 10 años no podría regresar a Estados Unidos. Luego lo llevaron en un autobús con decenas de personas a otros lugares durante más de dos días. Más tarde al aeropuerto de Oakland, donde los subieron a un avión de Migración para llevarlos a San Diego, de ahí en autobús a Tijuana.
“Siempre nos tuvieron encadenados, como presidiarios. Ya sabía que Donald Trump la traía contra todos los migrantes. Fui a Migración ese día porque tenía una cita, y pensé que era para arreglar la residencia. Primero me atendieron bien, pero el segundo que me entrevistó lo vi como acelerado, como si le debiera algo, de manera muy racista”.
Su esposa lo acompañó a Migración. Le dijeron que se retirara, que se iba a quedar ahí detenido. No lo dejaron salir. Luego, después de trasladarlo de un lugar a otro, lo enviaron a Tijuana donde se quedó en la Casa del Migrante. De ahí tomó el autobús para llegar a Apatzingán, para ello, Migración de San Francisco le dio 50 dólares y él puso otra cantidad similar.
Dijo que le gusta México, pero la situación está muy triste. “Deja el calorón que hace aquí en Apatzingán, pero los sueldos, nomás no. No sirven”. Cuando se fue las cosas no pintaban bien, pero ahora está peor. Señaló que el gobierno aquí es corrupto: “no hace las reglas como debe ser, se vende a otra gente, pienso que a los que hacen males. Prometen y prometen y no dan nada. Si saco mi tarjeta aquí no sé por quién voy a votar, a nadie le creo”.
El migrante michoacano indicó que aquí se vive con miedo, porque queman carros en la carretera, como ocurrió hace unas semanas. Dijo que su familia es de Apatzingán y cuando era niño y adolescente vivieron en diferentes colonias, pero todo era más tranquilo. Ahora hay más casas y una ciudad que rebasa los 130 mil habitantes. Pero en lo económico y en lo laboral no hay nada.
José pertenece a una familia de migrantes. En el otro lado viven dos de sus hermanos con quienes trabajaban en el área de mantenimiento, en San José California, principalmente donde tenía su residencia. “Le hacíamos a todo a la electricidad, pintura, plomería, jardinería y todo lo que se requiere para que las casas se encuentren en condiciones habitables”.
Se casó en 2006 con una mujer de origen mexicana nacida en Chicago, residente, que labora como intendente en ese condado. “Duré casado ocho años, luego me divorcié y me volví a juntar con ella”. Tiene cuatro hijos, de 22, 15, 13 y 10.
“En California aprendí hacer cosas que no sabía. ¡Claro que quiero regresar! Me arriesgaría aunque lo tengo prohibido, aquí la vida es dura. Se gana muy poco, ni siquiera 100 pesos diarios. Allá por lo menos son mil 300 dólares a la quincena más los impuestos… Mientras, puse esta tiendita, y se venden un buen de chelas”. ( Esta entrevista fue publicada en el diario La jornada).